
Más allá de la vacuna: ¿Cuál es el avance de los tratamientos contra el Covid-19?
Si la carrera por las vacunas contra el coronavirus se ha logrado salvar en menos de un año, la búsqueda de un fármaco capaz de
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“No tengo problema en ponerme una mascarilla durante media hora si tengo que ir de compras (…) Pero si vienes a decirme que mis hijos tienen que llevarlo puesto durante todas las horas que van a la escuela, cuando cualquier cardiólogo te dirá que corren el riesgo de infarto, cualquier dermatólogo que corren el riesgo de micosis y dermatitis, cualquier inmunólogo que debajo de la máscara se multipliquen los gérmenes y que sin contactos sociales el sistema inmunitario se debilitará, entonces NO! Hasta ahí no llego”. Así comienzan las publicaciones difundidas en Facebook (1, 2, 3), Instagram y Twitter (1, 2).
Captura de pantalla de una publicación en Facebook, hecha el 2 de marzo de 2021
En junio de 2020 la revista científica The Lancet publicó este estudio donde se demostró que la distancia física, el uso de mascarillas y de protectores oculares ayudan a disminuir el riesgo de contagio del coronavirus. Allí, señalan que existen estudios que demuestran molestias y deterioro de la piel, pero no mencionan ninguna de las otras enfermedades y complicaciones a las que se refieren los usuarios en redes sociales.
Tampoco se mencionan en este informe de julio de 2020 publicado por investigadores de la Universidad de Cambridge y el King’s College de Londres, quienes además concluyeron que “cada vez hay más pruebas de que el uso de mascarilla reduce la propagación. del SARS-CoV-2”.
Esta guía de la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualizada el 1 de diciembre pasado, señala que los posibles perjuicios a raíz del uso de las mascarillas son dolores de cabeza o dificultad para respirar, aparición de dermatitis o agravamiento del acné si se utiliza prolongadamente y dificultades en la comunicación. Sin embargo, no se refiere a problemas cardíacos ni al debilitamiento del sistema inmunológico.
Tal como ya verificó AFP Factual, no existen evidencias de que las mascarillas bien utilizadas perjudiquen la salud de los niños.
Juan José Bosch, jefe del servicio de Neumonología Infantil del Hospital Universitario Austral de Buenos Aires, señaló a la AFP que en general los niños tienen una frecuencia respiratoria mayor a la de los adultos, pero que “eso no interfiere en nada con el barbijo”. Asimismo indicó Eduardo Regueira, médico pediatra uruguayo: “No hay efectos adversos cuando el uso del tapabocas en niños es el correcto”.
Una niña ingresa a una escuela en Islamabad, Pakistán, el 30 de septiembre de 2020 (Aamir Qureshi / AFP)
La OMS por su parte recomienda el uso de cubrebocas obligatorio a partir de los cinco años. Para quienes tienen entre seis y 11 años, la OMS y Unicef señalan que la decisión de su uso se debe basar en lo siguiente: “Si hay transmisión generalizada en el área donde reside el niño;la capacidad del niño para utilizar la mascarilla de forma segura y adecuada; el acceso a las mascarillas así como su lavado y cambio en determinados lugares (como las escuelas y guarderías)”, entre otros factores.
Luego, se señala que “la OMS y el UNICEF recomiendan que los niños a partir de los 12 años utilicen mascarilla en los mismos supuestos que los adultos, en particular cuando no se pueda garantizar una distancia mínima de un metro de los demás y haya una transmisión generalizada en la zona”.
AFP Factual consultó con el cardiólogo uruguayo Alejandro Cuesta, profesor adjunto del Centro Cardiovascular Universitario de Montevideo. Tras mostrarle una de las publicaciones, aseguró que no conoce ninguna evidencia que asocie el uso de mascarillas con el aumento de incidencia de infartos cardíacos. “Ni en adultos ni en niños mucho menos. Eso no está escrito en ningún lado”, agregó.
El cardiólogo señaló también que no existen contraindicaciones sobre el uso de mascarillas para pacientes con enfermedades o problemas cardíacos: “No hay ninguna condición para la que esté demostrado que [la mascarilla] exponga a mayor riesgo. Hay evidencia eso sí de que la mascarilla produce disnea, que es la sensación de falta de aire”.
Al mencionar la disnea el médico explicó que, no obstante, al evaluar a una persona con dicha sensación de falta de aire en cuanto a su capacidad de ejercicio, no existe ninguna diferencia:
Asimismo señaló Víctor Dayan, profesor adjunto de Cirugía Cardíaca del Centro Cardiovascular Universitario de Montevideo: “No he leído ninguna evidencia al respecto. Tampoco me imagino el mecanismo fisiopatológico mediante el cual el uso de máscara facial pueda de forma directa incidir en el infarto”.
Como ya se señaló, la OMS menciona en su guía clínica que el uso prolongado de una mascarilla puede derivar en “posible desarrollo de lesiones cutáneas en la cara, dermatitis irritante o empeoramiento del acné cuando se utiliza frecuentemente durante muchas horas”.
