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“Dejad que Biden sea Biden”: el presidente de EE UU entra en campaña y sale al ataque

Autor: EL PAIS

En uno de los mejores episodios de la primera temporada de El ala oeste de la Casa Blanca, el equipo de peripatéticos ayudantes que rodea al presidente Jed Bartlet, interpretado por Martin Sheen, decide que tanta prudencia para evitar poner en peligro sus opciones de un segundo mandato está siendo contraproducente y lo animan a que muestre su verdadera cara. El capítulo, emitido en 2000, se titulaba Let Bartlet Be Bartlet (“dejad que Bartlet sea Bartlet”), y la frase ―igual que la serie, idealizado retrato de Aaron Sorkin sobre el funcionamiento de una Administración demócrata― hizo fortuna. También acabó engordando el diccionario de expresiones de la tribu de Washington. Últimamente, vuelve a escucharse con fuerza: “Dejad que Biden sea Biden”, dicen los estrategas demócratas y los gurús de la campaña de reelección del presidente.

Y de pronto a Joe Biden se lo ve cómodo en el papel de Joe Biden. Confiado por el éxito de su discurso del estado de la Unión, del que salió airoso ―tan airoso como bajas eran las expectativas― y aparcó momentáneamente el foco del debate sobre su edad y sus facultades para desempeñar el trabajo, se ha lanzado al ataque de su contrincante, Donald Trump, y a la pesca en caladeros electorales en Estados decisivos. El pasado viernes estuvo en Filadelfia, ya que vuelve a necesitar Pensilvania para renovar su alquiler en la Casa Blanca. El sábado, viajó a Georgia, donde Trump se dejó en las pasadas elecciones algo así como la mitad de la presidencia (y el Senado). En ese Estado, el candidato republicano también ofreció durante el fin de semana uno de sus largos e inconexos mítines. Y el lunes, Biden voló a bordo del Air Force One a New Hampshire. Es la clase de entrada en acción que los demócratas le venían reclamando desde hacía meses, preocupados por sus opciones en el cuerpo a cuerpo contra el magnate.

En Georgia, los dos candidatos se cruzaron reproches en sendos actos el sábado por la tarde. Pareció el mundo al revés cuando Trump definió la solemne intervención de Biden ante el Congreso como “una diatriba airada, sombría y llena de odio”. “No debería estar gritando tan furiosamente a los estadounidenses”, añadió.

Biden, por su parte, habló a las afueras de Atlanta a un grupo más reducido de simpatizantes en un evento que sirvió para dar relieve a una inversión de 30 millones de dólares de tres grupos de acción política destinada a movilizar el voto latino, asiático y negro. Nueve de cada 10 afroamericanos votaron por Biden en Georgia, pero las encuestas hablan de una pérdida de confianza tras sus tres años en la Casa Blanca. En el mitin, el candidato demócrata presentó la cita de noviembre como “una batalla de dos visiones contrapuestas por el alma de esta nación”: la suya, y la de la “historia de resentimiento, venganza y revancha” de Trump.

Además de plenamente en campaña y en modo ataque, Biden se muestra también súbitamente cómodo con asuntos cuya sola mención solía desatar su ira. El principal es su edad. En el discurso del estado de la Unión, quiso hacer de la necesidad virtud: “Cuando llegas a mis años [con 81 es el presidente más viejo de la historia del país], ciertas cosas se vuelven más claras que nunca”, dijo al final de su intervención. Y el sábado difundió un anuncio en el que el presidente dice a cámara: “Mira, no soy un jovencito, eso no es ningún secreto. Pero sé sacar adelante las cosas para el pueblo estadounidense”. También defiende los logros de su primer mandato, y se burla y critica a su contrincante: “Trump cree que el trabajo del presidente es cuidar de Trump”. “¿Hacemos otra toma?”, pregunta una voz en off a continuación. Cortan y, sin cambiar el plano, Biden suelta con una media sonrisa: “Oye, pero soy muy joven, enérgico y guapo. ¿Por qué diablos estamos grabando este anuncio?”.

Al rato, la campaña de Trump, que tiene 77 años, hizo circular una versión de ese vídeo que intercala imágenes de tropiezos y situaciones embarazosas para Biden. En otro anuncio lanza la pregunta: “Si gana, ¿podrá sobrevivir hasta 2029 [cuando termine el siguiente mandato]?”.

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Trump saluda a sus seguidores al llegar a su mitin en Rome (Georgia), el 9 de marzo.
Trump saluda a sus seguidores al llegar a su mitin en Rome (Georgia), el 9 de marzo.Chip Somodevilla (Getty Images)

Este lunes, el demócrata incidió en esa estrategia en una reunión con representantes municipales convocados por un aniversario redondo: “Felicidades a la Liga Nacional de Ciudades, 100 años… Quiero aclarar que siempre la he apoyado, pero no asistí a la primera reunión”, bromeó.

Presupuesto electoral

Para reforzar su oferta electoral, Biden presentó pocas horas después su presupuesto para 2025. Es una propuesta de máximos con pocos visos de salir adelante en el Capitolio, y como tal está llena de guiños electorales: prevé un gasto de 7,3 billones de dólares, impuestos más altos para las empresas y las grandes fortunas y medidas para reducir el gasto de las familias, el coste de la vivienda y los costes de la atención médica. También renueva el llamamiento a los congresistas a que aprueben un paquete de 100.000 millones de dólares para fortalecer la seguridad en la frontera y para el envío de ayuda militar a Israel y Ucrania.

Lejos de la economía, el proceso de primarias sigue su curso: Georgia, Hawái, Misisipi y el Estado de Washington votan este martes. Son citas carentes de emoción, salvo por dos puntos de interés: representan la oportunidad de que Trump consiga suficientes delegados (le faltan 139) como para confirmar matemáticamente una victoria que se da por hecha tras la renuncia de la semana pasada de su última contrincante, Nikki Haley, y porque Biden se enfrenta de nuevo en el muy demócrata Washington a una campaña de sectores progresistas que piden el voto “no declarado” (el equivalente al sufragio en blanco) como medida de protesta para exigir un alto el fuego permanente en Gaza. Iniciativas parecidas ya le aguaron un tanto la fiesta en las primarias de Míchigan, Minnesota y Carolina del Norte.

El apoyo a Israel es uno de los grandes obstáculos en su camino hacia la reelección, y le está costando en los sondeos la pérdida del apoyo de los votantes árabes, los sectores más a la izquierda de la coalición demócrata y los jóvenes. En el discurso sobre el estado de la Unión prometió la construcción de un puerto temporal para que pueda entrar la ayuda humanitaria en Gaza, pero no ha logrado, como había prometido, que las negociaciones de una segunda tregua entre Israel y Hamás dieran sus frutos (seis semanas de alto el fuego para canjear 40 de los más de 130 rehenes en la Franja por la excarcelación de 400 presos palestinos y un incremento de la ayuda humanitaria), antes del inicio el pasado domingo del mes sagrado de Ramadán. En ese frente, Biden no acaba de dar con la mejor manera de ser Biden.

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