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El último y desesperado intento por la libertad del preso García Luna

Autor: El Pais Mexico

Un preso llamado Genaro García Luna vive sus horas más aciagas. Después de décadas de ascenso imparable en su carrera de policía de élite; de codearse con presidentes y altas figuras de la política internacional; de erigirse como el zar antidroga de Felipe Calderón, capitanear su sanguinaria cruzada contra el narco en México y acumular por el camino una fortuna poco habitual para un funcionario, los últimos años no han sido tan prósperos. El 20 de marzo se enfrenta a su última oportunidad de recuperar la libertad, pero el intento de soborno millonario a un testigo pesa sobre él. Sabe que la cosa no pinta bien.

Todo empezó a truncarse años atrás. Primero fueron aquellos periodistas, ese puñado de entrometidos empeñados en desvelar las intrigas de palacio, el engranaje de las cloacas del Estado que él manejaba con soltura de titiritero. Noticias que su poder le permitía desechar como rumores, al fin y al cabo. Pero después llegó el juicio, ese maldito tribunal neoyorquino que condenó a Joaquín Loera El Chapo Guzmán y aquellos testigos que mancharon su nombre al hablar de sobornos millonarios del Cartel de Sinaloa.

En 2019, los rumores se tornaron sospechas cuando la policía estadounidense lo detuvo en la ciudad texana de Dallas. Y, en febrero de 2023, su propio juicio, aquel tribunal que hizo historia al condenar de todos los cargos al funcionario mexicano de mayor perfil jamás juzgado en Estados Unidos: conspiración para la distribución internacional de cocaína; conspiración para la distribución y posesión de cocaína; conspiración para importar cocaína; delincuencia organizada y dar declaraciones falsas. Un repertorio difícil de excusar y los hechos probados: el exsecretario de Seguridad Pública de Calderón trabajaba para el cartel más poderoso de México. El zar antidroga era, en realidad, un narcotraficante.

El tiro, por la culata

La puerta se cierra sobre García Luna. Ya se ve entre rejas de por vida, en los primeros pasos de su viacrucis personal. Pero sus abogados se la juegan con un farol arriesgado, la última carta que les queda bajo la manga: el 15 de diciembre solicitan un nuevo juicio. Argumentan que tienen pruebas inéditas que echan por tierra la condena —la Fiscalía del Distrito Este de Nueva York, después de investigarlas, solicita al juez Brian Cogan que las rechace por su poca consistencia en comparación con la evidencia anterior— y que cuatro de los testigos en su contra dieron un testimonio contaminado.

Una de las principales bazas de los abogados es el polémico testimonio de dos de los testigos, ambos, condenados por narcotráfico: el exfiscal de Nayarit Édgar Veytia El Diablo y Óscar Nava Valencia El Loboquien aseguró que pagó más de 10 millones de dólares en sobornos a García Luna—. Hay un tercer implicado que no llegó a declarar en el juicio: Juan Carlos Nava Valencia El Tigre, hermano de Óscar, antaño capos del Cartel del Milenio. La defensa argumenta que El Diablo, El Lobo y El Tigre —a qué otra cosa se iban a dedicar, con esos apodos— hablaron entre ellos desde la cárcel, gracias a teléfonos de contrabando, para coordinar su relato e incriminar a García Luna.

La solicitud del nuevo juicio es un arma de doble filo. El Ministerio Público investiga la acusación de los abogados de García Luna. Concluye que es mentira. En su lugar, mientras realizan las pesquisas, los fiscales se dan de bruces con munición con la que no contaban. Pruebas que, en vez de corroborar la tesis del exfuncionario, lo hunden (aún) más. El tiro le ha salido por la culata.

Teléfonos de contrabando

Lo que los fiscales descubren es que, en un último intento desesperado, una huida hacia delante condenada a fracasar, el preso García Luna intenta comprar su libertad. Entre junio de 2022 y agosto de 2023 comparte celda con otro recluso, un confidente anónimo de la Fiscalía al que solo se conoce como Individuo 2.

García Luna quiere contactar con otro prisionero, Individuo 1, y sobornarle a cambio de testificar a su favor. Individuo 2 conoce a Individuo 1. El exfuncionario le pide a su compañero de habitación que convenza a Individuo 1 de dar una declaración falsa: afirmar que escuchó a El Diablo, El Lobo y el Tigre hablar por teléfonos clandestinos para cuadrar su relato. A cambio, ofrece dos millones de dólares, a entregar por uno de sus “asociados” fuera de prisión.

En concreto, García Luna quiere que Individuo 1 declare que escuchó a El Tigre decirle a su hermano, El Lobo, que en el juicio deben testificar que sobornaron al exfuncionario para conseguir acceso al puerto de Manzanillo, en el Estado mexicano de Colima, una de las grandes puertas de entrada al país. Toneladas de mercancías atracan a diario en su costa. Y, camuflados entre ese tetris de containers pintados en colores vivos, kilos y kilos de droga en su camino hacia el norte.

García Luna no lo sabe, pero Individuo 2 se cubre las espaldas. El 12 de abril de 2023, con ayuda de un teléfono de contrabando que posee, graba una conversación en la que el exfuncionario le indica lo que tiene que pedirle a Individuo 1. El 15 de abril, sin sospechar todavía que está siendo engañado, García Luna incluso escribe un guion para que Individuo 2 se lo dé a Individuo 1. También le cuenta que se ha reunido con otro preso que ha accedido a corroborar el falso testimonio. La información llega a los oídos de El Tigre. Y el antiguo capo da el chivatazo.

El 6 de octubre de 2023, dos meses antes de que la defensa de García Luna solicite el nuevo juicio, El Tigre contacta a la Fiscalía del Distrito Este de Nueva York. La información no se hace pública, sin embargo, hasta principios de marzo, cuando los fiscales emiten el dictamen de su investigación, 93 páginas que detallan los sobornos, consultadas por este diario.

El juez Brian Cogan, quien dirigió el primer proceso contra García Luna, concede un plazo: el 20 de marzo anunciará si permite que el exsecretario de Calderón vuelva a probar su suerte frente a un tribunal estadounidense. Aunque ahora, en la balanza ya no solo se equilibran las viejas pruebas que lo condenaron y las nuevas evidencias que esgrime su defensa. El intento de sobornos millonarios pesa sobre él. La sentencia puede oscilar entre 20 años y cadena perpetua. El preso García Luna traga saliva.

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