El sacerdote y filósofo checo ha participado este martes en la jornada internacional Hacia una ciudadanía europea participativa organizada por la Fundación Pablo VI y el Istituto Paolo VI
Interesante reflexión sobre la no siempre fácil y sometida a continuos cambios relación entre cristianismo y la cultura secular a cargo del sacerdote y filósofo checo Tomáš Halík en la jornada internacional Hacia una ciudadanía europea participativa organizado este martes por la Fundación Pablo VI y el Istituto Paolo VI.
El ganador del Premio Templeton 2014, uno de los más importantes en materia de espiritualidad, ha planteado que la cultura secular «es un producto del cristianismo». De hecho, ha planteado, a modo de imagen, la dualidad entre considerar la laicidad una herencia del cristianismo o una herejía o un niño no deseado de la Iglesia o un hijo pródigo al que dar la bienvenida con los brazos abiertos.
Por sus palabras, se puede conferir su postura a favor de la diferencia entre poder secular y eclesiástico que, según ha expresado durante su intervención, ha sido modelado a lo largo de los siglos en la relación entre Papa e imperios.
Así, en esta disputa, la Iglesia, ha continuado, «se establece separada del Estado y de la nacionalidad, algo que no sucede en otras religiones como el judaísmo o el islam». Un fenómeno único, pero que, a la vez, ha generado tensiones y miedos.
En su opinión, no cabe duda de que «las relaciones entre la cultura secular y el cristianismo es la base de la pluralidad y el dinamismo de las civilizaciones occidentales y un importante capítulo en la libertad espiritual y política de Occidente».
Una distinción ha comentado, que no se produce en el cristianismo oriental. Ha citado, en concreto, el Imperio Bizantino, la época del marxismo-leninismo como una especie de religión estatal o la alianza de Putin con la ideología nacionalista de la Iglesia ortodoxa rusa.
«Desde la Ilustración, el cristianismo occidental ha vivido un proceso de emancipación», ha agregado. Una circunstancia que ha provocado una cierta inquietud en la Iglesia y, en ocasiones, hostilidad.
Una fuerza integradora
En este sentido, considera un error dirigirse por la nostalgia de la Chritianitas medieval, pues el resultado «es la secularización en la forma de exculturación de la fe cristiana». «Pierde la forma de religión en su sentido etimológico, de unión (religare), su rol de fuerza integradora para toda la sociedad», ha explicado.
Y con palabras de Pablo VI, Francisco y Benedicto XVI ha defendido la necesidad de crear puentes, de dialogar. Del último ha recordado un discurso en su viaje a Portugal en 2010: «Siempre hubo personas que intentaron tender puentes y crear un diálogo, pero, desgraciadamente, la tendencia predominante fue la oposición y la exclusión mutua. Hoy vemos que esta misma dialéctica representa una oportunidad y que necesitamos desarrollar una síntesis y un diálogo profundo y con visión de futuro».
Finalmente, el sacerdote y filósofo se ha referido al proceso de sinodalidad que vive la Iglesia en estos momentos y lo ha considerado con un gran momento. «Espero que se descubran nuevas formas de diálogo entre el cristianismo y la cultura y un nuevo modo de ser cristianos», ha sentenciado. En su opinión, es una oportunidad para entender la identidad católica de una forma nueva y más profunda, para lo cual hace falta una teología y una espiritualidad más profundas.