Categoria:

Entre el asfalto y las emociones: “Correr se convierte en una forma de vida”

Autor: F autor

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE EL LIBERAL Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO

Por Neri Cazasola.

Correr pasa un poco por luchar con ese monstruo que está en nuestro interior y que a veces nos dice que debemos parar y no seguir. No termina siendo el mejor resultado detenernos y tampoco es un disfrute a largo plazo. Pero el ánimo se detiene los primeros cinco segundos cuando decidimos estancarnos o decidimos movernos.

El cuerpo, por más que pide, la que manda es la cabeza. Ponernos las zapatillas y salir sin más, antes de que esos pensamientos nos hundan en el letargo. Entonces, sería algo así como “mover el cuerpo para sanar el alma y sentirnos mejor” al final del día.

El profesor santiagueño Carlos Lescano, experto en entrenamiento de atletismo, runner aficionado y formador de grandes atletas, ilustra cómo el running puede ayudarnos a rejuvenecer el alma en momentos de adversidad.

“Correr no es sólo el arte de movernos, también es decidir pelear con aquellos pensamientos que nos estancan, que nos adelantan a los hechos que aún no sucedieron. Detener nuestros miedos, sonreír más seguido y ante la adversidad. Y no hay edad. Podemos empezar hoy con sesenta, setenta, treinta o catorce años. El secreto está en empezar porque ya después la competencia es con vos mismo y se siente mejor”, dice con entusiasmo. Él formó a grandes profesionales del atletismo de la Provincia, y en una charla amena sobre la relación del running con las emociones, explicó que más allá del boom del deporte en Santiago, detrás hay un trasfondo que muchos relacionan como “algo terapéutico y sanador quetiene esta práctica deportiva”.

“Si caminamos cinco o diez minutos, hasta donde se pueda, ya es empezar. No importa si el cuerpo te va a doler luego. Nos estamos demostrando que emocionalmente estamos enteros, competimos con nosotros mismos. Conozco gente de sesenta años, o de más edad, que salen a correr. Los veo en el Parque Aguirre, en las competencias. Los pongo de ejemplo porque en este deporte no hay límites de edad. Lo vamos a practicar hasta que ya no podamos movernos más. De pronto, correr se convierte en una forma de vida”, explica emocionado Carlos.

La escritora Leila Guerriero, en su libro Zona de Obras, coincide con él. Ella dice que pasa jornadas de catorce a dieciséis horas escribiendo y cuando levanta las persianas se pone sus zapatillas, auriculares y sale a correr media hora: “Para mí, trotar por el asfalto es como el Caribe; la vereda, en cambio, es Mar del Plata con tormenta, es una guitarra que desafina. Es como si fueras carpintero y hubieras terminado una mesa. Me gusta salir a correr y listo. Es mi manera de ver la escritura: disciplina, voluntad, ascetismo. Corro, de hecho, para dejarme llevar, para perderme. Corro porque cuando empiezo a correr no sé qué va a pasar, hacia dónde van a ir mis pensamientos ni, en ocasiones, mis piernas”.

En concordancia con lugares a donde nos movemos, Lescano asegura que dentro del running el ambiente es ameno. A veces esa sana competencia, te eleva a desafiarte. “Ahora tenemos un circuito de ‘Vida Sana’ en la ciudad de Santiago del Estero. Hay lugares que te cambian el ánimo mientras vas corriendo y el entorno lo potencia porque está el compañero que se pone al lado a correr con vos cuando te falta aire e ímpetu. Sales a trotar por la Costanera, miras espacios como el Estadio Único y ese día negativo que te tocó vivir se te olvida o tu actitud ya es otra. La incomodidad quedó atrás.

Vas descargando y al final respiras con otra energía más positiva. Pero podemos correr en una plaza, en el parque, al aire libre, porque la idea es salir para despejarnos y al final sentirnos más plenos”, detalló el atleta de la escuela Gustavo Reimundi.

Haruki Murakami contrasta el prejuicio aquel de que salir a correr sólo es aburrido y duro. No. Detrás de esa soledad hay un disfrute. Durante toda su vida hizo un paralelismo entre la escritura y el running porque ese deporte potencia su oficio. “Tal vez parezca un poco estúpido que alguien de mi edad deje constancia por escrito y a estas alturas de lo que ahora comentaré, pero, para dejar claras las cosas, debo decir que soy más bien de los que prefieren estar solos. O, para expresarlo con mayor precisión, yo soy de esos a los que no les produce tanto sufrimiento el hecho de estar solos. Correr cada día completamente solo durante una hora no me resulta especialmente duro ni aburrido. Ciertamente cuando corro, los días que hace frío pienso un poco en el frío. Los días que hace calor pienso en el calor. Cuando estoy triste pienso en la tristeza y cuando estoy alegre pienso en la alegría. Mientras corro, simplemente corro. Sin embargo, esos pensamientos que afloran en mi mente mientras corro, que penetran en mi espíritu, en definitiva, no son más que meros accesorios del vacío”, escribe en el libro “De qué hablo cuando hablo de correr”.

