El asesinato político de una congresista estatal de Minnesota y su marido, así como el intento de asesinato de otro senador estatal, ambos demócratas, suponen un cambio respecto a la mayor constante sobre la violencia política en Estados Unidos durante la última década: que la cometían las izquierdas. Tan es así que nada más saberse quién era el asesino, y que había sido nombrado por el gobernador demócrata Tim Walz para una comisión, muchos interpretaran que se tratara de alguien especialmente radical decidido a castigar a quienes no se oponían suficientemente a los republicanos. Entre ellos, el senador Mike Lee, que publicó un tuit especialmente repugnante y encima, como se vio después, completamente equivocado.
Para que me entiendan, porque a veces estas cosas muchos medios las rebajan y se nos olvidan. Durante esta década, un seguidor de Bernie Sanders intentó cometer una masacre contra varios congresistas republicanos que entrenaban para jugar el tradicional partido de béisbol entre partidos; otro demócrata intentó asesinar al juez Brett Kavanaugh tras el fallo que devolvía a los estados la responsabilidad de legislar sobre el aborto; naturalmente, todos recordamos los dos intentos de asesinato contra Trump y, recientemente, el asesinato del directivo de una aseguradora médica por un fanático al que buena parte de la izquierda mediática ha elevado a los altares por estar “comprometido” y esas cosas que dicen los progres.
En este caso, el asesino tenía una lista de políticos demócratas y clínicas antiabortistas tan larga que casi provoca alivio que sólo consiguiera alcanzar a dos de sus objetivos. Desde el atentado hace una década contra una clínica de Planned Parenthood no sucedía nada igual, pero es cierto que, dentro de las filas de la derecha, son justamente los contrarios del aborto los que parecen más proclives al crimen. Tampoco es tan extraño: aunque la mayoría precisamente por estar a favor de la vida jamás pensaría en acudir a la violencia, si no tienes esa barrera moral y crees que el aborto es un asesinato y se cometen cientos de miles al año, ¿cómo no querer pararlo a cualquier precio? ¿Cómo no verte como el bueno en esa historia?
Así, los asesinatos a médicos abortistas y los ataques a clínicas, aunque no sean tan frecuentes, no son tampoco raras: ocurre más o menos una vez por década. Y quizá por eso, y por la condena inmediata de todos los líderes de opinión en la derecha, sea prematuro ver estos crímenes como un cambio de tendencia.