Madrid
Por motivos de trabajo, acabo de estar en Bruselas. No se puede decir que haya viajado a una ciudad extranjera, porque como capital europea uno tiene la sensación de que allí se habla y discute las cosas de casa. Desde aquí parece que Bruselas está lejos, pero allí uno siente que España está muy cerca. Es bueno compartir esta sensación, porque todos nos jugamos mucho el próximo mes de junio en las elecciones europeas.
Son muy poco sensatas las opiniones de los que afirman que se quieren ocultar los problemas nacionales con viajes y estrategias internacionales. La política internacional es hoy el verdadero corazón de la política nacional de los demócratas. Por una parte, los peligros de la guerra no sólo son un argumento de los negociantes de armas, sino una realidad que vivimos y que puede extenderse en nuestras vidas de forma grave. Por otra parte, el espíritu de la democracia que representaba Europa ha dejado de ser un modelo de progreso en buena parte del mundo, sometido a las diversas formas del autoritarismo. Y por otra, la extrema derecha se consolida dentro de Europa a través de los bulos nuevos y las viejas mentiras de la identidad.
Es importante atender a las cuestiones nacionales. Pero no conviene olvidar que el mayor problema nacional que tenemos hoy es la realidad europea e internacional del mundo.
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