El satélite Sentinel-1D, la última misión radar del programa europeo Copernicus, se lanzará mañana desde la Guayana Francesa, siempre que las condiciones meteorológicas lo permitan. Con su puesta en órbita, Europa refuerza su sistema de observación terrestre más ambicioso y garantiza la continuidad de una serie de datos sin precedentes que ya monitorizan la meteorología, el cambio climático y la gestión de emergencias.
Ramón Torres Cuesta, director del proyecto Sentinel-1, presentó la misión desde el centro de control de la ESA durante una conferencia con medios internacionales. “Sentinel-1D es único con respecto a todas las misiones de radar de alta resolución”, avanzó el ingeniero. Su voz combinaba emoción y precisión, fruto de dos décadas siguiendo la evolución de esta familia de cuatro satélites que ha revolucionado la observación de la Tierra.
Una continuidad de datos imprescindibles
Sentinel‑1D será lanzado al espacio por el cohete Ariane 6 desde el puerto espacial europeo de Kourou, en la Guayana Francesa. Sustituirá a su predecesor, Sentinel‑1A, lanzado en 2014 y aún operativo tras once años de servicio, y se unirá a Sentinel‑1C (lanzado en diciembre de 2024) para formar una constelación de dos satélites. “El radar no se ve afectado por la hora del día ni por la iluminación solar y es completamente transparente a las nubes o a la lluvia”, explicó Torres. Gracias a su ciclo de observación cada seis días, los sistemas de alerta, agricultura y gestión de emergencias podrán disponer de datos siempre actualizados.
Esta observación continua y libre de interferencias meteorológicas convierte a Sentinel-1D en una de las herramientas más precisas del mundo para monitorizar movimientos del terreno, dinámica de glaciares, niveles de agua e impacto de desastres naturales. Hasta ahora, las misiones Sentinel han permitido cartografiar la deformación del suelo tras el terremoto de Turquía de 2023, así como mapear con gran detalle las zonas inundadas durante la DANA en Valencia y seguir la actual evolución del huracán Melissa en el Caribe.
El huracán Melissa captado por la misión Sentinel-3 el 26 de octubre de 2025 mientras avanzaba a través del mar Caribe hacia Jamaica
ESA
Ciencia libre y de mayor precisión
Financiado esencialmente por la Comisión Europea, Sentinel-1D hereda el legado de sus predecesores, pero añade mejoras decisivas. “El Sentinel C y el D llevan la adición del sistema AIS, la Automática Identificación de Sistemas, que captura datos de barcos en tiempo real”, detalló Torres. Esa mejora permite detectar embarcaciones sospechosas o de piratería “que tienen el sistema apagado de forma ilegal, o aquellos que están dando una información falsa”.
Buques detectados por el satélite Sentinel-1 entre 2017 y 2021. En azul, los identificados públicamente; en naranja, los no registrados, que representan cerca del 75% de la flota pesquera industrial mundial
ESA
El nuevo radar también ofrecerá una sensibilidad tres decibelios superior, lo que ampliará su capacidad para distinguir detalles sobre la superficie terrestre. Esa mejora abrirá nuevas aplicaciones “en la identificación de cultivos, el estado de los bosques o la humedad del suelo, esencial para aplicaciones agrícolas”, detalla el director de la misión.
Un rasgo clave de la misión Sentinel-1 es la libre accesibilidad de los datos que lo convierte en un modelo de retorno económico. Gracias a esta política, cualquier usuario —científico, empresa o aficionado— puede descargar imágenes radar y transformarlas en productos de valor añadido. “El desarrollo de Copernicus es con dinero del contribuyente, pero repercute en datos que se utilizan para generar valor añadido y beneficio económico”, subrayó Torres.
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La Vanguardia

España tiene un papel relevante en la misión, tanto en la fabricación de sistemas críticos como en el segmento de datos y servicios. Entre las empresas y centros españoles que participan se encuentran Thales Alenia Space España, SENER Ingeniería y Sistemas, RYMSA Espacio, EADS CASA Espacio y GMV, así como grupos científicos como los de Carlos López Martínez, de la Universidad Politécnica de Cataluña, y Juan M. López Sánchez, de la Universidad de Alicante.
Un radar que escucha el pulso del planeta
Durante la presentación, Torres mostró ejemplos de la potencia de esta tecnología: la medición del desplazamiento de un puente en Oslo “cada seis días en milímetros”; la velocidad de los glaciares en Groenlandia; o el seguimiento de campos de arroz en Vietnam, cuyo rendimiento “influye en la economía mundial por el efecto de los monzones”, explicó.
Respondiendo para La Vanguardia sobre la contribución de la misión a la vigilancia climática, Torres confirmó que Sentinel-1D es una herramienta clave para el seguimiento del cambio climático. “Es uno de los objetivos de Sentinel-1 y se está haciendo continuamente, principalmente sobre los casquetes polares”, afirmó. Las mediciones del radar permiten detectar variaciones en la masa de hielo y en la estabilidad de las plataformas glaciares, datos fundamentales para calibrar los modelos climáticos globales.
En 2021, el Sentinel-1 presenció el desprendimiento del iceberg A-74 de la plataforma de hielo Brunt en la Antártida
ESA
El director de la misión destacó también la importancia de mantener la accesibilidad universal a los datos. “Cuando hablo de cobertura global, es cobertura global”, sentenció. Sin embargo, matizó dos excepciones: “En el mar de China las autoridades no permiten el uso del sistema AIS a los barcos”, respondió para La Vanguardia. El satélite podrá seguir observando la zona, aunque algunos buques no transmitan su posición. En cuanto a Corea del Norte, “lo único que no se puede es acceder a los datos desde una dirección IP que provenga del país”.
Esa transparencia y apertura hacen de Sentinel-1D un instrumento de cooperación científica internacional. “La misión Sentinel-1 es realmente una historia de éxito”, concluyó Torres. Con el lanzamiento de este satélite, Europa no solo renueva su mirada sobre la Tierra, sino que consolida una forma de hacer ciencia pública, precisa y continuada, que convierte cada órbita de 90 minutos en una nueva fotografía del planeta vivo.



