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A María Magdalena también le debemos y mucho – Volcánicas

Autor: Volcanicas

Ilustración por Isabella Londoño

Una de las figuras más difusas y polémicas en la religión católica es la de María Magdalena. Crecimos con la idea de que era una prostituta, una mujer “caída en desgracia” que, gracias a la misericordia de Jesús, fue perdonada e incluida en su ministerio y apostolado. Esa estigmatización a María Magdalena derivó en la invisibilización de su trabajo y la subvaloración de su importancia como piedra angular del cristianismo. 

Más allá del revisionismo histórico que permiten nuestros tiempos sobre las figuras y relatos religiosos que formaron nuestra espiritualidad, pensamiento y relacionamiento cultural, el relato de María Magdalena es interesante como ejemplo del esfuerzo de la jerarquía eclesial por marginalizar y ocultar los aportes de las mujeres a la Iglesia, y a su vez, de cómo el poder político y cultural de una mujer es objeto de sospecha, y por supuesto, socavado y eliminado a toda costa. 

Si bien mi tarea no es someter a juicio los hechos que rodean a la Santa para justificar o forzar una reinterpretación imposible a la luz de nuestra época, sí hay que hacer justicia a la reivindicación de María Magdalena que, por decir lo menos, es fascinante.  Para empezar hay esfuerzos de diferentes teólogas, entre ellas la mexicana Marilú Rojas Salazar, que han resignificado a la “Apóstola de los Apóstoles” dándole dimensiones más adecuadas a la importancia de esta mujer dentro del ministerio de Jesús y la fundación misma del Cristianismo.

María Magdalena es la mujer más mencionada en los evangelios canónicos y además es la única que no está nombrada en función de algún hombre. Gozaba de una posición privilegiada, de interlocutora frecuente y muy cercana a Jesús, que sin duda levantó ampollas entre los otros apóstoles. Ella fue la primera en ver a Jesús resucitado y a ella le fue encomendada la misión de dar la buena nueva. Gracias a ella y a su testimonio existe el cristianismo actual, cuyo dogma principal se basa en la resurrección de Jesús. María Magdalena se caracterizó por su ánimo resuelto y perseverancia, que construyó comunidad y sostuvo, junto con otras mujeres, el ministerio de Jesús durante años. 

También hay que decir que en los evangelios no hay ninguna mención a que María Magdalena fuera prostituta. En Lucas 8.2 se hace una mención a Jesús acompañado de mujeres a las que había sacado demonios y librado de enfermedades, pero no es una mención directa a ella y en el texto bíblico no hay nada más al respecto: “Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres, a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras que los atendían con sus propios recursos“. Quien difundió ese rumor sobre María Magdalena fue el papa Gregorio I, que en el año 591 la declaró así, como una trabajadora sexual redimida, un acto que obedecía a la masculinización del relato religioso y la invisibilización de las mujeres en la iglesia.

Bueno, ¿y si Maria Magdalena hubiera sido puta, qué? ¿Acaso el impacto de su trabajo tiene menos valor? ¿Acaso la misión que Jesús le entregó tiene menos mérito? Si bien la tergiversación sobre su figura fue mal intencionada y no hay fundamento teológico que sustente la acusación, las mujeres no tenemos que ser “puras” y santas para ser poderosas. Ese mandato social corrompe de muchas maneras las posibilidades de las mujeres de la participación en política y la toma decisiones, entre otras cosas. 

Minimizar el poder de las mujeres en la Iglesia, en especial el de María Magdalena, parte de una visión patriarcal en la que se cuestiona a las mujeres sobre su moral sexual y usa su vida privada o pasado para poner en tela de juicio su idoneidad. Asimismo, considero importante  la reivindicación de su rol dentro de la Iglesia, pero esta no debería tratar sobre si fue puta o sumisa, sino sobre cómo la sexualidad se ha usado como herramienta de opresión y control del poder de las mujeres y para menospreciarlas. Todo eso, sumado a las vinculaciones que se han hecho de María Magdalena como la pareja de Jesús, porque les es imposible pensar que una mujer pueda tener importancia sin que sea por asociación afectiva a un hombre o en función del mismo, nos recuerda que, aunque los hombres insistan en lo contrario, la Iglesia también es de las mujeres, y su legado, así como sus voces, merecen ocupar el lugar que les corresponde.

  • Stephanie Salazar Mahecha

    Comunicadora social y periodista de la Universidad Central, candidata a magíster en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente encargada del área de comunicación de Católicas por el Derecho a Decidir Colombia.

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