Tarde-noche revuelta en Coruña, que cambiaría por completo en cuanto entramos en el Coliseum con el cartel que lideraban Bad Religion para celebrar su 45 aniversario, junto a Belvedere, Crim, Strung Out y Agnostic Front. Si hace tres años ya estuvimos celebrando las cuatro décadas al pie del cañón de los californianos, esta vez tampoco podíamos faltar. Una banda de su calibre lo merece.
Belvedere abrieron fuego con muchísimas ganas. Ante una audiencia todavía algo escasa —como por desgracia es habitual—, pero eso no les desanimó en absoluto. Los canadienses repartieron leña a base de bien: punk rock melódico, partes más cañeras, en un set breve pero intenso. Es más, si me preguntasen, de todos los teloneros fueron los que más cómodos se sintieron sobre el escenario. Aunque el público fuese reducido, el que había estaba entregadísimo. Tanto, que acabó cayéndose un tío encima de mí surfeando un público algo inexistente para sostenerlo.
Crim fueron una de las sorpresas más gratas de la noche. Los de Tarragona se salían de la línea californiana del resto del cartel, apostando por un sonido diferente, con letras combativas y mucha conciencia de clase. Su bolo fue adrenalina pura, con pocas palabras y un frontman frenético. Aprovecharon su justa media hora para demostrar por qué son una banda de la que cada vez se habla más.
Strung Out, ya desde las pruebas de sonido, apuntaban maneras con su contundencia y empaque. Banda mítica, de lo mejor que dio el punk rock de los 90, ofrecieron un show muy memorable. La energía del vocalista para conectar con el público y atraparlo es verdaderamente envidiable. El recinto ya estaba mucho más lleno y el público con muchísima energía que liberar en el pit. Fue uno de esos conciertos que se pasan en un suspiro. Una pena que fuese tan corto, pero sin duda: directazo.
Agnostic Front era uno de los platos fuertes de la noche, y los neoyorquinos no se anduvieron con rodeos. Desde el primer minuto desplegaron su arsenal de hardcore y actitud callejera, con un Vinnie Stigma en plan estrella absoluta: carismático, entrañable y desatado. Roger Miret, por su parte, tiró de voz, presencia y verdad. Porque eso es lo que tienen Agnostic Front: autenticidad a raudales.
My Life My Way, Old New York, Victim in Pain, For My Family o Gotta Go sonaron como auténticos cañonazos. Les daba todo igual, en el mejor de los sentidos. Lo suyo fue un directo de los que se recuerdan con una sonrisa y dolor de cuello al día siguiente. Remataron con una versión acelerada del Blitzkrieg Bop de Ramones, por si a alguien le quedaban fuerzas en las piernas. Clásicos eternos ya convertidos en leyendas, que siguen vivos y demostrándonos cómo se hace encima de un escenario.
Y con Bad Religion llegaba la hora. Son el equilibrio perfecto entre energía, melodía y elegancia… En serio: es verdaderamente envidiable ver a estos tipos sobre el escenario sonando así de increíbles, con esa energía y complicidad. Sin más, arrancaron con Recipe for Hate. Con dos acordes ya se notaba: el sonido fue nítido, potente y equilibrado. Pudimos disfrutar de un concierto a la altura de lo que se espera de unas leyendas así.
A lo largo de unos 80 minutos, Graffin y los suyos ofrecieron una clase magistral de música. Lo fácil habría sido tirar solo de los grandes hits, pero no: hubo de todo. Repasaron prácticamente toda su carrera, demostrando que incluso sus discos menores contienen joyas dignas del directo.
Modern Man, Generator, Struck a Nerve, You, No Control, 21st Century Digital Boy… una detrás de otra, sin tregua. Cada tema coreado como un himno. Cada riff, cada armonía vocal, cada pausa, perfectamente medida. Lo suyo fue una celebración, sí, pero también una reivindicación: Bad Religion siguen ahí, como uno de los más grandes.
Y mientras otras bandas legendarias se despiden o se arrastran por los escenarios, ellos siguen firmes, girando, escribiendo, tocando como si llevasen 5 años en esto, en vez de 50. Porque se puede rendir homenaje a tu música de forma digna, con el cariño y el esfuerzo que merece.
Aunque no seas el más fan, si los ves entenderás por qué hay gente que los adora, los corea y los lleva en su vida para siempre.
Cuando llegue el 50 aniversario, si seguimos en pie, ahí estaremos. Porque si algo ha quedado claro es que esta gente es imbatible.