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Yamila Nizetich, la única argentina que sabe cuánto pesa la Champions en las últimas 20 temporadas

Autor: Gabriel Rosenbaun
  • Gabriel Rosenbaun

25 de mar, 2024, 09:07 ET

“Les habla Diego Maradona, el hombre que les hizo dos goles a Inglaterra y uno de los pocos argentinos que sabe cuánto pesa la Copa del Mundo”. Durante tantísimos años, “el Diego” se jactó de ser de las pocas personas que sabían eso: cuánto pesaba la copa más deseada. La historia, como todos sabemos, cambió en Qatar 2022.

En el vóley argentino alguien podría usar alguna de esas frases maradoneanas. Con la reciente eliminación en semifinales de la Lube Civitanova, el equipo de Luciano De Cecco, se cumplirán 20 temporadas en las que ningún argentino pudo conocer cuánto pesa la Champions League de Europa. ¿Veinte años no es nada, como dice el tango? Parecen un montón, che bandoneón.

Hay, de todos modos, una argentina que sabe cuánto pesa, cuánto mide y cuánto brilla el metal de la Champions, el trofeo más deseado de clubes de vóleibol. La cordobesa Yamila Nizetich la alzó, la besó y hasta se sacó fotos con su rostro reflejando sobre la Copa.

“¿Vos querés que arranque llorando?”, pregunta en el inicio de la videollamada con ESPN, segundos después de ver un video del último punto de la temporada 2018/19, en la que consiguió la Champions con el Novara de Italia.

“A ese video lo vi muchísimas veces. Y siempre me pasa lo mismo: termino lagrimeando”, agrega la receptora-punta que es un ícono histórico de Las Panteras, el seleccionado nacional femenino.

“En el momento no tomás dimensión. Es pura adrenalina, felicidad, satisfacción y hasta decir: ‘¡Guau, mirá lo que logramos!’. Pero después pasan los años y te das cuenta del significado que realmente tiene haber ganado la Champions. ¡Es un montón!”, se emociona, con su acento inconfundible, desde Grecia, donde juega para el Olympiacos.

–Jugaste en clubes de primer nivel en distintos países. ¿Hay algo comparable a ese momento de consagrarse en la Champions?

–No, no. En clubes, no. Siempre digo que la Selección es la camiseta más linda del mundo. Por ejemplo, lo que hicimos en 2023, ganando la Copa Panamericana y jugando a muy buen nivel otros torneos, para mí fue increíble, a nivel de la Champions. Pero en clubes no hay discusión: ese día fue el más grosso que pude haber vivido.

–¿Seguís en contacto con tus compañeras de Novara?

–Estoy en contacto con casi todas las chicas de ese equipo. Fue un grupo muy lindo. Creo que eso también fue lo que nos unió para haber ganado la Champions. Este año me tocó volver a Novara para jugar contra ellos con el Olimpiacos. ¡Y la gente se portó increíble conmigo! Me fui en muy buenos términos del club y el público recuerda mucho aquella “bella época”. En esa temporada ganamos la Champions y la Copa Italia, y perdimos las finales del Scudetto y la Supercopa. Estuvimos en las cuatro finales de 2018/19, todas contra Conegliano. Ahora la gente me daba regalos, traía camisetas o bufandas, me pedían sacarse fotos conmigo. Mis compañeras del Olympiacos me miraban como diciendo: “¿Qué hiciste acá?”. Era una rockstar. Ja. Fue hermoso.

–Aquella fue la primera vez que la Champions se definió con Súper Final y no con un Final Four. ¿Qué recordás de la atmósfera de ese partido jugado en Berlín?

–¡Nah, fue una cosa de locos! El presidente de Novara es dueño de Igor Gorgonzola, un queso que es como el roquefort en Argentina. Cuando nos clasificamos a la final dijo: “Yo pongo mi avión privado. Armen una lista de los familiares que quieren que vayan”. Pablo, mi marido (actual preparador físico de la selección femenina de Francia y del Montpellier masculino), estuvo conmigo ese año en Novara, así que viajó en ese avión privado. Nosotras llegamos tres días antes y todo el clima era increíble. La CEV, que es la confederación europea, había armado todo como un show de primer nivel. También recuerdo la expectativa en Novara. Viajó mucha gente en colectivo hasta Berlín, solo para alentarnos.

–¿Tenés muchos recuerdos, videos o fotos de los festejos?

–Sí, por supuesto. Con Pablo salimos dándonos un abrazo en la transmisión oficial. Y tengo un montón de fotos: en una estamos con Pablo y Paola Egonu, nuestra estrella, que hasta hoy me dice “mami”, porque es como que la adopté. Esa temporada en Novara fue muy especial para ella, porque explotó en todo sentido.

–¿Del partido tenés recuerdos muy presentes?

–Sí. Éramos un equipo que iba rotando bastante, sobre todo en mi puesto: las puntas. Entré en el segundo set y el técnico me volvió a poner en el tercero y el cuarto. Tengo recuerdos de saques, defensas. Son pantallazos en la cabeza. Además, fue un año particular en lo personal. Por un lado, estaba en el mejor equipo del mundo en ese momento. Y me decía a mí misma: “¡Qué abuso, mirá dónde llegué!”. Pero también me pasaba que no jugaba tanto como en otros equipos. Venía de ser capitana en Pesaro y ahí en Novara era la tercera o la cuarta punta, dependiendo de las necesidades del equipo, porque jugamos Champions, la Liga de Italia, la Copa Italia y la Supercopa. Y como deportista no me conformo con nada: yo quería jugar más.

