En vulcanología, una falla es una fractura en la corteza terrestre de la que emerge el magma. En Nueva York, el malestar acumulado en una urbe en la que los precios de la vivienda y los alquileres son prohibitivos, el transporte impracticable y el cuidado de los niños una aventura de riesgo ha emergido de pronto y ha puesto en la cima a Zohran Mamdani. Todo ello gracias a ese gran acelerador de la política americana que es Donald Trump.
Si las elecciones hubieran sido en Iowa, quizás el malestar se lo habría apropiado Trump. Pero en una ciudad multirracial como Nueva York, en la que las heridas por las políticas migratorias del presidente están a flor de piel, el éxito se lo ha llevado el candidato que más se parece a sus votantes. Mamdani ha capturado ese descontento que el Partido Demócrata, partido de la izquierda, pero también de la elite meritocrática, no sabe muy bien qué hacer con él.
El nuevo alcalde de Nueva York concita todos los demonios del establishment y la derecha global
Su victoria supone un reto para la dirección de un partido que lleva años sin dirigirse a la clase trabajadora. ¿Podrá el partido de Barack Obama y Kamala Harris desentenderse de la victoria en Nueva York? ¿O se reorientará hacia una coalición más amplia en la que quepan todas las sensibilidades, también las que representa el alcalde de Nueva York?
Hoy empieza el trabajo duro para Mamdani. Saber cómo cumplir lo prometido (transporte público gratis, ayudas a la vivienda y los alquileres) y al mismo tiempo evitar el infierno fiscal que le pronostican las finanzas en una ciudad que vivió en 1975 una dolorosa bancarrota. Saber si esa elite, a la que “amenazó” en su día con nuevos impuestos, está dispuesta a pactar con él (porque le molesta todavía más la figura de Trump) o, como vaticinan los republicanos, se llevarán patrimonio y empresas a Florida o a Texas.
La clave está en los pasos que dé en los próximos días su gran adversario, Trump, que lo ha calificado de “comunista”. Ahora averiguaremos si está dispuesto a congelar los fondos a la ciudad y si será capaz de mandar la Guardia Nacional a la ciudad insurgente. Una opción esta última que algunos caracterizarían como el principio de la guerra civil en América (una posibilidad que todos, salvo los más exaltados, quieren dejar en una metáfora).
La victoria de Mamdani no es una excepción en un mundo en el que el Sur Global se ha colado en las grandes ciudades. Sadiq Khan es musulmán y alcalde de Londres desde el 2016 sin que la City se haya visto afectada por ello. Pero en Nueva York, donde la desigualdad es más lacerante, es diferente. Michael Bloomberg, Bill Ackman, o Alex Karp, entre otros magnates de las finanzas y la industria militar, han donado grandes sumas de dinero para frenar a Mamdani.
La derecha israelí ha ido todavía más allá. Califica a Mamdani de “candidato de Hamas” por sus pasadas declaraciones sobre Gaza (habló de genocidio), después matizadas. Y el ministro de la Diáspora, Amichai Chikli, ha pedido a los judíos de Nueva York que abandonen la ciudad.
Peter Thiel, fundador de Palantir, y auténtico “papa negro” de Silicon Valley, artífice del resurgir católico más reaccionario en ese mundo, lleva meses advirtiendo de la llegada del apocalipsis. En su versión más candorosa lo había encontrado en Greta Thunberg, la activista por el medio ambiente. Ahora ya no debe buscar más. El apocalipsis era Mamdani.



