Manifestante con bandera de Georgia.

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  • Autor, Paul Kirby
  • Título del autor, Editor digital para Europa en Tblisi

Noche tras noche, los georgianos llenan la amplia avenida central que pasa por el Parlamento, en tal cantidad que apenas hay espacio para moverse, ni en la calle ni en la acera a ambos lados.

Llegan a la avenida Rustaveli envueltos en banderas, el azul y el dorado de la Unión Europea y el rojo y el blanco de la Cruz de San Jorge, y acusan a su gobierno, cada vez más autoritario, de abandonar su futuro europeo para regresar a la esfera de su vecino ruso.

El partido gobernante, Sueño Georgiano, niega fervientemente cualquier vínculo con el Kremlin, pero sus acciones de los últimos días han planteado grandes preguntas sobre el futuro de este país con Occidente.

El partido no sólo ha vivido un amargo enfrentamiento con la UE, sino que también acaba de ver a Estados Unidos suspender la asociación estratégica con Georgia, lograda con tanto esfuerzo.

En un país de apenas 3,7 millones de habitantes, estos son tiempos peligrosos y trascendentales. Un partidario del Sueño Georgiano dijo que su país se encontraba al borde del abismo.

Durante la noche, los silbidos y el sonido de las vuvuzelas se ven interrumpidos ocasionalmente por el crepitar de los fuegos artificiales de los manifestantes dirigidos hacia el imponente edificio del Parlamento y la policía antidisturbios que hace guardia con cañones de agua y gases lacrimógenos.

Manifestante con casco de moto, cara cubierta y una bandera de la Unión Europea.

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Pie de foto, Las protestas se han sucedido durante casi una semana.

Agente de la policía vestido con camuflaje militar, casco y chaleco antibalas con un arma larga en la mano de la que sale una enorme llamarada tras apretar el gatillo y dejar salir una bomba lacrimógena.

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Pie de foto, Un agente de policía de las fuerzas especiales dispara gases lacrimógenos contra los manifestantes proeuropeos.

Las manifestaciones continúan todas las noches desde el jueves 28 de noviembre. En las primeras cuatro jornadas, la policía esperó hasta el amanecer antes de entrar a recuperar la calle por la fuerza, pero el lunes 2 de diciembre por la noche avanzó mucho antes y empujó a los manifestantes hacia otros lugares.

La policía denuncia que ha contabilizado más de 110 heridos entre sus propios efectivos.

Mientras, más de 300 personas han sido arrestadas desde que estallaron las protestas masivas. Y ha surgido un número cada vez mayor de relatos que denuncian ataques violentos por parte de la policía, los manifestantes detenidos denuncian haber sufrido palizas y graves heridas en la cara y la cabeza, según abogados, y decenas de reporteros de televisión han sido atacados.

“El nivel de gente a la que han perseguido y los golpes que han recibido, hasta el punto de tener que ser tratadas en hospitales, es algo que nunca antes se había visto aquí”, afirma Lasha Dzebisashvili, profesor de Política en la Universidad de Georgia.

Manifestantes con las caras tapadas frente a fuegos en la calle.

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Pie de foto, El defensor de los derechos humanos de Georgia, Levan Ioseliani, afirma que la policía ha cometido actos de “brutalidad”.

El defensor de los derechos humanos de Georgia, Levan Ioseliani, afirma que la policía ha cometido actos de “brutalidad” y ha abusado de su autoridad con impunidad. Los partidarios del gobierno sostienen que la policía ha sido objeto de ataques intolerables con piedras y fuegos artificiales.

Sin salida evidente

Se trata de una crisis constitucional sin salida evidente, a menos que una de las partes se dé su brazo a torcer. ¿Reculará el gobierno o las protestas se apagarán bajo la presión de la policía?

“No habrá negociaciones”, sentencia el primer ministro Irakli Kobakhidze, afirmando sin fundamento que las protestas están financiadas desde el extranjero.

