Ante una Plaza de San Pedro inusualmente abarrotada –más de 35.000 fieles, según ha informado la Santa Sede–, las palabras del Papa Francisco resonaron este Domingo de Resurrección por boca del cardenal Angelo Comastri, arcipreste emérito de la Basílica vaticana y encargado de presidir la Eucaristía en ausencia del Pontífice.
El Sucesor de Pedro, cuyo estado de salud le ha impedido asistir a ninguna de las celebraciones del Triduo Pascual, se hizo presente a través de la homilía, preparada por él. «Hermanos y hermanas, esta es la esperanza más grande de nuestra vida: podemos vivir esta existencia pobre, frágil y herida, aferrados a Cristo, porque Él ha vencido a la muerte, vence nuestras oscuridades y vencerá las tinieblas del mundo, para hacernos vivir con Él en la alegría, para siempre», señalaba el Santo Padre.
Sí había podido el Pontífice recibir a primera hora de la mañana al vicepresidente de Estados Unidos, el católico J.D. Vance, que ya había participado en la liturgia del Viernes Santo en la basílica de San Pedro y mantenido «un intercambio de opiniones» con el Secretario de Estado Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, el Sábado Santo.
La liturgia del Domingo de Resurrección, ya habitualmente rica de simbolismo, contó con varios momentos de especial significado por la coincidencia en la celebración de la Pascua católica y ortodoxa.
Así, comenzó con la apertura del icono del Santísimo Salvador y el canto del «Aleluya», entonado de nuevo tras su ausencia durante la Cuaresma, continuó con la proclamación de lecturas en ruso, y del Evangelio en latín y griego (como modo de unir las tradiciones religiosas de oriente y occidente), e incluyó el canto del Stichi y Stichirà de la liturgia bizantina, antiguamente interpretado ante el Romano Pontífice.
Cristo no es «un héroe del pasado»
La homilía del Pontífice se ha centrado en la importancia de buscar a Cristo «en cada situación de la vida». «La muerte no lo ha podido retener –indicó en su sermón–, ya no está envuelto en el sudario, y por tanto no se le puede encerrar en una bonita historia que contar, no se le puede reducir a un héroe del pasado, ni pensar en Él como una estatua colocada en la sala de un museo».
Al contrario, a Jesús resucitado «hay que buscarlo, y por eso no podemos quedarnos inmóviles. Debemos ponernos en movimiento, salir a buscarlo: buscarlo en la vida, buscarlo en el rostro de los hermanos, buscarlo en lo cotidiano, buscarlo en todas partes menos en aquel sepulcro», indicó el Papa en su homilía.
El Santo Padre recordó que el actual Jubileo de la Esperanza, por él mismo convocado, «nos llama a sumergir en ella nuestros sufrimientos e inquietudes, a contagiar con ella a quienes encontramos en el camino, a confiarle a esta esperanza el futuro de nuestra vida y el destino de la humanidad». Y pidió «no aparcar el corazón en las ilusiones de este mundo ni encerrarlo en la tristeza».
Presencia del Papa en el Urbi et orbi
Minutos después de concluida la misa, tal y como se había especulado, el Pontífice sí apareció en el balcón central de la logia vaticana, para la bendición Urbi et orbi. Visiblemente sofocado, casi sin voz, el Santo Padre deseó una «feliz Pascua a todos», e impartió su bendición a los fieles, aunque su mensaje tuvo que ser leído por el maestro de ceremonias del Vaticano, monseñor Ravelli.