La dermatóloga Natacha Quezada, de la Red Salud de la Universidad Católica de Chile, indicó a la AFP que en ciertos casos los cubrebocas pueden derivar en dermatitis, que es un concepto generalizado para referirse a la irritación de la piel:
“Imagina que la piel tiene una microflora compuesta por bacterias y levaduras que son buenas para nuestro cuerpo. Normalmente todos tenemos esa microflora y es bueno. Cuando uno usa mascarilla, siente que tras caminar una cuadra tiene esa zona más calurosa, porque la mascarilla podría potenciar la temperatura local y afectar el equilibrio de esta microflora. Así se produce el agravamiento de los cuadros de acné y rosácea, por ejemplo”, explicó Quezada.
Respecto a la micosis, otra afección a la piel pero producida por hongos, la dermatóloga señaló que no se produce por el uso de mascarillas: “La micosis es un término general que se usa para los hongos. Con la mascarilla no hemos visto a pacientes que desarrollen hongos”.
La dermatóloga chilena explicó que unas de las zonas más contaminadas del cuerpo humano son la nariz y la boca, donde justamente se utilizan las mascarillas y puede aumentar la presencia de gérmenes si aumentan el calor y la humedad:
En agosto pasado, la AFP publicó esta verificación en la que Patricio Canales, jefe de la unidad cardiorrespiratoria de la carrera de Kinesiología en la Universidad de Santiago (Chile), explicó que las mascarillas utilizadas por periodos mayores al previsto o reutilizadas sí pueden propiciar el desarrollo de hongos y bacterias: “Una mascarilla utilizada por periodos extensos o reutilizada puede favorecer el desarrollo de colonias (hongos, bacterias, etc). De todas formas, son probablemente nuestros propios microorganismos, los que habitan en nuestra orofaringe o piel (que habitualmente permanecen en equilibrio), que por contacto o a través de las gotitas de saliva, pueden llegar a la mascarilla y multiplicarse”.
La AFP consultó con Rafael Bojalil, médico inmunólogo y docente en la Universidad Autónoma Metropolitana de México.
“Estas noticias falsas que dicen que como no tenemos contacto fuera de nuestras casas nos vamos a enfermar no son ciertas”, señaló, enfatizando en que el aislamiento por sí solo no deriva en un debilitamiento de nuestras defensas:
Arturo Borzutzky, médico inmunólogo de la Universidad Católica de Chile, explicó por su parte: “No es correcto que el aislamiento del contacto social debilita el sistema inmune. Hay enfermedades que debilitan el sistema inmune incluyendo la depresión, pero el mero hecho de evitar contacto social en este caso solo protege de una infección por covid-19”.
Borzutzky añadió que si bien la depresión y la ansiedad a raíz del encierro pueden debilitar las defensas, “eso mismo podría pasar con una persona no aislada, por lo que no me parece correcto decir que el aislamiento tiene que ver”.
La AFP verificó un mensaje que aseguraba que las mascarillas también debilitan el sistema de defensas del cuerpo humano. Lo anterior fue descartado por expertos, aunque señalaron que el estrés, por ejemplo, sí puede debilitar las defensas.
Borzutzky explicó entonces a la AFP que el cortisol es una hormona que produce el cuerpo en respuesta al estrés. “El cortisol, tanto producido por nuestro cuerpo como por tratamientos médicos, puede reducir [afectar, NDLR] el sistema inmune. Ahí es cuando hablamos de pacientes inmunosuprimidos”, dijo, agregando que esto es frecuente en pacientes diagnosticados con depresión y cuadros de ansiedad.
Otros usuarios compartieron el mismo mensaje viralizado sobre las mascarillas pero más extendido, añadiendo lo siguiente: “Cuando usas la mascarilla y exhalas, es decir, arrojas lo que tus pulmones han decidido que son el desperdicio del metabolismo de tus tejidos, de tus células, que es dióxido de carbono (…) la sangre entra en hipercapnia (…) Cuando en hipercapnia, también entra en acidosis, su organismo se vuelve más ácido de lo necesario, el pH disminuye, cuanto más ácido sea el organismo, más fácil será albergar enfermedades. Y, ¡La enfermedad más notoria que ocurre con la acidosis es EL CÁNCER!”
AFP Factual ha verificado en numerosas ocasiones que el uso de mascarillas certificadas y bien utilizadas no impiden expulsar el dióxido de carbono, tampoco producen hipercapnia y acidosis sanguínea ni falta de oxígeno. Asimismo, no existen evidencias científicas que respalden una relación entre el cáncer y el uso de cubrebocas (1, 2).
Stefano Montanari se presenta en su sitio web como “licenciado en Farmacia en 1972 con una tesis en Microquímica”. Allí también se señala que es director del laboratorio Nanodiagnostics de Módena (Italia).
En marzo de 2020, Montanari fue denunciado ante la Fiscalía de Módena y Ancona por una organización llamada “Pacto transversal por la ciencia”, conformada por científicos y docentes universitarios italianos especializados en ramas como la Virología o la Epidemiología. Según señalaron en su sitio web, la acción legal fue presentada por sus “graves afirmaciones sobre la propagación, contención y tratamiento del SARS-CoV-2 y la enfermedad COVID-19 y por las tesis de conspiración antivacunas, contenidas en varios videos y entrevistas del mismo”.
La AFP ya ha verificado mensajes atribuidos a Montanari anteriormente (1, 2).
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