En otras de las analogías de la literatura, amasar el pan -como ilustra Guerriero en Teoría de la Gravedad- parece la imagen de esa abuela que con certeza sabe que, al terminar, todo estará mejor. Lo amasará con indiferencia, con ira, con ambición, pensando en otra cosa.

Pero seguirá amasando. Lo hará en los días fríos, con sol, con lluvia, con humedad. Amasará con o sin receta, con el corazón hechos pedazos, con recuerdos, pensando en los muertos cercanos, con llanto en los ojos. Lo hará con cansancio. Con empeño y con ferocidad. Eso, que también es como la escritura que dice Leila Guerriero, es muy parecido a correr. No hay mucha diferencia.

Por qué corro

(Por Neri Cazasola)

Corro para que, al terminar, me duela el cuerpo. Para sentirme cansado, rendido… y así poder descansar. Dormir mejor. Amanecer distinto. Corro porque me ayuda a pensar —y a veces, simplemente, a vaciarme. En cada metro, en cada zancada, me estoy venciendo. Me estoy desafiando. Peleo contra mí mismo hasta llegar al tramo que me propuse al principio. Y cuando cruzo ese umbral, siento un alivio limpio, reconfortante. Una luz que me inunda desde los pies hasta la frente.

Todo empieza con una lucha silenciosa frente al espejo. Esa conversación muda: “Andá. Esforzate. No te detengas hasta cumplir tu meta.” Como en la vida. Dura, sí. Pero también hermosa.

Mientras corro, me armo objetivos cortos: “Llego al próximo cruce”, “Sigo hasta ese poste de luz”, “Mantengo el ritmo hasta que la voz del celular me diga que completé los cuatro kilómetros.” Y entonces, aunque el cuerpo duela, gusta. Gusta el ardor. Gusta el peso en las piernas, las puntadas en los tobillos, en la ingle. Gusta porque es prueba de que te ganaste. A vos. A ese otro que te dice “no vas a poder”.

La primera carrera no sé bien cuándo fue. Siete, ocho años atrás. Tal vez más. Pero sí recuerdo la sensación. Lo que algunos describen cuando se enamoran: cosquillas en la panza. Mariposas. Algo así. Hubo inviernos en los que no salía a correr. Pero eso lo superé el año pasado, armándome de herramientas para salir con cinco, seis grados. Corría a la siesta, a la tarde, a la noche. A veces, de madrugada. El frío golpeaba, pero no me detenía hasta cumplir mis cuarenta minutos.

Corro en las plazas, en los cruces de avenida, en las colectoras de la Circunvalación, en la cancha de mi pueblo, por las calles de mi barrio. Con el celular atado al brazo, auriculares puestos, y una app avisándome los minutos por kilómetro. Eso me ayuda a mejorar, a exigirme, a compararme conmigo. Y aunque a veces pierda, no importa. El esfuerzo queda.

Empecé a correr para curar el dolor. Para poner en blanco la cabeza. Para no pensar. Para combatir el estrés, el insomnio, la falta de apetito. Para dejar de fumar. Para salir menos de noche, para bajar de peso, para rendir mejor en los exámenes. Y ahora, tantos años después, corro simplemente porque me gusta. Porque disfruto ese rato en soledad, dando vueltas en una plaza, en una rotonda, en cualquier calle donde pueda ser yo.

Cuando corro siento que el cuerpo se limpia. Que el cerebro respira. Y si la noche anterior me desvié de ruta, mientras corro voy despidiendo esos desechos corrosivos que se acumulan sin aviso.

Corro. Y voy a seguir corriendo. Con entrenador o sin él. Aquí o donde sea. Porque esos minutos son míos. Me conectan con lo que soy. Me ayudan a mirar de frente a ese monstruo interno —ese bicho de odio, bronca, recelo— que todos cargamos y que, si no lo controlamos, nos come desde adentro. Yo prefiero correrlo. Vencerlo.

Y por eso corro: para que no me gane. Para no dejar que eso me encierre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar también
medina-cantalejo:-“se-va-a-jugar-la-final-de-la-copa-del-rey”
Deportes

Medina Cantalejo: “Se va a jugar la final de la Copa del Rey”

M. CARMEN TORRES Y A. RIVERO Actualizado 25/04/2025 – 21:12CEST Medina Cantalejo, presidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA), aseguró esta noche que la final de la Copa del Rey de mañana sábado se disputará, pese al plante del Real Madrid.  A su llegada a la cena oficial organizada por la RFEF y a la que

Leer Más >>
santander-pide-incentivos-fiscales-sobre-los-dividendos-para-impulsar-la-inversin-en-empresas
Economía y Negocios

Santander pide incentivos fiscales sobre los dividendos para impulsar la inversin en empresas

Ve “urgente” la creacin de “incentivos que fomenten la participacin minorista en los mercados europeos de capitales”. Santander reclama incentivos fiscales sobre los dividendos para impulsar la inversin en empresas en Europa, segn ha sealado Jos Antonio lvarez, vicepresidente del banco y anterior consejero delegado. Tras abandonar su puesto de nmero dos en 2023, lvarez

Leer Más >>

¿Quieres hablar con nosotros en cabina?

Nuestros Horarios en el Estudio:

9am a 11am | 12m a 1pm | 4 a 5 pm | 5 a 6pm

horario del pacifico