Una pareja dice que saldrá a manifestarse todas las noches de diciembre hasta que Sueño Georgiano cambie de rumbo y convoque nuevas elecciones para borrar la votación de hace poco más de un mes, empañada por una serie de infracciones que van desde sobornos hasta votaciones múltiples.

Ambas partes acusan a la otra de carecer de legitimidad.

Por un lado, están los manifestantes, apoyados por la presidenta de la República de Georgia, la prooccidental Salomé Zourabichvili, así como cuatro grupos de oposición. Sostienen que el gobierno del primer ministro Irakli Kobakhidze, recién formado, es ilegítimo y que la oposición no entrará en el Parlamento debido a las “elecciones falsificadas”.

Nika Gvaramia se encuentra en una plataforma en la sede de su partido en el centro de Tbilisi, a poca distancia de las protestas masivas.

Pie de foto, Nika Gvaramia dice que la elección que enfrentan ahora los georgianos es crítica para su futuro.

Por otro lado, el partido gobernante, Sueño Georgiano, afirma que ganó la votación de manera justa e insiste en que la presidenta Zourabichvili, que tiene un carácter meramente ceremonial, no tiene legitimidad. Su mandato está a punto de expirar, así que desde el partido se preguntan por qué es ella quien planea quedarse para mantener la estabilidad.

Mientras tanto, la vecina Rusia observa con atención, comparando los acontecimientos con el “Maidan” de Ucrania, cuando su impopular presidente fue derrocado por manifestantes pro-UE en febrero de 2014 y las tropas rusas y sus representantes entraron para apoderarse de partes del país.

“No a Rusia”

“Estamos perdiendo nuestro país”, dice Nika Gvaramia, líder de la oposición de la alianza Coalición para el Cambio.

Y los georgianos se enfrentan a una dura elección entre una Georgia europea o pro Rusia.

Mientras habla, las protestas están en pleno apogeo a la vuelta de la esquina de la sede de su partido, y sus colegas muestran un video de cámaras de seguridad tomado dentro de su vestíbulo hace unos días donde se muestra a un manifestante siendo golpeado por la policía.

“Estamos sacudiendo a este gobierno. Las manifestaciones continuarán tanto tiempo como sea necesario. No tenemos otra opción. Es una lucha de liberación. Sabemos contra quién luchamos, y es con Rusia”.

Las palabras “No a Rusia” aparecieron pintadas en enormes grafitis negros frente al edificio del Parlamento durante el fin de semana y se puede encontrar el mismo tipo de mensaje en las paredes de todo Tbilisi con distintos grados de contundencia.

Es un mensaje que, aquí, conlleva diferentes significados.

Las leyes altamente controvertidas de Sueño Georgiano dirigidas a la sociedad civil y a los grupos LGBT de este año han sido tildadas de “al estilo ruso” y antidemocráticas.

El primer ministro georgiano, Irakli Kobakhidze, ofrece una conferencia de prensa en Tbilisi.

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Pie de foto, El primer ministro georgiano, Irakli Kobakhidze decidió “no incluir la cuestión de la apertura de negociaciones con la Unión Europea” en su agenda de gobierno.

La presidenta Zourabichvili ha calificado la victoria electoral de Sueño Georgiano como una operación especial rusa. Y, tras eso, hubo un escándalo cuando se supo que un ruso llamado Alexander Malkevich, que había creado una red de propaganda en el este de Ucrania ocupada, había recibido acreditación para cubrir la votación.

Pero nada de eso prueba la injerencia rusa, aun cuando el multimillonario impulsor del partido, Bidzina Ivanishvili, hizo su dinero en la banca y el acero en Rusia, y cuando los críticos creen que aún debe tener contactos allí.

Un alto cargo del partido Sueño Georgiano le dijo a la BBC en octubre que Georgia había dicho no a Moscú hace mucho tiempo y que la oposición estaba usando la “carta de Rusia” para atacar a su partido.

Conociendo un poco la historia de Georgia, ningún gobierno sería tan estúpido como para empezar a pensar en eso”, dijo Maka Bochorishvili. Rusia libró una guerra con Georgia hace apenas 16 años.

