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Devoción y blasfemia: los cristianos obscenos están presentes y llaman la atención; no pasaba antes

Autor: Ruth Graham

La representante Marjorie Taylor Greene (republicana de Georgia), quien suele decir vulgaridades en las audiencias y en el pleno de la Cámara de Representantes en Washington, habla durante un mitin político de America First en la iglesia Grace Woodlands en The Woodlands, Texas, el 19 de febrero de 2024. (Annie Mulligan/The New York Times)

La representante Marjorie Taylor Greene (republicana de Georgia), quien suele decir vulgaridades en las audiencias y en el pleno de la Cámara de Representantes en Washington, habla durante un mitin político de America First en la iglesia Grace Woodlands en The Woodlands, Texas, el 19 de febrero de 2024. (Annie Mulligan/The New York Times)

El calendario de chicas de 2024, “Las mujeres reales de los papás conservadores de Estados Unidos”, presenta imágenes de sensualidad de la vieja escuela: bikinis, un auto deportivo rojo, un baño de burbujas.

Las modelos son influentes y aspirantes a políticas conocidas por la derecha pro-Trump, cuya presencia en línea es predominante. En una imagen, una presentadora de BlazeTV con falda corta prende fuego a un ejemplar de The New York Times con un puro. Otra modelo, la exvocera de la Asociación Nacional del Rifle Dana Loesch, levanta dos rifles.

El calendario, publicado por una empresa de “cerveza sin conciencia social” que se lanzó con prisa el año pasado como alternativa a Bud Light, sin duda tenía toda la intención de provocar a los liberales. No obstante, cuando empezaron a circular fotos del mismo en línea en diciembre, los progresistas no le prestaron demasiada atención. En cambio, detonó una acalorada riña en la derecha respecto a si los “papás conservadores” que resultan ser cristianos debían rechazar el calendario por motivos morales o aceptarlo como una victoria irreverente de los buenos.

Allie Beth Stuckey, una comentarista y podcastera evangélica, condenó el calendario como “porno blando” dirigido a hombres casados y lo consideró una prueba de la creciente polarización entre el conservadurismo cristiano y el secular. Como Stuckey, otros prominentes conservadores cristianos también expresaron su indignación.

Sin embargo, el calendario mismo sugiere que el conservadurismo cristiano y el secular no son tan distintos como Stuckey y otros desearían. La modelo de la portada del calendario, Riley Gaines, exnadadora universitaria y activista contra la participación de las mujeres transgénero en los deportes femeniles, habla con frecuencia en eventos eclesiásticos y conferencias evangélicas y plantea su causa como una “batalla espiritual”.

En otra imagen, un crucifijo cuelga muy a la vista en la pared de una cocina detrás de una mujer que viste una falda diminuta, delantal y tacones de plataforma. En la plataforma X (antes conocida como Twitter), la modelo —Josie Glabach, quien se hace llamar “La libertaria pelirroja”— comentó que trabajaba para mantener a su familia y defendió su auténtica postura conservadora en parte refiriéndose a la fe católica de su familia. Con un lenguaje a todas luces vulgar, escribió que no le importa “si el hecho de que me vea sexi haciendo algo de esto ofende sus sentidos”.

Un debate de este tipo habría sido inimaginable en el cambio de milenio, cuando los cristianos evangélicos más conocidos en Estados Unidos eran el evangelista Billy Graham, George W. Bush —la encarnación del republicanismo tradicional— y Ned Flanders, un personaje de “Los Simpson” conocido por su mojigatería alegre.

Como una facción central de la coalición republicana, los evangélicos conservadores han influido durante mucho tiempo en las prioridades políticas del partido, incluida la oposición al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo. Y esa influencia se extendió a la cultura conservadora, donde las normas evangélicas contra la vulgaridad casi no se cuestionaban en público.

De cierto modo, permanecen intactas. La mayoría de los pastores no lanzan improperios desde el púlpito o desde ninguna otra tribuna. Las principales iglesias conservadoras siguen enseñándoles a sus jóvenes a esperar a tener sexo hasta el matrimonio y evitar la pornografía.

Sin embargo, un carácter obsceno, foráneo, de senos y alcohol se ha abierto paso a codazos hasta la clase dominante conservadora, acelerado por el ascenso de Donald Trump, el declive de la influencia de las instituciones religiosas tradicionales y un panorama mediático cambiante que cada vez dominan más las normas más laxas de la cultura en línea.

