La llegada de la primavera es ansiada por muchos: los árboles florecen, los días se hacen más largos, las temperaturas se suavizan… Pero, justo en el momento en el que ocurre la transición entre las jornadas de frío y calor, hay un tiempo en las que un día puede hacer casi 30 grados centígrados, y poco después rondar los 10; o cambiar en cuestión de horas de un sol resplandeciente a lluvias torrenciales.
Para la mayoría de las personas son simplemente inclemencias propias de la época del año, pero a otros puede suponerles una molestia que puede llegar a afectar a su bienestar, tanto físico como mental. Además, la cada vez mayor influencia del calentamiento global sobre el clima hace que los cambios bruscos de temperatura estén más al orden del día que nunca.
Los cambios repentinos en el tiempo pueden afectar a nuestras vías respiratorias, ya que, además de las alergias estacionales, el clima primaveral hace que circulen más virus y bacterias propias de la época del año. Además, los ritmos internos pueden descolocarse, lo que acaba por causarnos problemas como dolores de cabeza o un mayor cansancio.
El bienestar mental
En determinadas ocasiones, estos efectos físicos pueden trasladarse al plano psicológico. La Doctora María del Carmen González Hermo, psicóloga sanitaria, dice que no relacionaría directamente los cambios bruscos de temperatura a un empeoramiento de la salud mental, pero si puede afectar al ánimo y a las rutinas: “Tenemos que recolocarnos día a día, y adaptarnos a los cambios de la naturaleza, y a veces nuestro estilo de vida no nos permite adaptarnos como quisiéramos”, explica la doctora.

La psicóloga sanitaria María del Carmen González Hermo / Cedida
“Nuestro sistema de vida, de trabajo y las rutinas, que suelen ser estrictas, no permiten poder adaptarnos a las necesidades de nuestro cuerpo tan bien, tardamos algo más en detectarlas y cuando podemos atenderlas ya cambia de nuevo el tiempo“. En este caso, es un fastidio para nuestro bienestar y salud, ya que, cuando ya estamos acostumbrados a un determinado tiempo, el pronóstico da un bandazo y volvemos a la casilla cero.
Aunque no afecte directamente a la salud mental, siendo más bien una situación incómoda para nosotros, puede que afecte a personas con una condición psicológica latente: “No tengo conocimiento de que haya algún problema de salud mental que se agrave con el cambio de temperaturas, pero sí que, como somos seres naturales, cuando no estamos bien psicológica o emocionalmente, los cambios bruscos hacen que necesitemos una agilidad de cambio de la que no disponemos en ese momento”, comenta González Hermo.
“Nuestro sistema de vida, de trabajo y las rutinas, que suelen ser estrictas, no permiten poder adaptarnos a las necesidades de nuestro cuerpo tan bien”
María del Carmen González Hermo
— Psicóloga sanitaria
La doctora asegura que no nota que en su consulta haya gente que sufra de alteraciones mentales y empeore, pero es importante saber que no vivimos en una “burbuja”, y que todo lo exterior –las circunstancias, la naturaleza, el contacto con la misma, dónde se está o se vive, los ciclos y rutinas…– nos va a afectar y hacer que estemos más “espesos” o lentos a la hora de reaccionar.
Cuidado con las rutinas
La primavera es, como mencionábamos, tiempo de alargamiento de días. Más horas de sol implican más luz natural, lo que nos estimula y beneficia, pero debemos también adaptar nuestra rutina para no acabar “sobreexplotándonos”: “Tener más horas de sol hace que estemos más tiempo activos, lo que cambia nuestras rutinas y pensamos, pues como hay más horas de sol, tengo que estar más tiempo activo, ¿no? Y nos olvidamos de que el cuerpo también necesita horas de descanso, nuestro ritmo no tiene por qué ser como el del sol”, remarca la psicóloga. ¿La recomendación? Incluir descansos durante el día o ir a paso más lento en la jornada.
Aun así, la presencia de más horas de sol nos ayuda gracias a la luz natural, que va sustituyendo gradualmente a la artificial y regula los neurotransmisores: “La ventaja de los días largos es que sales de trabajar y aún hay luz, pero lo que pasa es que no deberíamos de utilizar esto para trabajar más o para enlazar una cosa con otra”, recomienda la experta en salud mental.
En invierno, con menos horas de luz, tenemos menos ganas de hacer cosas al salir del trabajo, pero en primavera y verano, a veces nos exigimos algo más para aprovechar el día, por lo que debemos graduarnos y ser conscientes de que esto consumirá nuestra energía. Para ello, la recomendación de la doctora es aprovechar para reforzar nuestra relación con la naturaleza, estar a la sombra, refrescarnos en el mar o el río, y por supuesto, respetar lo que el cuerpo nos pide.
“La ventaja de los días largos es que sales de trabajar y aún hay luz, pero lo que pasa es que no deberíamos de utilizar esto para trabajar más o para enlazar una cosa con otra”
María del Carmen González Hermo
— Psicóloga sanitaria
El cambio climático, un agravante más
El calentamiento global hace que los cambios bruscos de temperatura y las inclemencias climáticas más severas sean cada vez más frecuentes y más explosivas. Esto es algo que ya comienza a afectar a la salud mental, dada la incertidumbre y el miedo que nos generan estos cambios. “Somos seres naturales, es imposible que el planeta cambie y se estropee y pensar que no nos vamos a estropear nosotros“, comenta la psicóloga, “pensamos que solo con medicinas, aire acondicionado y ropa buena ya todo se arregla, y no es así. Dependemos también de la naturaleza, si acabamos con las zonas verdes, lugares de reposo o donde escuchar los sonidos naturales, las sombras… todo nos afecta al estado de ánimo y a nuestra capacidad de regularnos”.
González Hermo explica que, si estamos respirando aires nocivos, comiendo cosas contaminadas, o llevando una vida excesivamente sedentaria, tanto nuestro cerebro como nuestro organismo no funcionarán correctamente, y nuestro cuerpo no sanará o se recuperará a la velocidad correcta. “Nos estamos convirtiendo, o corremos el riesgo de convertirnos, en seres que no son capaces de regularse“, advierte.
El aire acondicionado
Los cambios de temperatura también implican comenzar a tirar más del aire acondicionado y la calefacción, especialmente en los lugares de trabajo. Un exceso del mismo, puesto a temperaturas muy altas o muy bajas, puede causarnos incomodidad: “Todo lo natural nos va a ayudar a estar más regulados, y todo lo artificial, si abusamos de ello, nos va a descolocar el ritmo del cuerpo”, señala González Hermo.
“Si estamos todos los días con un exceso de aire artificial, nos puede doler la cabeza, y eso afectar a nuestra salud mental, porque nos sentimos incómodos físicamente. Con esto no quiero decir que apaguemos siempre el aire acondicionado, pero si moderarlo. Si el cuerpo nos dice lo que necesita, la mente no se quejará tanto”, finaliza.