Persecuciones y Fe: La larga lucha del Cristianismo contra el poder romano desde el Edicto de Milán hasta los mártires de Cartago

Pedro David Conesa exploró el complejo tema de las persecuciones cristianas en el Imperio Romano, comenzando por la ambigüedad en la documentación histórica sobre si las persecuciones eran generalizadas o episodios aislados. La falta de consenso en la academia sobre si el emperador ordenó persecuciones sistemáticas o si estos eventos surgieron de altercados locales y subversión es notable. El análisis de la figura de los santos y su capacidad sobrenatural, como se describe en los escritos de Tertuliano, sirve para entender mejor por qué algunos cristianos se rebelaron contra el orden establecido y fueron martirizados.

A partir del siglo IV, la visión del cristianismo en el Imperio Romano cambió radicalmente. El Edicto de Milán marcó un hito crucial al permitir la tolerancia hacia el cristianismo, pero no lo estableció como religión oficial. La verdadera oficialización del cristianismo llegó con el Edicto de Tesalónica en el 380, promulgado por el emperador Teodosio, quien lo convirtió en la religión del estado. Antes de esta oficialización, hubo diversas persecuciones, y la relación entre el poder estatal y la religión era conflictiva, lo que provocó que los cristianos fueran a menudo víctimas de la furia tanto del poder público como de la muchedumbre.

El conflicto entre el poder estatal romano y el cristianismo se manifiesta claramente en el enfrentamiento entre la autoridad pública y el ámbito religioso personal. Los cristianos, al adherirse a una fe que contradecía el culto al emperador y a los dioses romanos, se encontraron en una posición difícil. La actitud de los emperadores variaba; algunos como Nerón y Domiciano persiguieron a los cristianos activamente, mientras que otros, como Marco Aurelio, mostraron actitudes más neutrales o protectoras.