Bochorishvili, parte del partido Sueño Georgiano, es ahora ministra de Asuntos Exteriores de Georgia, el nuevo rostro de la diplomacia de ese país.

Contra un nuevo “Maidan”

El momento decisivo para Georgia y su relación con Occidente llegó el jueves pasado 28 de noviembre, cuando el primer ministro Kobakhidze declaró que el gobierno había “decidido no incluir la cuestión de la apertura de negociaciones con la Unión Europea” en la agenda durante los próximos cuatro años.

En cuestión de horas, el presidente ruso, Vladimir Putin, aprovechó sus comentarios.

“Admiro su coraje y carácter, que demostraron al defender su punto de vista”, dijo, subrayando que Rusia no tiene ninguna relación directa con Tbilisi.

Kobakhidze incluso ha utilizado el mismo tipo de lenguaje que el Kremlin, acusando a la oposición de planear una revolución al estilo del “Maidan” ucraniano.

Sin embargo, su argumento era que la policía georgiana se aseguraría de que eso no ocurriera.

Thomas de Waal, especialista en el Cáucaso de Carnegie Europe, cree que es un error ver cualquier tipo de amistad cercana con Rusia.

“Es una relación comercial, no hay una relación diplomática. Hay cosas que suceden entre bastidores, pero tienen más miedo de Rusia que ganas de unirse a ella”.

Sea cual sea el alcance de los contactos, Moscú seguramente prefiera en el poder al partido Sueño Georgiano, que en poco tiempo ha destruido los vínculos de Georgia con la Unión Europea y Estados Unidos.

La presidenta georgiana, Salomé Zurabishvili, dando una conferencia de prensa.

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Pie de foto, La presidenta georgiana, Salomé Zurabishvili, calificó la victoria electoral de Sueño Georgiano como una operación especial rusa.

Las protestas nocturnas aún no muestran señales de amainar, a pesar de que las temperaturas caenn casi bajo cero y aún no hay indicios de una resolución.

Georgia ha visto protestas antes, pero no como éstas, afirma Lasha Dzebisashvili. Funcionarios públicos de todos los ámbitos han firmado cartas y peticiones, y varios embajadores han dimitido, entre ellos, el de Georgia en Estados Unidos, lo que supone un claro golpe para el partido gobernante.

El largo tramo de la avenida Rustaveli es donde se desarrollará esta historia frente al Parlamento en Tbilisi, pero las protestas también se están sintiendo en otras ciudades y pueblos, incluidos Batumi y Poti en el Mar Negro, Zugdidi en el noroeste y Kutaisi.

El domingo por la noche, una gran multitud de manifestantes se reunió frente a la emisora pública, exigiendo que se le dé a la presidenta Zourabichvili tiempo en antena, en lugar del habitual espacio progubernamental.

Esto no ocurrió y poco a poco los manifestantes marcharon hacia el centro de la capital, deteniendo el tráfico y coreando “Georgia, Georgia”.

Nika Gvaramia y sus compañeros líderes de la oposición creen que la salida clara es la celebración de elecciones libres y justas, no bajo la comisión electoral existente sino bajo los auspicios de la Unión Europea y Estados Unidos. “Si Sueño Georgiano está seguro de haber ganado las elecciones, hagamos unas nuevas”.

Esto parece muy poco probable, ya que requeriría una admisión implícita de que la votación original fue injusta.

Levan Gigineishvili, profesor universitario y partidario de Sueño Georgiano, cree que sólo hay que esperar a que haya un nuevo presidente en Estados Unidos: “Una gran salida sera que [Donald] Trump llegue al poder y entonces todo cambiará”.

Pero queda mucho para el 20 de enero y este pequeño Estado del Cáucaso no ocupará un lugar destacado en su agenda.

A su vez, el sector empresarial de Georgia, por ejemplo, no estará contento con un estancamiento prolongado ni con que el gobierno perjudique de forma duradera sus vínculos con Occidente.

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