Es el día perfecto para contradecir una mentira, una exageración, una ilusión. Hoy, Domingo de Resurrección, evento fundador del cristianismo, en el estadio de un club cuyo escudo incluye una cruz (el Madrid) se juega un partido frente a un equipo que reza el padre nuestro en el vestuario cada vez que se dispone a salir al campo (el Athletic Club). Hoy, cierto ambiente espiritual flotará sobre el Santiago Bernabéu. Sin embargo, resulta totalmente ridículo decir que el madridismo es una religión, tal y como mucha gente afirma con la voluntad de explicar lo que en realidad es incapaz de entender. De hecho, siempre me han molestado el uso de términos religiosos en el lenguaje deportivo. No, los futbolistas no son dioses, sino seres humanos con un don especial para manejar una pelota. Y no, no hacen milagros, sino que a veces dan la vuelta a situaciones muy comprometidas.
El madridismo no tiene iglesias, no tiene sacerdotes, no define lo que son los pecados y no tiene potestad para perdonarlos. El madridismo es el amor a un club de fútbol, el sentimiento de pertenecer a una familia y de compartir unos valores, una ética y una elegancia. No hace falta ningún bautizo en el Santiago Bernabéu para entrar en el madridismo. El mero hecho de sentirse cercano a lo que representa este club basta. El madridismo no es una religión. Es una filosofía.
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