La representante Lauren Boebert (republicana de Colorado), quien en septiembre fue captada por la cámara de seguridad de un teatro mientras vapeaba y se manoseaba con su cita, celebra la entrada al escenario del expresidente Donald Trump en un acto de campaña en Richmond, Virginia, el 2 de marzo de 2024. (Tom Brenner/The New York Times)

La representante Lauren Boebert (republicana de Colorado), quien en septiembre fue captada por la cámara de seguridad de un teatro mientras vapeaba y se manoseaba con su cita, celebra la entrada al escenario del expresidente Donald Trump en un acto de campaña en Richmond, Virginia, el 2 de marzo de 2024. (Tom Brenner/The New York Times)

Cuando Trump fue elegido presidente en 2016, tras ganar los votos de alrededor de ocho de cada diez evangélicos blancos, muchos observadores la consideraron una relación en esencia transaccional. Trump, una estrella neoyorquina de la telerrealidad con dos divorcios, había prometido nombrar jueces conservadores y defender los intereses cristianos. Sin embargo, casi no iba a la iglesia y defendió una grabación en la que se jactaba de agarrar los genitales de las mujeres como “bromas de vestidores”. Se presentaba como un protector, no como un piadoso compañero de viaje.

No obstante, es difícil tener una lealtad feroz hacia una figura como Trump sin que él te cambie. Ocho años después de que Trump aseguró por primera vez la nominación republicana a la presidencia, es claro que la estética, el lenguaje y las fronteras de la moral pública del Estados Unidos evangélico están cambiando.

“Como ocurre con tantas cosas relativas a Trump, hay una historia más larga, pero él también ha cambiado el panorama”, opinó Kristin Kobes Du Mez, una historiadora que ha estudiado el evangelicalismo y la masculinidad. Kobes Du Mez citó la radio alegremente combativa de la década de 1990 como una piedra angular en la vulgarización de las costumbres evangélicas.

Una nueva serie de incentivos

Bien entrado el siglo XXI, los evangélicos conservadores mantuvieron su reputación de normas estrictas dentro de sus propias iglesias y escuelas en relación al lenguaje y las muestras públicas de sexualidad.

Sin embargo, para algunos cristianos conservadores, lo que está en juego ahora es tan importante que no solo se tolera cierta cantidad de vulgaridad, sino que se exige como una manera de decir la verdad digna de los profetas. En una conferencia que organizó una red cristiana de derecha en Nashville, Tennessee, en 2020, un pastor de Arizona llamado Jeff Durbin describió a los evangélicos institucionales como cautivos de los ideales seculares y los comparó con “una prostituta que se acuesta en medio de una ciudad en llamas y les abre las piernas a los alborotadores y saqueadores”.

Algunos conservadores cristianos argumentan que la degradación de las expectativas respecto al lenguaje grosero y al exhibicionismo sexual comenzó en la izquierda cultural y no se puede culpar a Trump.

“Considero a Trump un producto de los cambios en el mundo”, opinó Aaron Renn, un autor conservador que ha escrito sobre el atractivo de Trump, pero que exhortó a los cristianos a que “rechacen el vicio”.

Después de coquetear con postularse a la presidencia durante décadas, Trump por fin lo hizo en serio en 2016 porque “percibió que el mundo es diferente en la actualidad, los estándares antiguos que calificaban” a Trump como alguien que “no sería considerado como un candidato viable ya no funcionan en la sociedad en general”, opinó Renn.

Otros consideran que la causa es en parte tecnológica. El evangelicalismo es un movimiento descentralizado y siempre ha adoptado las nuevas tecnologías como medios para llegar a más gente. No obstante, las instituciones y personalidades antiguas que definían la cultura se están desvaneciendo: la asistencia a la iglesia ha disminuido al mismo tiempo que varias figuras destacadas del movimiento han muerto, se han retirado o las han derribado los escándalos. Los influentes y gente recién llegada han llenado el vacío.

En línea, “la manera de destacar es ser el más devoto, el más extremista en la causa”, comentó Jake Meador, editor en jefe de la publicación evangélica Mere Orthodoxy, quien ha criticado la difuminación de las normas evangélicas y seculares.

Meador opinó que “eso crea incentivos que difieren por completo” con la búsqueda de consenso de la época en que la Iglesia local era la fuente principal de autoridad y comunidad cristianas.

c.2024 The New York Times Company

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