Las conversaciones amistosas entre el ex presidente Felipe González y el académico de la Lengua Juan Luis Cebrián, acogidas por el digital The Objetive, quien a su vez alberga a Cebrián tras su intempestiva salida del diario El País, han dado lugar a la reflexión acerca del asunto de la inmigración. Ambos contertulios han ocupado su charla, entre otras muchas cosas, en las ayudas prestada en diversos programas de protección a gentes procedentes del exterior con el marchamo de la vulnerabilidad por razón de desnutrición, extrema pobreza, efectos de guerras, enfermedad.
González mantiene que el gobierno multinivel (que es aquel que depende de la coordinación de gobernanza en distintos estratos local, regional, nacional y comunitario) en materia de inmigración a veces, incluso muchas veces, derrite sus facultades para terminar en el alcalde, el primer mandatario que entiende finalmente de la gestión del protegible porque vive en su municipio.
Aquí entra la ciudad de Alcalá de Henares en el cuerpo de la discusión como ejemplo al que se refieren los dos amigos con mucha responsabilidad en un pasado y ahora en la ocupación del consejo, uno en la tarea pública del periodismo ya sin responsabilidad y el otro en la de la tarea pública, ya sin compromiso de gobierno. La llegada de los primeros inmigrantes del África por debajo del Sáhara, de países como Senegal o Mali, se produjo en noviembre, con sumas adicionales en diciembre y enero pasados. En esa responsabilidad multinivel, que suena demasiado a lenguaje administrativo de pronunciación áspera y desagradable, quien permite el traslado desde Canarias al centro de acogida de la Base militar Primo de Rivera es el gobierno central, a través del ministerio de Migraciones, que comparte nombre con el de Inclusión y Seguridad Social, que parece mucho compartir, a cuyo frente se encuentra la ministra navarra Elma Saiz. Por seguir el alineamiento argumental de González, el alcalde, en este caso, alcaldesa, Judith Piquet, sería el hombro de Gobierno en que recaería la tarea de gestión de la ayuda a los vulnerables llegados del exterior.
Lo cierto es que las quejas y lamentos sobre la presencia del componente inmigrante en la ciudad han sido constantes, sobre todo por el asunto de la seguridad. Este multinivel de difícil digestión léxica también lo es en materia de gobierno local. No han trascendido las preocupaciones en materia social del Ayuntamiento en paralelo a las inquietudes sobre seguridad, expresadas con fruición por la responsable del ramo, Orlena de Miguel. A poco de la llegada de los vulnerables africanos, se extendió el rumor nunca aceptado como realidad que parte de los componentes inmigrantes habían protagonizados faltas y delitos contra la propiedad, peleas entre ellos y disturbios. Los medios de comunicación más proclives a la denuncia de la protección inmigrante dedicaron espacios de su programación con presencia de ciudadanos alarmados fundamentalmente por la posibilidad de alteración de la seguridad, no por la realidad de la misma. El segundo teniente de alcalde, Víctor Manuel Acosta, participó muy activamente en reportajes de televisión con claros síntomas de rechazo a la presencia de inmigrantes en la ciudad. Es, pues, en este sentido, donde decae la exposición razonada de los dos pensantes más seguidos del momento divulgador, Felipe González y Juan Luis Cebrián, desde la autoridad de sus biografías y de sus ocho décadas biológicas, renuentes al desprecio de su experiencia.
Lamentablemente, el gobierno multinivel en materia de inmigración falla y eclosiona en Alcalá de Henares. Las condiciones sanitarias, de prospección de futuro, de inclusión, de atención médica, sin duda serán objeto de pensamiento y preocupación para el ejecutivo de la ciudad, pero todo eso pareciera estar en un muy segundo estado de atención para el mantenimiento del foco en la previsión del delito potencial a manos senegalesas.
La idea de la equiparación humana de desfavorecidos inter continental, aquella que es paritorio de la noción “multinivel” de Felipe González, pierde su personalidad en beneficio de la seguridad, mucho más serio como concepto de bienestar y ocio de quienes no deben ser amenazados por la necesidad.
