
En un mundo en el que a menudo dominan el individualismo y el interés propio, el concepto de benevolencia sirve para recordar que todos estamos interconectados y la importancia de velar por el bienestar de los demás y no solamente por el de uno mismo. Ser bondadoso sin esperar nada a cambio es una de las mejores cualidades que una persona puede tener en la vida, y en muchas ocasiones no se le da la importancia que realmente tiene.
Las personas que se comportan de forma benevolente a menudo afirman sentirse felices y realizadas. Esto se debe a que ayudar a los demás, cuando se hace de corazón, es una experiencia profundamente satisfactoria, tanto para quien es amable, como para el que recibe el buen gesto. De hecho, hay estudios que confirman que ser amable de corazón con otras personas tiene amplios beneficios psicológicos.
Aunque pueda parecer mentira, hay otras muchas personas a tu alrededor que también quieren hacer el bien y no tienen intenciones ocultas. Quizás no son mayoría, pero las hay. Y crear un entorno positivo, con personas amables que también quieran hacer el bien, será diferencial a la hora de conseguir ser feliz, o al menos estar más cerca de serlo. Porque, ¿se puede ser feliz fastidiando al resto? Lo más probable es que no.
Precisamente por esto no se trata de ser benevolente porque sí, sin ningún tipo de límite. Esto solamente generaría situaciones en la que alguien se podría aprovechar. Así que la amabilidad y la bondad se tiene que reservar para aquellos que lo merecen y aprecian los gestos bonitos. Si no es así, simplemente hay que ser educado y poco más, ya que intentar hacer buenas obras para alguien que no las tiene en cuenta puede ocasionar frustración, confusión y resentimiento de forma injusta en aquellos que tratan de obrar correctamente.
Cómo poner en práctica la benevolencia
Para ser una persona benevolente hay que trabajar algunas cosas como aceptar que la perfección no existe, que no juzgar a los demás de forma continua, tener en cuenta las emociones y sentimientos de las otras personas o saber pedir perdón y reconocer los errores. Y hacer este esfuerzo realmente merece la pena, sobre todo hoy en día, que parece que penaliza ser buena persona.
Cultivar la benevolencia es relativamente sencillo y puede hacerse de muy diversas maneras. Estas son algunas formas de practicar la benevolencia en tu vida diaria:
Ofrece tu tiempo o tus servicios: la práctica más sencilla de la benevolencia consiste en ofrecer tu tiempo o tus servicios a alguien que pueda necesitarlo. Puede ser a un familiar que lo está pasando mal, alguien que no conoces o incluso a alguna asociación.
Sé amable con los desconocidos: ser buena persona sin esperar nada a cambio no tiene por qué limitarse a tu entorno más conocido. También puede extenderse a los desconocidos. Hay pequeños gestos como abrir la puerta a alguien, dejar un eurillo de propina al camarero que te ha atendido o simplemente sonreír cuando un dependiente te da tus bolsas. Es importante no ser intolerante con los demás y, sobre todo, ser empáticos.
Escucha a los demás: a veces es tan simple como estar al lado de alguien que necesita que se le escuche porque está pasando un mal momento. Ser ese hombre de apoyo es una gran manera de cultivar la benevolencia.
Proponte un objetivo semanal: se pueden plantear, por ejemplo, la realización de tres actos de generosidad que se deben cumplir sí o sí. De esta manera, habrá un compromiso que fomentará la benevolencia.
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