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Cómo Francia y Reino Unido ponen su potencia nuclear al servicio de toda Europa

Autor: Autor Generico

Con la visita del presidente francés Emmanuel Macron al Reino Unido a principios de julio, ambos países reafirmaron su cooperación en materia de defensa, energía, grandes proyectos industriales y lucha contra los cruces ilegales del canal de la Mancha.

En tanto que únicas potencias nucleares de Europa, Gran Bretaña y Francia también firmaron la declaración de Northwood, en la que se comprometen a una planificación nuclear más estrecha y conjunta. Aunque ambos países llevan décadas cooperando con discreción en materia nuclear, es la primera vez que hacen tan explícita la dimensión europea de sus respectivas fuerzas disuasorias al declarar que “no existe ninguna amenaza extrema para Europa que no vaya a provocar una respuesta conjunta”.

Eso supone un importante cambio estratégico. Aunque Francia y el Reino Unido seguirán manteniendo el control total sobre sus arsenales nucleares, parece el primer paso hacia un paraguas nuclear europeo. Con Rusia empeñada en continuar la guerra en Ucrania y las dudas sobre el compromiso a largo plazo de EE.UU. con la seguridad europea, la declaración también envía a aliados y adversarios el mensaje decisivo de que Europa está dando por fin un paso al frente.

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Pruebas realizadas por Rusia de misiles con capacidad nuclear en el 2024. 

– / AFP

Sin embargo, esta renovada cercanía entre París y Londres no debe darse por sentada. Como señaló acertadamente el eminente historiador británico sir Lawrence Freedman, “una gran parte de la política exterior consiste en saber con quién se está tratando”. Desde el Brexit, los diplomáticos de ambos países han tenido muchas menos oportunidades de reunirse de manera informal (por ejemplo, en los márgenes de las reuniones del Consejo de la UE en Bruselas) para debatir asuntos internacionales e intercambiar opiniones. Los intercambios estudiantiles y profesionales también han disminuido. En los próximos meses y años, ambos gobiernos deberán invertir en unos lazos diplomáticos, culturales y educativos más amplios y garantizar que esa renovada asociación no se convierta en una fachada de cortesía, sino que sirva de base para una cooperación más profunda y duradera.

Una historia reciente complicada

Francia y el Reino Unido tienen en común mucho más de lo que están dispuestos a admitir. Cuentan con dos de los ejércitos más grandes y capaces de Europa y comparten una cultura estratégica similar. Son los únicos países europeos que poseen armas nucleares y un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Su alianza en materia de defensa viene de lejos: se formalizó en los tratados de Lancaster House del 2010 y se ha actualizado recientemente en julio del 2025. Sus embajadas y consulados tienen un tamaño similar, al igual que sus economías, con un comercio bilateral que alcanzó los 115.000 millones de euros en el 2024. Francia sigue siendo el principal destino de los turistas británicos. Se calcula que hoy residen en el Reino Unido alrededor de 150.000 ciudadanos franceses.

En teoría, la cooperación debería ser fácil. En la práctica, las diferencias políticas y estructurales la han trabado a menudo.

Entre el 2017 y el 2023, las relaciones alcanzaron su punto más bajo, tensionadas por las negociaciones del Brexit, los desacuerdos sobre las cuotas pesqueras, las disputas sobre el cruce de migrantes en Calais e incluso las críticas recíprocas sobre las estrategias de vacunación contra la covid de cada país. Esa rivalidad en otro tiempo amistosa se fue manifestando cada vez más en público y en internet, lo que limitó el espacio para el diálogo estratégico y complicó la colaboración práctica. Los ejemplos abundan, como cuando el presidente Macron calificó la vacuna de Oxford-AstraZeneca (la más administrada en el Reino Unido en el momento álgido de la pandemia) de “casi ineficaz” en personas mayores de 65 años. Otro momento bajo fue la decisión del primer ministro Boris Johnson de publicar en la red social Twitter (ahora X) una carta enviada al presidente Macron acusando a Francia de no hacer lo suficiente para reducir los flujos migratorios ilegales.

Los ejércitos francés y británico han entrenado conjuntamente a las tropas ucranianas y prevén actuar y coordinarse en caso de alto el fuego

Las alianzas informales también han reducido el espacio para posibles sinergias entre Francia y el Reino Unido. De modo tradicional, Londres se ha inclinado más hacia EE.UU., mientras que París se ha apoyado en su asociación con Alemania. Cuando las relaciones políticas han sido especialmente malas, esas otras alianzas han proporcionado a los dos países una conveniente excusa para desviar su atención hacia otros asuntos.

El retorno del sentido común

Tres acontecimientos importantes han contribuido a romper el hielo: la guerra en Ucrania, el regreso de Trump a la Casa Blanca y la promesa del Partido Laborista de restablecer las relaciones con la UE. Aunque la confianza París-Londres no se ha restablecido del todo, es lo bastante sólida como para producir resultados.

