Cristianos en Japón, una historia azarosa

Christel Juquois 27 mar 2024, 01:00 0 Comentarios

Hasta el 13 de julio, una exposición en las Misiones Extranjeras de París (MEP) recorre la historia del catolicismo en Japón, contada a través de una rica colección de objetos de devoción, obras de arte, fotografías, etc. Muestra cómo el cristianismo sobrevivió a un largo periodo de persecuciones.

La historia de los cristianos en Japón es poco conocida para el gran público. Sin embargo, en muchos aspectos es extraordinaria, desde la rápida expansión de los primeros tiempos hasta el final de un largo periodo de feroz persecución. Comenzó con “Francisco Javier, uno de los fundadores de la Compañía de Jesús, que fue el primero en desembarcar en la isla de Kyushu en 1549, en Kagoshima, al suroeste del archipiélago japonés. Llegó siguiendo la estela de los portugueses, que llevaban seis años comerciando con Japón”, explica Sylvie Morishita (autora de Lettres de Nagasaki y de L?Art des missions catholiques au Japon (XVIe-XVIIe siècles)), doctora en teología y una de las tres comisarias de la exposición.

“Tras un año en Kagoshima”, prosigue, “Francisco Javier viajó al norte y luego al este de la isla de Kyushu, donde conoció al daimyo Otomo Yoshishige, gobernador de una de las provincias de la isla. Otomo animó y protegió a los comerciantes y a los jesuitas”. “En aquella época, el país estaba dividido en feudos rivales”, explica el historiador del arte Jacques Charles-Gaffiot, también comisario de la exposición, delante de un mapa del Japón de la época. “Cada daimyo era, por tanto, prácticamente independiente”. A partir de 1563, varios daimyos se convirtieron. Se construyeron iglesias.

Rápida expansión

Un diseño en abanico sobre papel de finales del siglo XVI muestra la primera iglesia que se construyó en Kioto. “Siguiendo las instrucciones del padre Alessandro Valignano, visitador jesuita de las misiones de la India y Extremo Oriente con sede en Macao, los misioneros respetaron la arquitectura japonesa. La consigna era que los misioneros se adaptaran a la cultura local”, afirma Jacques Charles-Gaffiot. “Los jesuitas realizaron un gran trabajo sobre la lengua japonesa, que los lingüistas siguen utilizando hoy en día”, añade Sylvie Morishita.

Alessandro Valignano también organizó la primera embajada japonesa en Roma, adonde envió en 1582 a cuatro adolescentes de la región de Nagasaki. Fueron magníficamente recibidos por los italianos y llevaron a Japón una imprenta. La exposición presenta un retrato de uno de ellos, pintado en el taller de Tintoretto. Fue el padre Valignano quien fundó la escuela de arte de Nagasaki para satisfacer la demanda de imágenes religiosas de los cristianos japoneses, en sustitución de sus imágenes budistas.

El éxito de los jesuitas, cuyas cartas se publicaban en Europa, animó a los españoles a enviar comerciantes y misioneros a Japón desde sus puestos comerciales en Filipinas. “La terrible competencia entre las órdenes religiosas en Japón fue una de las razones del fracaso de la misión”, afirma Sylvie Morishita. Desde principios del siglo XVII, los holandeses protestantes también intentaron desbancar a los españoles y portugueses en el comercio con Japón. “Los europeos importaron a Japón sus rivalidades económicas y su odio religioso”.

Dos siglos y medio de persecución

En 1587, el shogun Toyotomi Hideyoshi intentó unificar el país frente al creciente poder comercial y religioso de Occidente. Prohibió por primera vez el cristianismo. Se ordenó a los misioneros que abandonaran el país. El 5 de febrero de 1597, 26 cristianos, jesuitas y franciscanos, fueron crucificados en Nagasaki.

En 1614, el edicto de Suden confirma y refuerza la prohibición, con el pretexto de una estafa a un católico. Se colocan carteles a la entrada de los pueblos para animar a los vecinos a denunciar a los cristianos. La recompensa era “muy atractiva, hasta 300 monedas de plata por denunciar a un sacerdote, una suma enorme para los campesinos”, cuenta Sylvie Morishita. A los cristianos se les obligaba a apostatar pisoteando placas que representaban a la Virgen María o a Cristo. En el siglo XVII se produjeron varios martirios importantes. Jacques Charles-Gaffiot calcula que “en total, decenas de miles de víctimas murieron bajo atroces tormentos”.

Los cristianos emergen de las sombras

Durante este oscuro periodo, que duró 250 años, los descendientes de los cristianos siguieron transmitiendo la fe católica, sin sacerdotes que les apoyaran. Algunas comunidades, aún vivas en la región de Nagasaki en particular, “conservaron elementos del catolicismo del siglo XVI mezclados con ritos sintoístas, budistas o chamanistas”, explica Sylvie Morishita. “Pero no son católicos y sus prácticas permanecen ocultas hasta hoy. El secretismo forma parte de su identidad”.

Otros permanecieron plenamente católicos y se presentaron a los primeros sacerdotes que volvieron a Japón. “En 1860”, recuerda la comisaria de la exposición, “Francia firmó un tratado con Japón por el que se autorizaba la presencia de ministros de culto en los puertos abiertos al comercio y únicamente para las necesidades espirituales de los occidentales. En 1865, el padre Bernard Petitjean, del MEP, hizo reconstruir una iglesia en Nagasaki. Se le acercó un grupo de mujeres japonesas. Le dijeron: ‘Nuestro corazón es como el suyo’ y le pidieron ver la estatua de la Virgen María. Se dio cuenta de que eran descendientes de los cristianos del siglo XVII”. Eran del pueblo de Urakami, al final de la bahía de Nagasaki.

En 1889, la libertad religiosa fue consagrada en la Constitución japonesa. En agosto de 1945, la segunda bomba atómica lanzada por los estadounidenses cayó sobre la aldea de Urakami.

Hoy, los cristianos representan alrededor del 1% de la población japonesa. Transmiten historias de Cristo y de los santos a través del manga.

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