El asesinato de siete trabajadores humanitarios de la organización World Central Kitchen del célebre chef español José Andrés ha aumentado la indignación entre ciertos sectores de la sociedad estadounidense que cuestionan el alineamiento de la Casa Blanca con la agresiva respuesta del gobierno israelí a la matanza de 1,200 israelíes (la mayoría civiles) por parte del grupo Hamas el 7 de octubre del año pasado.
Aunque desde aquel primer momento Biden había recomendado a los israelíes no dejarse llevar por el natural deseo de venganza y perder la superioridad moral que les daba el artero ataque (recordando la experiencia de Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001), el primer ministro Benjamín Netanyahu claramente no prestó atención al consejo.
Posteriormente, Netanyahu ha desatendido las recomendaciones de Washington de moderar la ofensiva militar, de permitir la distribución de ayuda humanitaria a los palestinos y hasta de negociar un cese al fuego temporal que permita el regreso de los rehenes que tomó Hamas.
Al punto que algunos piensan que Washington no es capaz de imponerle condiciones a Israel.
Biden critica a Israel, pero sigue vendiéndole armas
Al mismo tiempo que el presidente ha expresado sus críticas a Israel y a Netanyahu, Estados Unidos ha bloqueado resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que buscaban lograr eso. Y, aunque propuso una, que no aceptaron Rusia y China, se abstuvo de votar en la última resolución adoptada por el organismo, permitiendo su aprobación.
Los críticos de lo que llaman un doble discurso por parte del gobierno de Biden destacan, además, que la Casa Blanca y el Congreso mantengan los programas de ayuda militar a Israel.
El total alineamiento entre Washigton y Tel Aviv ha sido por lo general una política bipartidista que lleva décadas. A Biden le ha tocado recibir las críticas de quienes piensan que Estados Unidos debería hacer más para detener lo que se estima que es la operación militar más devastadora y mortal desde la Segunda Guerra Mundial.
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Además de las exigencias que le hacen cada vez un mayor número de congresistas demócratas (ya no solo aquellos con vínculos con Palestina o los más liberales), la Casa Blanca se topa con un cambio en la opinión pública en contra de la guerra de Israel en Gaza.
Una encuesta de Gallup publicada a fines de marzo indica que el 55% de los estadounidenses rechaza las acciones de Israel en Gaza, 10 puntos más que en noviembre de 2023, al mes de la matanza llevada a cabo por Hamas.
La “dura llamada” telefónica de Biden a Netanyahu
Quizá para tratar de ponerse en sintonía con ese sentimiento colectivo, Biden acentuó sus críticas a Israel y este jueves habló telefónicamente con Netanyahu para decirle que el futuro apoyo de Estados Unidos a la guerra de Gaza depende de nuevas medidas para proteger a los civiles y a los trabajadores humanitarios.
La Casa Blanca dice que el presidente demócrata le dijo a Netanyahu que “un alto el fuego inmediato es esencial” y la oficina de Netanyahu informó que su Gabinete de Seguridad aprobó una serie de “pasos inmediatos” para aumentar el flujo de ayuda humanitaria hacia Gaza.
El portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby, aseguró que “si no hay cambios en sus políticas y en sus enfoques, entonces tendrá que haber cambios en los nuestros. Hay cosas que hay que hacer. Hay demasiados civiles asesinados”.
Sin embargo, de las declaraciones de Kirby queda claro que el fundamento de las relaciones con Israel es inamovible. “Israel es un aliado, un amigo y un socio”, dijo el portavoz. “Y el presidente cree firmemente, y lo ha hecho durante toda su carrera pública, en la seguridad del pueblo israelí y en la longevidad del Estado de Israel. Y eso no va a cambiar”.
Biden, castigado electoralmente por una política bipartidista
Esa constancia de la que habla Kirby, que es un asunto bipartidista, puede complicarle las cosas al presidente, si las tendencias que se vieron en las primarias de Michigan y Wisconsin se mantienen y hasta se amplían a otros estados péndulo, donde el voto de unos pocos miles puede ser la diferencia entre el triunfo o la derrota.
El descontento de sectores liberales del Partido Demócrata hizo que unos 40,000 votantes demócratas escogieron la opción “no comprometida”, el doble de lo que esperaban los activistas que promovían esa forma para expresar el rechazo a la política en el Medio Oriente de Biden.
Algo similar ocurrió en Michigan donde los votos “no comprometidos” depositados en las primarias de febrero superaron los 101,000, cuando la meta de sus promotores era lograr 10,000.
Tanto en Michigan como en Wisconsin, esos votos “no comprometidos”, que implican que el elector escoge delegados no alineados con candidatos a la Convención Nacional Demócrata, superan las diferencias que obtuvieron los candidatos que ganaron esos estados péndulo en 2016 (Trump) y en 2020 (Biden).
Lo paradójico es que si esos votantes descontentos con Biden en su voto castigo hacen que pierda estados clave para el Colegio Electoral, terminarían allanando el camino a la reelección de Trump. El expresidente republicano tuvo la política más permisiva frente a Israel de los últimos años, al punto de haber concretado el polémico cambio de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, ciudad que la ONU considera bajo ocupación y no como la capital del Estado israelí.
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