El pasado mayo, Mark Carney, primer ministro de Canad, fue uno de los dirigentes de todo el mundo que asistieron a la misa de inicio de pontificado de Len XIV, elegido para ocupar la silla de San Pedro tras la muerte de Francisco. Carney cruz el charco en el que fue su primer viaje al continente europeo muy pocos das despus de su victoria en unas elecciones que los canadienses percibieron como las ms decisivas en la historia reciente del pas. El poltico que resucit al Partido Liberal no se cruz en el Vaticano con Donald Trump, ya que ste s haba asistido al funeral por Francisco pero deleg en su vicepresidente la representacin de EEUU en el estreno del nuevo Pontfice.
Y no le debi de echar de menos Carney, desde luego. Las amenazas del inquilino de la Casa Blanca a su vecino del norte resultaban por aquellos das ensordecedoras, tanto por la determinacin de declararle la guerra por medio de los aranceles como por la poco velada pretensin de absorber Canad. El sucesor del defenestrado Trudeau haba hecho una gran campaa prometiendo la ms firme defensa de la soberana nacional. Y los canadienses tenan ya muy asumido algo que no haban necesitado pensar durante dcadas, en la importancia de acercarse a Europa, como reaccin a la incomodidad que implicaba compartir espacio geogrfico con EEUU tras el segundo advenimiento de Trump.
Carney dio en el Vaticano sus primeros pasos en el escenario internacional. Y aprovech para conocer a muchos dirigentes presentes en la misa pontifical sobre todo de Europa, pero tambin de otros pases de la Commonwealth que de pronto se antojaban aliados imprescindibles para la nueva era poltica en Ottawa.
Uno de esos lderes con los que coincidi fue el primer ministro de Australia, Anthony Albanese. Adems de que los dos pases son miembros de la Mancomunidad de Naciones, comparten jefe de Estado, el rey Carlos III. Y, a tenor de los selfies que se hicieron en la Plaza de San Pedro y que compartieron en redes, debi de haber sintona entre ellos. Carney no dud en escribir algo divertido y elogioso sobre Albanese que en su da pas bastante desapercibido: “Es el nico lder mundial que puede hablar en la misma conversacin de espiritualidad, de economa global y de cmo Go-jo sufri un robo en Eurovisin”.
Se refera a Marty Zambotto, cantante y productor muy famoso en Australia que haba representado al pas ocenico en la edicin, recin concluida, del Festival de la cancin, y que no haba conseguido pasar a la final, con la consiguiente decepcin de los australianos, tan fans de Eurovisin, empezando por el propio primer ministro Albanese, que, como se vio, consider una injusticia que Go-jo se quedara en semifinales.
La final del certamen, la ms polmica de la historia por todo lo que haba pasado con las votaciones a Israel, se haba celebrado la vspera de la misa pontifical. As que no puede extraar que fuera tema de conversacin tambin entre dirigentes polticos. Ms llamativo es que el asunto pudiera interesarle al mandatario de un pas alejado de la rbita eurovisiva como Canad.

El primer ministro canadiense, Mark Carney.Efe
Claro que quiz ya entonces Carney tena en mente cambiar eso. Al dirigente, el Festival de Eurovisin no le era cosa ajena. Todo lo contrario. Haba ejercido como gobernador del Banco de Inglaterra entre 2013 y 2020. Y en pocos pases se sigue tanto el concurso como en el Reino Unido. En la misma Canad se enorgullecen de que varios de sus artistas, sobre todo la estrella Cline Dion, hayan participado en el mismo. Pero, sobre todo, en el claro afn de las nuevas autoridades canadienses por acercarse al mximo al Viejo Continente, no poda sino considerarse como una buena idea intentar que Canad empiece a participar en el festival que mejor simboliza y define a Europa.
Financiacin para la televisin pblica
As que, de pronto, el Gobierno federal acaba de presentar su plan para la emisora de radiotelevisin pblica CBC (Canadian Broadcasting Corporation) y su homloga francfona, Radio-Canada, para el ejercicio 2025-2026, con el objetivo anunciado por el ministro de Finanzas, Franois-Phillippe Champagne, de “fortalecer la emisora nacional, parte de la identidad canadiense”. El Ejecutivo de Carney quiere garantizar que, a imagen y semejanza de lo que pasa con las televisiones pblicas en Europa y no tanto en Amrica, la CBC cuente con los recursos necesarios, modernizar su mandato. Y de paso asegurar su independencia. Y, dentro de todo el proyecto, el Gobierno est trabajando para que la emisora “explore la participacin en Eurovisin”.
La noticia corri como la plvora en los medios locales. Y desde la Unin Europea de Radiodifusin (UER), la organizacin de emisoras responsable del Festival, se han admitido “conversaciones en sus primeras etapas a la espera de que siga el dilogo”.
No es nada descabellado. La CBC es una televisin asociada a la UER. Y existen precedentes de emisoras con ese estatus que ya participan en el certamen. Sin ir ms lejos, la SBS de Australia, pas que fue invitado a concursar en 2015, y que no ha dejado de hacerlo desde entonces.
Estamos ante mucho ms que un Festival televisivo de canciones. Cuando Eurovisin recibi la prestigiosa Medalla Carlomagno de las autoridades comunitarias, se subray su “importancia como herramienta con la que construir puentes entre naciones y la capacidad de concitar a tantos europeos y espectadores del resto del mundo en un evento nico”.
Canad est dando pasos acelerados para reforzar su cooperacin econmica, poltica y en materia de Defensa con Europa. EEUU es hoy receptor del 76% de sus exportaciones, algo que Ottawa trata de corregir en plena guerra arancelaria y con el mayor distanciamiento con Washington de la historia. Poner los pies en Eurovisin sera un gesto ms de hermanamiento con una Europa hoy percibida como aliada mucho ms amable.
Se da la paradoja de que el inters desde el otro lado del Atlntico por el Festival coincide con su mayor crisis interna. La participacin de Israel es objeto de un desgarrador debate entre los pases participantes, con algunas emisoras como Televisin Espaola dispuestas a no participar en 2026 -coincidiendo con el 70 aniversario del Festival– si lo hace el Estado hebreo por su actuacin durante la mal llamada guerra en Gaza.
El frgil proceso de paz en marcha, auspiciado por Trump, ha rebajado la tensin y hoy Espaa es uno de los pocos pases que siguen reclamando abiertamente la expulsin de Israel del concurso. Por el contrario, mandatarios como el canciller alemn, Friedrich Merz, o el austriaco Christian Stocker -anfitrin del evento-, han dejado claro que no permitirn que Tel Aviv se quede fuera. Los responsables de la televisin pblica austriaca (ORF) incluso han mostrado mayor respaldo por la presencia israel que por la espaola, lo cual obliga a la diplomacia de nuestro pas a reflexionar seriamente sobre su actual peso en el continente. La UER no hace prisioneros y no parece importarle que el espaol no suene en Viena en 2026, mientras se vanagloria del regreso al certamen de Bulgaria, Rumana y Moldavia. Y es tan indisimulada la apuesta por mantener a Israel que Ronald Weissmann, director general de la ORF acaba de visitar Jerusaln, donde ha mantenido un encuentro con el presidente Isaac Herzog para expresarle el apoyo inquebrantable a la presencia de su pas.
Veremos cmo lidia este tipo de conflictos, y con quin se posiciona, Mark Carney si ve cumplido su deseo de que Canad forme parte de la gran familia eurovisiva.



