Algo antes de su fallecimiento en 1608, Pablo de Céspedes, humanista, pintor y también racionero de la Catedral de Córdoba, escribió un pequeño ensayo titulado Discurso sobre la antigüedad de la catedral de Córdoba, y cómo antes era templo del Dios Jano. En este texto, Céspedes defendía el supuesto linaje cristiano del solar y de las propias piedras de la Mezquita de Córdoba, convertida en iglesia mayor en 1236.
No es casual que esta reclamación coincidiera con la última fase de construcción de la nueva nave de la catedral, que se revestía por entonces de lenguaje clásico. Céspedes respondía a una tradición anticuaria sobre este edificio, iniciada en el último tercio del XVI por el reverenciado Ambrosio de Morales, que ofrecía una lectura humanista que compatibilizaba la admiración por la fábrica islámica y su interpretación como contenedor de restos clásicos.
Hay, sin embargo, una diferencia. Para Morales, la Mezquita de Córdoba nunca dejó de ser una construcción levantada por los musulmanes, por más que al tiempo fuera testimonio de la grandeza de la Córdoba romana a través de los restos clásicos que guardaba. Sin embargo, Céspedes, que era más desacomplejado, diríamos hoy, dio un paso fundamental al postular, ya no solo que había preexistido una fábrica romana en el solar de la Mezquita de Córdoba sino que aquel templo de Jano era el lugar donde comenzó el cristianismo en Occidente. Y, más aún, que los propios mejores sillares de la Mezquita eran evidencias arqueológicas de su fundación.
El punto de partida de la argumentación de Céspedes eran dos miliarios romanos, que mencionaban la existencia de un templo dedicado a Jano Augusto. Después, pasaba a un análisis arquitectónico de la Mezquita de Córdoba que le servía para alegar que parte de sus muros eran romanos y, con ello el edificio quedaba como un templo del mundo clásico parcialmente restaurado y ampliado por los musulmanes. Tras esto, un tercer paso situaba la fundación fuera de la predecible esfera romana y determinaba que algunas de sus partes eran de mayor antigüedad.
Origen de la Mezquita de Córdoba según el cristianismo de la Edad Moderna
Establecida la datación arqueológica de los sillares en Roma o Cartago, Céspedes remataba la argumentación con un análisis de fuentes literarias que le llevaba a postular la identificación de Jano con Noé; esto permitía dar el salto al cristianismo primitivo.
Pretendía que el templo fue fundado tras el Diluvio, por los descendientes del patriarca. Estos, tras llegar a Córdoba navegando por el Guadalquivir, «determinaron hazer aquí su assiento i descanso, cumpliendo lo que votos habían prometido, haziendo templo i altar al potentíssimo Iano, conviene a saber a Dios de Noé, su siervo, éste fue el principio del santuario i magnificentíssimo templo que el día de oi, restaurado en diversas vezes, es singular edificio por su grandeza i multitud de colunas entre cuantos mira el sol en la redondez de la tierra». El envite de Céspedes asentó una mirada sobre la Mezquita de Córdoba que buscaba su desislamización, bajo un ropaje de genealogía clásica y cristiana.
Durante la Edad Moderna, sólo Pedro Díaz de Ribas se atrevió a contradecirlo, apuntando a la falta de argumentos históricos serios en su razonamiento. El resto de los autores, y sobre todo los cercanos al Cabildo, mantuvieron el postulado de la genealogía de Jano/Noé como el mejor disfraz para la evidente naturaleza islámica de la Mezquita de Córdoba.
En 1744, uno de ellos, Tomás Fernández de Mesa, ofrecía una datación precisa para el templo de Jano: concluía que habían transcurrido 2.384 años desde su fundación. De ellos, solo 347 correspondían a los musulmanes. Frente a la rotundidad de la arquitectura visible, se reducía la identidad islámica a apenas un fin de semana, podríamos decir, en la historia de un monumento naturalmente cristiano, algo anacrónico hoy y que no se corresponde con la investigación que lleva a cabo el Cabildo junto con la Universidad de Córdoba.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.