Las alucinaciones de la mujer que ha hecho historia en las Barkley Marathons: “Estuve a punto de desmayarme”

• La ultrarunner británica Jasmin Paris se convierte en la primera mujer en terminar la carrera de resistencia más dura del mundo
• 3 corredores consiguen terminar la Barkley Marathons 2023
• Albert Herrero, el español en la infernal Barkley Marathons

A Jasmin Paris, una veterinaria británica de 40 años, profesora de la Universidad de Edimburgo y madre de dos hijos, le gusta ser pionera y que se le conozca por ello. En 2019 se convirtió en la primera mujer en ganar la Montane Spine Race, una carrera de 431 kilómetros en Inglaterra, y ahora, cinco años después, ha inscrito su nombre para siempre en la historia de Barkley Marathons, una carrera sin señalizar de unos 170 kilómetros y 16.500 metros de desnivel positivo –dos Everest– en menos de 60 horas, un reto que en 35 años de historia solo habían logrado una veintena de personas, todos hombres.

“Todavía encuentro emocionante desafiarme a mí misma, sobre todo cuando no sé si puedo hacer algo. Suena un poco cursi, pero también te conoces más cuando dejas de lado todo lo que hace la vida más fácil“, resume Paris en una entrevista con The Guardian, en la que reconoce que se sintió “a punto de desmayarse” cuando estaba cerca de alcanzar la meta en 59 horas, 58 minutos y 21 segundos, a menos de dos minutos de no poder cumplir su objetivo, que la convirtió en la finalista más lenta de la historia, que suena negativo pero es mucho: más de 1.000 corredores –poco más de una treintena al año– han intentado derrotar a las Barkley Marathons y solo el 2% no han sido derrotados por el circuito de la montaña de Frozen Head, en Tennessee, Estados Unidos.

“El problema no son las 100 millas, sino el terreno. Al comienzo subimos una pendiente tan empinada que mi pie se resbalaba hacia abajo, hubo un par de lugares donde tuvimos que arrastrarnos por el suelo sobre las barrigas y otro tramo lleno de zarzas que destrozó nuestras piernas“, relata sobre la dificultad de un circuito que se completa por intuición. Paris tenía la experiencia de dos intentos anteriores y no quería tener que volver sin acabarla. “Cuando me faltaban ocho minutos, pensé que no podría lograrlo. Me quedaba un kilómetros cuesta arriba y estaba desesperada, pero me decía ‘si no lo logras, tendrás que hacerlo de nuevo'”, recuerda.

Paris lleva meses con un estricto régimen de entrenamiento para completar la hazaña. Se levantaba a las 5 de la mañana para aprovechar las escasas tres horas hasta que se despertaran sus hijos y tuviera que irse trabajar. Corrió hasta 145 kilómetros a la semana, que alcanzaron casi 200 si le sumaba los tramos de caminar, practicó desniveles de 12.000 metros semanales en colinas o máquinas de escaleras y trabajó la fuerza en el gimnasio para fortalecer las rodillas.

Eso no impidió que en las casi 60 horas de carrera, de las que solo pudo dormir durante tres minutos y comer pasta, avena, arroz con leche, bananas, sándwiches, pepinillos y pizza, una mezcla de dulce y salado durante un recorrido sin apenas parones, sufriera alucinaciones. “En carreras como estas siempre veo animales. Había árboles que parecían un león o un perro grande o cerdos acostados hasta que me acercaba. También vi muchas personas con impermeables negros escalando mi misma subida todos con una atmósfera siniestra”, relata.

Más allá de las pasadas que juega la mente cuando manda el agotamiento, la falta de descanso y la escasa alimentación, Paris se queda con lo que le da la montaña en situaciones menos extremas. “Es la sensación de estar en la naturaleza, habiendo dejado atrás la civilización y sintiendo la perspectiva y la calma”, concluye.