Ucrania (y no el fin de las negociaciones del Brexit) ha sido el verdadero catalizador. Aunque Londres consideró que las gestiones directas de Macron ante Putin al inicio de la guerra carecían en gran medida de sentido, ambos países han seguido coordinando su apoyo económico y militar a Ucrania. Ambos países han señalado a Rusia como la amenaza más grave para la seguridad europea y han desempeñado un papel clave en la coordinación de las sanciones europeas y del G-7 contra Moscú, junto con la Comisión Europea.

Durante los últimos tres años, los ejércitos francés y británico han entrenado conjuntamente a las tropas ucranianas y han desempeñado un papel fundamental en la coordinación del apoyo europeo a Ucrania en caso de alto el fuego. En el marco de la cumbre francobritánica de julio, el presidente Macron y el primer ministro Starmer acogieron nuevas conversaciones sobre su propuesta conjunta de una “coalición de voluntarios”: una presencia de seguridad compuesta por varios miles de soldados europeos que se estacionarían en Ucrania en caso de alto el fuego. Los dos dirigentes mantuvieron una conversación virtual con el presidente ucraniano Zelenski y los socios de la coalición, muchos de los cuales se habían reunido en Roma para una cumbre sobre la reconstrucción de Ucrania organizada por la primera ministra italiana Giorgia Meloni. Al celebrar ese debate durante su cumbre bilateral, el Reino Unido y Francia manifiestaron su compromiso duradero con Ucrania y la seguridad europea.

El tamaño de los arsenales de Francia (menos de 300 ojivas) y en el Reino Unido (menos de 250) contrasta con las 1.700 ojivas estratégicas de EE.UU.

El regreso al poder de Trump también ha acercado a París y Londres. Los cambios en la política y la retórica estadounidenses en torno a una mayor transferencia de las cargas han sembrado la incertidumbre sobre los compromisos de EE.UU. a largo plazo con la seguridad europea. Al mismo tiempo, los aranceles y la diplomacia transaccional han inyectado inestabilidad y desconfianza en las relaciones transatlánticas. La actualización de julio de los tratados de Lancaster House incluye ahora la planificación conjunta de operaciones cibernéticas y espaciales, así como un compromiso claro de reforzar la seguridad europea. Los países han prometido acelerar su “entente industrial” mediante la ejecución de proyectos industriales clave en materia de defensa centrados en capacidades críticas, como los misiles de crucero Storm Shadow del consorcio MBDA. Esas reformas tienen como objetivo explícito reforzar el pilar europeo de la OTAN y complementar la asociación de seguridad y defensa entre el Reino Unido y la UE.

La promesa del Partido Laborista de restablecer las relaciones con la UE también ha contribuido a consolidar la confianza. El acercamiento comenzó bajo el gobierno de Boris Johnson. Por ejemplo, Liz Truss, su ministra de Exteriores, se convirtió en el primer miembro del gabinete británico en asistir tras el Brexit a un Consejo de Asuntos Exteriores de la UE para debatir sobre Ucrania. (Paradójicamente, como primera ministra, se negó después a decir si Macron era amigo o enemigo del Reino Unido.) Las relaciones continuaron mejorando bajo el mandato de Rishi Sunak, quien supervisó el restablecimiento de la cumbre francobritánica en marzo del 2023, tras una pausa de cinco años.

Sin embargo, ha sido la elección de Keir Starmer lo que realmente ha marcado la diferencia. Poco después de ganar las elecciones, el nuevo primer ministro acogió la Comunidad Política Europea, una iniciativa de Macron para reunir a los dirigentes de la UE y de países no pertenecientes a ella para debatir los retos a los que se enfrenta Europa. Esa cumbre, junto con el compromiso de Starmer de mejorar las relaciones con la UE, sentó las bases para los anuncios de julio del 2025.

Un paso decisivo para Europa

La cumbre francobritánica del 2023 tenía como objetivo mostrar unidad y renovar la confianza. La cumbre de este año se ha centrado en cuestiones de fondo. En retrospectiva, no solo ha cumplido con las expectativas, sino que también ha supuesto un paso importante en la contribución francobritánica a la seguridad europea; en particular, en el ámbito nuclear.

La extensión a Europa de la disuasión nuclear estadounidense ha sido desde la guerra fría una parte fundamental de las garantías de seguridad de EE.UU. a Europa. Todos los sectores del espectro político estadounidense la consideran una parte fundamental de la postura estratégica de su país y la mejor manera de reducir las posibilidades de guerra en diversas partes del mundo. Aunque EE.UU. no ha reconsiderado hasta ahora su papel en esa disuasión nuclear extendida a los aliados de la OTAN (que incluye varios cientos de ojivas nucleares estadounidenses estacionadas en Europa desde la década de 1950), no faltan motivos de preocupación. La ambivalencia del propio Trump con respecto al principio de defensa colectiva recogido en el artículo 5 y también sus llamamientos a la reducción del apoyo estadounidense a Europa han suscitado una inquietud real entre los aliados europeos de la OTAN y una presión creciente sobre Francia y el Reino Unido para que amplíen su disuasión nuclear.

