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Cómo transformar la medicina con IA

Autor: Junaid Nabi

Hace poco me di cuenta de que estaba llegando tarde al aeropuerto para un vuelo internacional; como no hablaba el idioma local, utilicé una aplicación de traducción que me permitió transmitirle al conductor del taxi la urgencia de la situación y, con otra función vinculada con la cámara, entender las señales viales (con lo que pude saber por dónde íbamos, en tiempo real).

Este es solo un ejemplo de la forma en que las innovaciones digitales, especialmente la inteligencia artificial, están cambiando el mundo. Según estudios recientes que muestran que los modelos de IA ya son capaces de identificar las señales tempranas de complicaciones de salud como la sepsis, esas tecnologías también están preparadas para revolucionar la medicina.

Estos rápidos avances tecnológicos también ponen de relieve lo urgente de regular la IA. La Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea, cuya aprobación está prevista para el segundo semestre del 2024, es un claro ejemplo. Esta ley pionera clasifica los sistemas de IA según su riesgo y prohíbe explícitamente las aplicaciones de riesgo alto (como la evaluación de los ciudadanos y el reconocimiento de emociones, que amenazan la seguridad personal, las libertades civiles y la gobernanza democrática).

También resalta la importancia de la transparencia y la explicabilidad para que los usuarios puedan acceder a información sobre las decisiones tomadas con IA.

La ambiciosa legislación de la UE ofrece un buen punto de partida para las conversaciones mundiales sobre cómo no usar la IA, pero, considerando el enorme potencial de estas tecnologías para transformar la atención sanitaria, es igual de crucial explorar cómo se pueden usar para ampliar los aspectos de la medicina más centrados en los humanos.

En primer lugar, la IA tiene el potencial de aumentar la compasión en la medicina. Por ejemplo, un estudio reciente publicado en la revista JAMA Internal Medicine comparó las respuestas de ChatGPT sobre cuestiones vinculadas a la salud con las provistas por médicos humanos.

Es interesante que un panel de profesionales de la salud certificados prefirieron las respuestas de ChatGPT el 79 % de las veces, porque consideraron que mostraban una mayor empatía con los pacientes. En estudios anteriores se demostró que una mayor empatía y compasión mejoran los resultados para los pacientes y aceleran su recuperación.

En los últimos años, los proveedores de atención sanitaria se han visto cada vez más sobrepasados por las tareas de gestión y administrativas, que limitan su capacidad para establecer una buena relación de comunicación clínica con los pacientes. Esta “carga documental” suele llevarlos al agotamiento y perjudica la calidad de la atención.

Las plataformas con IA podrían ofrecer respuestas automatizadas a las preguntas de rutina, programar las citas y gestionar la documentación, optimizando así los procesos administrativos y liberando a los médicos para que pasen más tiempo con los pacientes.

Pero las aplicaciones de la IA van mucho más allá de racionalizar las tareas administrativas. Un conjunto cada vez mayor de evidencia clínica sugiere que los algoritmos de aprendizaje profundo —entrenados con grandes conjuntos de datos de imágenes médicas e historias clínicas de los pacientes— pueden analizar las radiografías, imágenes de resonancia magnética y otros estudios médicos con una precisión sorprendente, superando con frecuencia las capacidades de diagnóstico de los médicos humanos.

Esas innovaciones podrían revolucionar los diagnósticos de precisión, facilitando la detección temprana de enfermedades como la neumonía y el cáncer, y apoyando las campañas sanitarias mundiales, especialmente en zonas remotas con acceso limitado a la atención especializada.

Los responsables políticos en todo el mundo reconocen cada vez más la importancia de la atención sanitaria preventiva, en gran medida por sus beneficios económicos. La IA es fundamental en este cambio: interpreta datos de sensores y dispositivos ponibles para identificar las señales tempranas de las patologías, especialmente de problemas cardíacos, y evitar así que problemas menores de salud se conviertan en crisis catastróficas.

Además, los relojes inteligentes y las pulseras de actividad usan sistemas de seguimiento con IA capaces de detectar la posibilidad de que quien los usa sufra apnea del sueño, y sugerirle que visite al médico antes de que tenga problemas graves de salud.

Por supuesto, la integración de la IA a la atención sanitaria plantea desafíos significativos y numerosas cuestiones éticas. Además de garantizar la equidad, combatir los sesgos algorítmicos y mantener la privacidad y seguridad de los datos, es clave reconocer que la IA no puede reemplazar el toque personal que resulta fundamental en la práctica clínica.

Los profesionales médicos debieran ponerse a la cabeza de esta transición usando nuevas tecnologías para aumentar sus habilidades. Aunque es poco probable que los chatbots reemplacen a los médicos y enfermeras a corto plazo, las herramientas de IA ya ayudan a los prestadores de atención sanitaria, mejorando la precisión de sus diagnósticos y permitiendo una atención más personalizada y basada en datos.

Dado que los desafíos sanitarios persistentes —especialmente las enfermedades crónicas, como la diabetes e hipertensión— suelen ser consecuencia de la inadecuada inversión en salud pública y la falta de cohesión social, no se les puede abordar solo con soluciones tecnológicas. En esos casos son necesarias reformas integrales de las políticas nacionales de salud.

Adoptando las tecnologías digitales emergentes de manera responsable y ética podemos transformar la forma en que diagnosticamos, tratamos y prevenimos las enfermedades para dar inicio a una era de medicina basada en datos en la que los profesionales de la salud y los sistemas de IA trabajen juntos para brindar mejor atención a todos.

De todas formas, aunque las máquinas pueden ayudar, la capacidad para forjar un futuro más saludable es solo nuestra.

Junaid Nabi, miembro sénior del Aspen Institute, es además miembro del Grupo de Trabajo sobre Asuntos Regulatorios para la Innovación y Salud Digital (Working Group on Regulatory Considerations for Digital Health and Innovation) de la Organización Mundial de la Salud.

© Project Syndicate 1995–2024

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