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Todas las veces que la Academia le negó el Oscar a Paul Newman (y la ocasión en la que, por fin, lo ganó)

Autor: Cinemania

Como en 1958 no existían las redes sociales, a nadie le importó que Paul Newman acumulase otro año más sin nominaciones al Oscar. Su mujer, Joanne Woodward, por el contrario, se hizo con la estatuilla gracias a Las tres caras de Eva. Así que, en lugar de emitir un comunicado lamentando que la Academia hubiese pensado en ella y no en su esposo, le encargó a Newman un regalo muy particular: una estatuilla alicaída que llamó Noscar. Una fotografía los recoge a ambos, en la cocina, posando orgullosamente con sus respectivos galardones.

A Paul Newman se le resistiría un premio que estuvo a punto de incurrir en otro imperdonable error histórico, a la altura del ninguneo a Hitchcock, Cary Grant, Montgomery Clift, Kirk Douglas, Robert Mitchum o Chaplin (que se lo llevó, eso sí, por componer la banda sonora de Candilejas). Conforme se iba acercando el final de su carrera, la Academia descubrió que Paul Newman no podía quedarse sin un Oscar  y se lo otorgó, en realidad, para poder mirarse a la cara a sí misma.

Paul Newman y Joanne Woodward en un fotograma de 'The Last Movie Stars'
Paul Newman y Joanne Woodward en un fotograma de ‘The Last Movie Stars’

Los ojos azules de Hollywood llegaron a ver, en directo, el día de su designación como el mejor actor del año. Henry Fonda no tuvo tanta suerte: su hija, Jane Fonda, lo recogió en su nombre, ya que su padre estaba muy enfermo. Moriría cuatro meses después. La Academia había descartado sus 122 películas anteriores con la esperanza de que la número 123 fuese la idónea.

Newman fue nominado 10 veces, y hasta la octava tuvo que conformarse con el Noscar que Woodward le regaló en 1958. Te contamos por qué películas compitió (casi siempre, sin éxito) un hombre que perdió tantas veces la estatuilla y ganó todo lo demás.

Paul Newman y Bruno en pleno pulso interpretativo durante El juez de la horca
Paul Newman (y su oso guardián) en ‘El juez de la horca’
Cinemanía

‘La gata sobre el tejado de zinc’

1958 fue, sin duda, la cumbre de la carrera cinematográfica de Burt Ives: ese año, estrenó La gata sobre el tejado de zinc y Horizontes de grandeza, por la que ganó un Oscar inapelable que, no obstante, también podría haber conseguido con el título anterior. Quien optaba a la estatuilla era su hijo en la ficción, el atormentado atleta de sombrías pasiones al que interpreta Newman. Sin embargo, el hombrecillo dorado fue para el distinguido David Niven (Mesas separadas).

Elizabeth Taylor y Paul Newman en 'La gata sobre el tejado de zinc' de Richard Brooks
Elizabeth Taylor y Paul Newman en ‘La gata sobre el tejado de zinc’ de Richard Brooks

‘El buscavidas’

Si la relevancia de una película, como se pondera a veces, está relacionada con la capacidad de sus espectadores para retener el nombre del protagonista, El buscavidas es un título inmortal. Fast Eddie Felson es uno de los personajes emblemáticos, no ya de Newman, sino del cine americano. Sin embargo, su duelo sobre el tapete con el Gordo Minnesota no fue suficiente para la Academia, que le otorgó el Oscar a Maximilian Schell por su, no obstante, espléndida interpretación en Vencedores o vencidos. 

Más dolorosa sería la resolución del Oscar a mejor actor de reparto, que fue a parar a George Chakiris por West Side Story, en lugar de a manos de Montgomery Clift que, con Vencedores o vencidos, obtuvo su última nominación a la estatuilla.

Paul Newman en una de sus mejores interpretaciones, la de 'El buscavidas' (1961) de Robert Rossen
Paul Newman en ‘El buscavidas’ (1961) 
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‘Hud: El más salvaje entre mil’

La gala de 1963 ofrece un panorama cinematográfico poco alentador: a excepción de su presentador, Jack Lemmon y de la película que se alzó con la estatuilla a mejor título internacional (8 ½, de Fellini), no se puede decir que los largometrajes en liza hayan perdurado. Sidney Poitier ganó el Oscar por Los lirios del valle, una película no especialmente recordada del galán afroamericano, en lugar de Newman, que optaba al galardón por Hud: El más salvaje entre mil

El largometraje de Martin Ritt (que estrenaba indulto tras una caza de brujas que lo tuvo como objetivo principal, y seguramente celebraría que Kazan se quedase sin su tercer Oscar) sirvió para otorgarle a Melvyn Douglas un reconocimiento algo tardío. No obstante, en 1980, un año antes de su muerte, lo ganaría de nuevo.