Una temporada en la cima de Europa

–Me puse a repasar info: fuiste titular en el primer partido de Champions, contra un equipo polaco, y le hiciste 16 puntos al al Minchanka Minsk de Belarús. ¿Recordás partidos o momentos muy especiales en esa Champions?

–Ese partido contra Minsk fue muy bueno. Y recuerdo también el que jugamos en Cannes. Yo había jugado en Francia y de ahí salté a la Liga de Italia. En Francia la gente se acordaba de mí y eso también fue muy especial. Jugué un buen partido ahí. Cuando el entrenador (Massimo Barbolini) me necesitaba, yo estaba. Además, yo le metía el pecho, jaja. Le decía: “Poneme, poneme, poneme”. O le sugería: “Estoy, estoy, estoy”. Y a veces le ganaba por cansancio. Porque era como que me terminaba diciendo: “Bueno, loca, andá a jugar”.

–Lo de “semis” contra Vakıfbank de Turquía fue una cosa de locos: ganaron 3-0 de visitantes y perdieron 3-1 como locales, así que se definió con un Golden Set.

–Fue tremendo, tremendo. Pero teníamos a Paola Egonu, que es como tener a Messi en tu equipo. Vos sabés que va a estar todo bien. Ella sacó adelante ese partido. Hizo como ocho puntos seguidos en un momento. Terminó con 39 ese día. Mirá que yo la veía entrenar todos los días y eso me quitaba sopresa. Nunca vi a nadie igual, tan dotada físicamente, con un juego tan impresionante. Es de otro planeta. No se la puede comparar con nadie. Estoy completamente segura de que no habrá nadie igual a ella.

–¿Qué otras jugadoras te deslumbraban en tu equipo?

–Stefana Veljkovic, una central serbia, era una bestia. Saltaba e invadía en bloqueo y vos te preguntabas: “¿Cómo hago para pasar la pelota por ahí?”. Era rápida, tenía lectura de juego, completísima. Con Francesca Piccinini, que tenía 40 años, yo hablaba muchísimo. Jugaba en mi puesto y yo le preguntaba muchas cosas. ¿Cómo carajo hacía para estar siempre parada en el lugar que había que estar? Y era que veía todo antes. Lauren Carlini, la armadora, era top mundial. Las doce jugadoras de ese plantel nos complementábamos muy bien. Y teníamos a Egonu, que era estratosférica.

La Champions, la obsesión de los grandes

“En esos equipos como Novara, que son top en el mundo, el primer objetivo es la Champions. Arman planteles para ganar la Champions. Después hay que ver el grupo que te toca, los cruces y todo eso. Pero el primer objetivo, casi una obsesión, es la Champions”, explica Nizetich.

“El nivel de la Champions es completamente diferente a otras competencias. Son los mejores equipos de Europa y del mundo. Jugás con los mejores, siempre”, agrega.

–Imagino, además, que te recuerdan a cada instante la obsesión por ese torneo.

–Apenas llegué a Novara me dijeron lo dijeron clarito: “Mirá, nosotros queremos ganar la Champions; invertimos mucho dinero en este plantel y hay que ganar la Champions”. Y una vez que el objetivo es ése, todo lo demás viene en el mismo paquete: si querés ganar el máximo torneo, tenés que estar en todas las otras finales.

–¿Tenés presente cuál fue la primera vez que jugaste Champions?

–Ésa. La de Novara fue mi primera y única Champions. Después jugué Copa CEV y Copa Challenger, pero no volví a jugar la Champions.

–Más allá de lo competitivo, ¿tenés anécdotas risueñas o alocadas respecto de esa Champions de 2018/19?

–¡Sí, claro! Lo que más recuerdo es el viaje a Cannes. A los franceses no les gusta hablar en otro idioma. Ni inglés ni italiano. Nada. Así que fui un poco la traductora del equipo en ese viaje. Ja. Inclusive, en el hotel a veces no nos querían hablar en inglés. ¡El mayor quilombo fue con las pastas! Los franceses comen la pasta como si fuese un pastel de papas, y, para colmo, le ponen ketchup. Los italianos no lo podían creer. Así que tuve que ir a hablar con el cocinero y explicarle que queríamos spaghettis de tal y tal modo.

–¿Ves Champions actualmente? ¿O al menos seguís el torneo por alguna aplicación de resultados on-line?

–Siempre que puedo, veo. Para mirar me gusta más el vóley masculino. Estuve siguiendo a los equipos de Luciano De Cecco y Marcelo Méndez. Y también me entero de lo que hace Egonu, que se clasificó para su quinta final. Además, cuando veo Champions femenina pienso: “Che, loco, yo estuve ahí”. ¡Es un montón, un montón!

–¿Te mensajeaste en estos días con Paola Egonu?

–Sí, le mandé un mensajito porque leí la CEV publicó que llegó a cinco finales de Champions. Y ya intercacambiamos algunos mensajitos (nota: la entrevista fue realizada el mismo día que Egonu llevó a Milano a la final 2024). Ella se aferró mucho a mí en esa temporada de Novara. Fue cuando explotó, se hizo millonaria y famosa, y al ser negra y lesbiana sufrió mucha discriminación y mucha presión. Además, todavía era muy joven y sus papás trabajan y viven en Londres, así que en Italia estaba un poco sola. Había veces que me llamaba llorando y yo me iba a su casa a tranquilizarla, a charlar. Por eso me dice “mami”. Tenemos una relación divina.

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