El Carbrook Golf Club es un lugar único en el mundo. Además de jugar al golf en un terreno impresionante, sus visitantes han disfrutado durante dos décadas de una atracción excepcional: uno de los lagos del circuito estaba habitado por tiburones lamia. Unas inundaciones devastadoras arrastraron a seis jóvenes ejemplares desde un río cercano que se desbordó. Y allí se quedaron por un largo tiempo, hasta que otro desborde del río los devolvió al lugar de donde vinieron.
Por muy extraño que pueda parecer, estos depredadores se asentaron en el lago durante un largo periodo de tiempo, lo que ofreció además una lección de biología marina: esta especie puede vivir en ambientes con bajo contenido de agua salada de forma indefinida.
Inédito
El grupo de tiburones llegó a vivir 17 años en el club de golf debido a una inundación
Los tiburones llegaron accidentalmente al Carbrook Golf Club tras unas inundaciones
Esta singular historia comenzó en 1996, cuando unas inundaciones en la zona arrastraron a seis ejemplares de tiburón toro al lago próximo al hoyo 14. Una vez que las aguas retrocedieron, los tiburones se vieron rodeados de colinas y golfistas, algo que dificultó su salida.
Gracias a la fauna del lago y a la comida proporcionada por el personal del club, los tiburones acabaron pasando 17 años en él. Desafortunadamente, uno de ellos fue capturado de forma ilegal, y el resto desapareció tras otro episodio marcado por fuertes inundaciones.
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Este fenómeno casual demuestra lo que muchos científicos veían venir: los tiburones lamia (Carcharhinus leucas) pueden vivir de forma indefinida en ambientes acuáticos de baja salinidad y eso hace posible que puedan encontrarse en hábitats de agua dulce y salobre.
A pesar de que la idea de convivir con tiburones pueda parecer aterradora para muchos, lo cierto es que los golfistas del Carbrook Golf Club los apreciaban: “Todos los miembros aquí adoraban a los tiburones”, señala Scott Wagstaff, gerente del club. Asimismo, se recomienda no bañarse en aguas próximas a inundaciones para no llevarse un mal trago, ya que nunca se sabe qué se puede encontrar.