Mapa UE OTAN

La defensa en el seno de la OTAN (sus miembros se dibujan en color azul y lila) depende en gran medida de EE.UU. 

La Vanguardia

En febrero, poco antes de las elecciones anticipadas alemanas, Friedrich Merz, ahora canciller de Alemania, declaró: “Tenemos que debatir con los británicos y los franceses si el reparto nuclear, o al menos la seguridad nuclear del Reino Unido y Francia, también podría aplicarse a nosotros”. Macron respondió días después, afirmando su disposición a “abrir el debate” y subrayando que la doctrina nuclear de Francia siempre ha integrado una dimensión europea en sus intereses vitales. A pesar de que el Reino Unido forma parte del acuerdo de reparto nuclear de la OTAN, la respuesta británica fue más moderada.

La contribución de Francia y el Reino Unido a la postura nuclear global de la Alianza Atlántica ha sido reconocida oficialmente desde la cumbre de Ottawa de 1974. Sin embargo, aunque refuerza la disuasión nuclear de EE.UU., no puede sustituirla por completo.

El tamaño de sus arsenales (menos de 300 ojivas en Francia y menos de 250 en el Reino Unido, según se cree) contrasta enormemente con las 1.700 ojivas estratégicas de EE.UU. y está estrictamente adaptado para permitir a los dos países la respuesta a un ataque contra “sus intereses vitales”.

Además, mientras que las ojivas estadounidenses estacionadas en Europa son una capacidad nuclear aerotransportada, el arsenal del Reino Unido es principalmente marítimo y terrestre. Solo Francia cuenta con un componente nuclear aerotransportado. Y, por otra parte, la doctrina de ninguno de los dos países apoya el estacionamiento de armas nucleares en el extranjero.

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El auge de las protestas contra las armas nucleares (en la imagen una en el 2017 en Berlín) ha dado paso al rearme general por el contexto bélico internacional. 

Britta Pedersen / AP

También se plantea la cuestión de la coordinación. La fuerza disuasoria del Reino Unido está asignada de modo explícito a la defensa de la OTAN, pero Francia no participa en el grupo de planificación nuclear de esa organización. Con todo, hay indicios de cambio: en el 2022, un avión cisterna italiano participó por primera vez en unas maniobras nucleares francesas, lo que podría presagiar una mayor participación europea en futuras maniobras.

La declaración de Northwood es significativa porque abre la vía para debatir formalmente la “dimensión europea” de la planificación nuclear del Reino Unido y Francia. Aunque aún quedan por ultimar los detalles, no cabe duda de que esa iniciativa refuerza la postura defensiva global de Europa. Si se lleva a cabo correctamente, es probable que fomente una mayor solidaridad dentro de la Alianza y envíe a Rusia y otros adversarios la señal clara de que Europa está unida.

El camino por recorrer

Europa se enfrenta a múltiples amenazas simultáneas: una crisis de seguridad tras la guerra de Rusia contra Ucrania y el cuestionamiento por parte de Trump de las garantías a largo plazo de EE.UU. a Europa; un reto de competitividad económica, sobre todo ante las guerras arancelarias de EE.UU. y el exceso de capacidad de China; y la intensificación de la polarización política interna. Eso hace que la cooperación francobritánica no solo sea aconsejable, sino también necesaria. Hoy, el tándem francobritánico vuelve a estar operativo, pero ¿por cuánto tiempo?

Tanto Macron como Starmer se enfrentan a importantes retos internos. Macron se encuentra en su segundo y último mandato, y las encuestas indican que la extrema derecha podría llegar fácilmente a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2027. En las últimas elecciones presidenciales, la candidata de extrema derecha Marine Le Pen hizo varias declaraciones sobre el Reino Unido y afirmó que no dudaría en cortar el suministro energético si el Reino Unido se negaba a permitir el acceso de los barcos pesqueros franceses a sus aguas. Pese a lo que algunos puedan pensar en el Reino Unido, Le Pen no sería una buena noticia para las relaciones francobritánicas.

Starmer, aunque recién elegido, se mueve también por un terreno económico y político difícil. Al igual que París, el Gobierno británico ha prometido más gasto público en defensa, industria y bienestar social, pero aún no ha encontrado la fórmula para hacerlo sin que se dispare la deuda. Los recortes en el gasto han sido recibidos con furia dentro del Partido Laborista, mientras que los nuevos impuestos han provocado que muchos de los británicos más ricos abandonen el país.

Pese a todo, tras años de distanciamiento, el Reino Unido y Francia han hallado un terreno común. La oportunidad es real, y la reciente cumbre francobritánica ha mostrado lo que se puede hacer si el pragmatismo prevalece sobre los meros gestos. El reto ahora es mantener el impulso en los meses y años venideros.

Georgina Wright es investigadora sénior del Fondo Marshall Alemán de EE.UU.

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