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Clínicas clandestinas, fármacos ilegales y organizaciones criminales: el lado oscuro de la medicina estética en España

Autor: Pablo Garcia Santos

Este lunes, la Guardia Civil anunció que en una operación, conjunta con la Agencia Tributaria, había desarticulado una organización criminal. No se dedicaba al narcotráfico, sino a la importación, almacenamiento y distribución de medicamentos y productos sanitarios ilegales relacionados específicamente con la medicina estética. Sí, ha leído bien: una mafia que trafica con jeringuillas de ácido hialurónico, toxina botulínica y lidocaína, entre otros productos.

En total, han sido detenidas cuatro personas y 41 investigadas por 53 delitos contra la salud pública, estafa, intrusismo profesional y pertenencia a organización criminal. Entre los compradores de estos fármacos ilegales, se encuentran clínicas clandestinas y también hay algunas clínicas de estética “legalmente establecidas”.

Aunque la pregunta que tal vez se esté haciendo no sea quién los está comprando, sino por qué las organizaciones criminales han encontrado en la medicina estética “un nuevo tipo de delincuencia“, como señala a EL ESPAÑOL Sergio Fernández, vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), que también ha colaborado en la investigación. La respuesta es sencilla: “Les resulta muy rentable”.

#OperacionesGC | Investigadas 24 clínicas que realizaban tratamientos de medicina estética con sustancias ilegales

Empleaban toxina botulínica y otras sustancias importadas de Corea sin pasar los debidos controles sanitarios de seguridad en Europa y España

Han sido detenidas… pic.twitter.com/6W7ZgLO48Q

— Guardia Civil (@guardiacivil) February 3, 2025

Así es, los grupos organizados han visto el “interés económico” de un sector que ha experimentado un crecimiento sin precedentes en los últimos años debido a “la gran demanda” que existe actualmente. En España, casi el 47% de la población se ha realizado un tratamiento de medicina estética en 2023.

La motivación: el dinero

Los medicamentos y productos sanitarios aprehendidos en la última operación de la Guardia Civil procedían principalmente de la República de Corea. Es uno de los grandes productores, como refiere Fernández, quien sospecha que la red que existe no sólo trae los productos del país asiático ni tampoco es España la única que los está recibiendo.

Un agente de la Guardia Civil inspecciona el material incautado.

Un agente de la Guardia Civil inspecciona el material incautado. Guardia Civil Agencia Tributaria

Este tráfico de productos relacionados con la medicina estética le recuerda al que ya ha ocurrido con otros fármacos como, por ejemplo, las benzodiazepinas: “Al final, era muy difícil para el adicto conseguirlo a través del sistema público de salud y eso es lo que generó un mercado negro”.

En el caso de la medicina estética, también hay quien se somete a estos tratamientos por adicción. Y aunque la mercancía varíe, los métodos de llegada no parece que hayan cambiado: “Utilizan las mismas vías de entrada que los traficantes de drogas“. Esta entrada ilegal hace que en el mercado negro se consigan abaratar el coste de productos que “por vía ordinaria son caros”.

De ahí el precio tan económico que ofertan las clínicas clandestinas en España, donde algunos productos pueden costar hasta un 80% menos que en una acreditada. “Sin el IVA del 21% sumado a que el producto de base es mucho más barato hace que este tipo de centros sigan existiendo”, critica Fernández.

Según un estudio elaborado por la SEME, a partir de 1.501 entrevistas, el 65% de los procedimientos estéticos son realizados por profesionales no médicos, mientras que el 20% se llevan a cabo en lugares no regulados como peluquerías, domicilios o centros que no cuentan con la acreditación.

Aunque no hay un perfil claro de paciente, la motivación económica es el principal motivo por el que acuden a los centros clandestinos. Desde la SEME no encuentran otra explicación que sea lógica más allá del dinero, puesto que “quienes acuden no son conscientes de los riesgos que incurren sometiéndose a estos tratamientos”. Los productos que se utilizan en estos centros no tienen la trazabilidad adecuada.

Y, como se suele decir, lo barato sale caro. De las primeras consultas que reciben los facultativos, estiman que un 15% se debe precisamente a los efectos adversos. Estos pueden ir desde reacciones alérgicas como un edema o inflamación hasta problemas más graves como parálisis parciales de algún músculo o incluso necrosis.

La mejor forma para saber si una clínica puede realizar este tipo de tratamiento médico-estético es ir en busca de la U.48. Se trata de la licencia sanitaria con la que se identifican como centro sanitario autorizado por el Ministerio de Sanidad. En 2021, 6.305 centros contaban con esta licencia.

Moverse en la clandestinidad

La responsabilidad de que los centros clandestinos permanezcan con su actividad recae sobre la exigencia de la población, ya que los profesionales cualificados poco pueden hacer al respecto. Y es que, como explica el vicepresidente de la SEME, aunque denuncien un caso ante las Consejerías de Sanidad, “las administraciones no pueden personarse porque suelen ser domicilios“, por lo que requieren de una orden judicial.

Saber quiénes están detrás de estos centros clandestinos resulta una misión imposible ya que no constan en ningún registro oficial. Según explica Fernández, “en la mayoría de los casos, se trata de personal no autorizado que juega a ser médico“, replicando las técnicas sin ningún tipo de cualificación.

Lo que es indudable es que tienen que permanecer en la clandestinidad. Aunque esto no les impide poder anunciarse en redes sociales. Hay ocasiones en las que, a través de esos canales, anuncian al paciente el domicilio al que debe acudir el mismo día del tratamiento.

Estas intervenciones se reducen a aquellas en las que únicamente hacen falta “las manos y el producto”, ya que carecen de la tecnología necesaria para llevar a cabo otros tratamientos. Por tanto, los más demandados suelen ser mejorar las arrugas de expresión, pómulos, labios y rinomodelaciones.

Además de que las administraciones “se pongan mucho más las pilas” con estas irregularidades, Fernández cree que también es importante que la población se conciencie de que la medicina estética conlleva una serie de riesgos cuando no los hace un médico, como reclama la campaña ‘Tu cara ya no me suena’ que ha puesto en marcha recientemente la SEME.

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