Crítica de El salto, retrato de un problema que perdura

La denuncia social no es ajena al cine español y es habitual encontrar cada año algunas películas centradas en las voces y circunstancias de los más desfavorecidos. En esta ocasión, Benito Zambrano (Solas, La voz dormida, Intemperie…) es quien dirige El salto, una historia que cuenta lo que ya sabemos, pero también lo solemos olvidar.

Benito Zambrano es un nombre conocido en nuestra cinematografía desde que Solas irrumpió en la salas de cine en 1999, y no ha dejado de trabajar desde entonces en largometrajes de diverso índole. Ahora vuelve con un proyecto arriesgado en diversos aspectos que van más allá de lo político.

Los nombres son un imán para la taquilla y en El salto se opta por dar protagonismo a actores desconocidos para el grueso de los espectadores. Estos dan testimonio de las duras vivencias que sufren algunos emigrantes, los que carecen de dinero, viviendo en nuestro país y en la travesía para venir.

La historia no sorprenderá a nadie: Ibrahim, un sinpapeles que trabaja en una obra y espera un hijo, es detenido en un control de la policía. Sin posibilidad de defenderse ni demostrar arraigo, primero es trasladado a un CIE y luego expulsado de España.

Él intenta volver para estar con su pareja, quien avanza en el embarazo. Es engañado por mafias, amenazado casi se sube a una patera y acaba en uno de los campamentos que hay cerca de la valla, donde centenares de iguales también esperan su momento.

Los riesgos, el hambre, la violencia policial, la desesperación… Todo esto se muestra durante los 90 minutos que dura El salto y que sirven como adelanto de lo que se espera que llegue: el intento de saltar la valla. Más bien las distintas vallas que separan España y Marruecos.

Entre los personajes que se encuentra o le acompañan, también se narran las vivencias de Aminata, una chica que quiere intentar el salto, algo especialmente difícil para las mujeres, y que se lo repiten en diversas ocasiones.

Sufrir durante los 90 minutos

Tal como habrás podido imaginar, El salto no narra nada novedoso, sino que se sustenta en la emoción de la travesía y un elenco de actores que suma nombres nóveles con otros que han tenido recorrido internacional: Moussa Sylla en Lupín, Nansi Nsue en The Mallorca Files y Kosta: The Paradise…

Estos transmiten sufrimiento con sus interpretaciones y la cámara de Zambrano aporta ante todo verdad. Una realidad que incomoda durante todo el metraje y que traslada también una sensación complicada al espectador, quien sabe que cumplir el objetivo significará alcanzar una situación que también distará de ser feliz.

En esto último es hábil el guion al comenzar por lo que suele ser el final en las películas, la vida en España, para describir tras media hora el camino posterior para intentar volver.

El salto es una película interesante en diversos aspectos y conoce sus puntos fuertes y desventajas, algo que se nota en el modo de colocar y mover la cámara en función del momento. Aunque en lo que serían los clímax narrativos se nota que no alcanza los objetivos deseados.

Es posible que el dolor o la falta de sorpresa desanimen al gran público, pero seguramente es sabido que no estamos ante un largometraje que apueste por ser un gran éxito, aunque sí será rentable a nada que sus virtudes atraigan a los que están preocupados por la realidad que se vive a nuestro alrededor.