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Miradas opuestas de la película “Un lugar en silencio: Día uno” | Cine y series | La Voz del Interior

Autor: Javier Mattio

A favor: El ruido y la furia

Por Jesús Rubio

El gran logro de Un lugar en silencio: Día uno es que su guionista y director, Michael Sarnoski (Pig), hace una precuela incluso mejor que las dos anteriores, por el simple hecho de que logra mantener el misterio de los extraterrestres invasores con apenas tres personajes y la trama de supervivencia que ya conocemos, sumergiéndonos de nuevo en ese mundo apocalíptico en el que no se puede hacer ningún ruido.

La economía narrativa es la principal virtud y el director apuesta exclusivamente por el suspenso desesperante, atenuado por breves momentos de descanso y de diálogos que brindan información de los personajes.

Es decir, Sarnoski se las arregla de manera efectiva con los pocos elementos de la puesta en escena, favorecida por las incorporaciones de un gato (el único que no hace ruido) y de Eric, el personaje de Joseph Quinn que se une a Samira, la protagonista enferma de cáncer interpretada por Lupita Nyong’o.

Además, el director no recurre a la explicación ni al subrayado, errores que comenten algunas películas cuando intentan aclarar el motivo de la amenaza o del villano.

Acá se mantiene el misterio de la llegada de los alienígenas porque lo que importa es el miedo que produce la situación y cómo los personajes se dan cuenta de que la clave está en no hacer ruido (ahí reside su potencia y su gracia, no en el motivo de los extraterrestres).

La película es también el viaje de Samira, quien quiere llegar a ese lugar donde alguna vez fue feliz para morir en paz. Y es una película comprometida con el género, sin divagues ni adornos, en la que la protagonista enfrenta a los villanos a pesar de que sabe que va a morir, porque de lo que se trata es de ayudar a los demás.

La desesperación cuando los bichos les respiran en la nuca a los personajes, en una ciudad de Nueva York devastada, es un ejemplo de construcción de atmósfera y de suspenso. Aun siendo una tercera parte (y el inicio de la saga), la película logra mantener la tensión y el nerviosismo, con un final liberador, contundente y efectivo.

En contra: Oídos sordos a la saga

Por Javier Mattio

Sin hacer ruido, Un lugar en silencio (2018) encontró en el sonido y en su ausencia una manera ingeniosa de revitalizar el alicaído género de la invasión extraterrestre.

La película de John Krasinski hizo latir un órgano con frecuencia desestimado en el cine y más aún en las estruendosas películas catástrofes, dando cuenta de un recato independiente y algo experimental que emparentó al filme con hallazgos auditivos recientes como Berberian Sound Studio o El sonido del metal.

La fábula de supervivencia mutaba en devenir sensible en esa escapatoria en la que la familia encabezada por el propio Krasinski debía evitar el ruido para salvarse de los alienígenas, y en donde el sigilo y la falta de diálogos se recibían como un apocalíptico aire fresco.

Todo esto perdió gracia en la secuela de 2020, que estiró la consigna para caer en el lugar común que su antecesora tan bien había subvertido.

Un lugar en silencio: Día uno retrocede las cosas a la llegada de los invasores y cambia de actores y de director para hacer de cuenta que la historia puede volver a contarse.

La franquicia que ya sin inocencia busca hacer saltar la taquilla se camufla en filme indie al convocar al realizador Michael Sarnoski, que además de exhibir un apellido y un tono parecido al de Krasinski viene de generar cierto batiburrillo de culto con Pig (2021), un drama oscuro en el que Nicolas Cage hacía de un misántropo que emprendía el rescate de su chancho.

Esa seña solitaria y nihilista se desplaza ahora al personaje de Samira (Lupita Nyong’o), una enferma terminal cuyo tierno gatito Frodo bien podría equivaler al cerdo de Pig.

Sarnoski hace oídos sordos a la consigna de la saga para contar su propio relato, una parábola post-pandemia en donde el volver a sentir el sabor de una pizza ayuda a redescubrir el sentido de la existencia.

Las citas a Amanecer de Octavia Butler y a Feeling Good de Nina Simone confirman ese carácter secretamente esperanzador del filme, que hace así asomar su tenue sol a expensas de haber acallado el turbio silencio para siempre.

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