Las nuevas restricciones migratorias del presidente Donald Trump han sacudido a la comunidad cubana en Estados Unidos, especialmente a quienes aún sueñan con reunirse con sus familias o comenzar una nueva vida lejos del autoritarismo y la escasez.
Las reacciones son encontradas, y aunque algunos cubanos justifican las medidas por razones de seguridad nacional, otros las ven como un nuevo muro que obstaculiza esperanzas largamente acariciadas.
A partir del lunes 9 de junio, los ciudadanos cubanos que intenten ingresar a Estados Unidos con visas temporales, como visitantes o estudiantes, o que estén en proceso de residencia, enfrentarán obstáculos más altos.
Cuba fue incluida por la administración Trump en la lista de países con restricciones parciales de viaje, bajo el argumento de que no coopera adecuadamente con las autoridades estadounidenses y es un “estado patrocinador del terrorismo”.
En Kentucky, donde residen más de 60,000 cubanos, las medidas han provocado un debate a flor de piel. Darién Berríos, quien salió de Cuba en 2007, apoya la decisión de Trump.
“Tenemos que hacer algo al respecto, porque Cuba ha mandado mucha gente en los últimos años para servir al régimen desde Estados Unidos”, dijo a la cadena WAVE News. “Primero tenemos que cuidar de nuestro hogar, y luego de los demás”.
También María Teresa Rodríguez, refugiada cubana desde 2009, considera acertada la inclusión de Cuba en la lista. “Cuba no coopera con nadie, a menos que haya una ventaja para su gobierno. Son enemigos de la humanidad por todo lo que hacen contra su pueblo”, sentenció.
Ambos coinciden en que no se trata de desprecio hacia los suyos, sino de una medida “necesaria” para proteger al país que ahora los acoge. “No tengo nada contra mi gente”, aseguró Berríos, “pero esto es por seguridad”.
Luis Barrero, un cubano en Miami, se mostró más matizado. “Yo opino que un venezolano y un cubano no tienen que estar de visita a Estados Unidos cuando tienen una dictadura tan grande en su país. Deben concentrarse más en la dictadura que en pasear”, dijo a BBC Mundo.
Sin embargo, diferenció entre los casos de turismo y los de asilo. “Si viene como asilo político es una cuestión diferente. Ahí sí estoy en desacuerdo [con restringir]”.
“Esperaron años, y ahora tienen que esperar más”
No todos están de acuerdo. Para Alberto, otro cubano residente en Miami, la noticia es un golpe duro para quienes en la isla aún sueñan con emigrar legalmente. “Esa es la política del presidente Donald Trump, y hay que respetarse, ¿no? Bueno, esa noticia es importante para los cubanos que están en la isla. Imagínate, eso es como tirarle un cubo de agua fría”, declaró a BBC Mundo.
Julián Padrón, también residente en Miami, fue contundente en su planteamiento. “Yo soy cubano y opino que este es un país libre y es un país de migrantes, pero no creo que deben de ponerle la restricción”.
El abogado de inmigración Duffy Trager criticó duramente las restricciones y advirtió sobre su impacto humano. “Hay personas que llevan décadas esperando su oportunidad legal de entrar. Y ahora, si les toca el turno y tienen una visa válida, simplemente no podrán entrar. Esto podría alargarse otros tres años y medio o más”, lamentó.
Según datos citados en la proclama presidencial, Cuba tenía una tasa de permanencia ilegal del 7,69% con visas de turismo y del 18,75% con visas de estudio. Pero Trager señala que la medida castiga indiscriminadamente a muchos que sí cumplen con las reglas, y deja sin efecto años de sacrificio.
Las nuevas reglas contemplan algunas excepciones como son los cónyuges e hijos menores de 21 años de ciudadanos estadounidenses, así como ciertos casos especiales como deportistas que compitan en eventos internacionales. Sin embargo, para la mayoría de los solicitantes cubanos, el panorama se ha vuelto mucho más incierto.
En definitiva, la proclamación de Trump ha dejado al descubierto, también, una dolorosa fractura dentro de la diáspora cubana, donde se encuentran los que, habiendo logrado llegar, defienden medidas más estrictas; y en otro punto, quienes aún esperan una oportunidad, viéndose ahora atrapados entre dos países que les cierran las puertas.
En medio de esta tensión, lo que queda claro es que el exilio cubano sigue marcado por el trauma, el miedo y la lucha por la supervivencia. Para unos, la prioridad es proteger su nuevo hogar; para otros, es no olvidar que también ellos fueron, alguna vez, los que golpearon la puerta buscando refugio.