Paul Newman en 'Hud: El más salvaje entre mil'
Paul Newman en ‘Hud: El más salvaje entre mil’
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‘Raquel, Raquel’

Paul Newman debió preguntarse si la estatuilla no se la otorgaban los académicos por envidia, y se escondió tras la cámara en su siguiente película, Raquel, Raquel. Su carrera como director no ha sido tan celebrada como sus virtudes interpretativas, pese a que Newman la estrenó con una nominación a mejor película en este título protagonizado por Joanne Woodward (también nominada). Él, por su parte, disfrutó del privilegio de perder otro Oscar en una profesión nueva, la de productor, frente a la adaptación de Oliver Twist dirigida por Carol Reed.

Joane Woodward en 'Raquel, Raquel'
Joane Woodward en ‘Raquel, Raquel’
Cinemanía

‘Ausencia de malicia’

En 1981, la Academia saldó sus aplazadísimas cuentas pendientes con Henry Fonda, que se alzó con el Oscar por El estanque dorado. A diferencia del propio Fonda, Newman estuvo presente en la ceremonia, como candidato al galardón por Ausencia de malicia. Haciendo honor a su título, Newman nunca protestó ante el contumaz ninguneo de los votantes. Eran, obviamente, otros tiempos.

Ausencia de malicia
Paul Newman en ‘Ausencia de malicia’
Archivo

‘Veredicto final’

Pocas categorías han estado tan reñidas como la de mejor actor protagonista en 1981. A saber, en ella se encontraban Dustin Hoffman por Tootsie (es decir, que también podría haberlo ganado como mejor actriz), Jack Lemmon por Missing (su última nominación, y una de las mejores interpretaciones de una carrera inigualable), Peter O’Toole por Mi año favorito (otro destacado miembro del club de los huérfanos de Oscar), Paul Newman por Veredicto final  (interpretación que ganaría la estatuilla en 99 de 100 galas) y Ben Kingsley por Gandhi. El premio, para este último. 

Paul Newman en 'Veredicto final'
Paul Newman en ‘Veredicto final’
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‘El color del dinero’

Y, entonces, llegó Scorsese. El cineasta vivo más nominado al Oscar resucitó a Fast Eddie Felson y lo puso a jugar junto a un apabullante Tom Cruise que, lejos de amilanarse frente al legendario actor, se plantó ante las cámaras decidido a ganarle la partida. El color del dinero, odiada por algunos que aman El buscavidas, y que no querían saber qué fue del arrogante billarista, fue la responsable de que Newman, por fin, pudiera guardar en el desván su Noscar. Para entonces, el actor tenía 62 años y no fue a recoger el galardón: “Es como perseguir a una mujer hermosa durante 80 años. Para cuando ella se rinde, ya te has agotado”. 

<p>Tras perder siete veces, Newman decidió no recoger su Óscar honorífico, ni tampoco el que le dieron por 'El color del dinero' (1986). ” height=”462″ src=”https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_auto/uploads/imagenes/2018/03/01/648643.jpg” data-full-src=”https://imagenes.20minutos.es/uploads/imagenes/2018/03/01/648643.jpg”>
Paul Newman en ‘El color del dinero’ 
TOUCHSTONE PICTURES

‘Ni un pelo de tonto’

Comedia, drama, las 24 horas de Le Mans, salsas para pasta… Nada se le ha resistido a Paul Newman, y Ni un pelo de tonto es la enésima demostración. Por ella, fue nominada en el año de Forrest Gump (y, por tanto, del segundo Oscar de Tom Hanks): se trataba de una candidatura testimonial, que partía con muy pocas posibilidades, pero absolutamente justificada debido a su trabajo en la película de Robert Benton.

Paul Newman en 'Ni un pelo de tonto'
Paul Newman en ‘Ni un pelo de tonto’
Cinemanía

‘Camino a la perdición’

Newman se despidió del cine (aunque luego escucharíamos su voz en Cars) brindando como tiempo después lo haría Cillian Murphy en Peaky Blinders: “Ojalá puedas estar media hora en el cielo antes de que el diablo sepa que has muerto”. 

La perfección de Newman fue tan insultante en cada ángulo de su existencia que supo marcharse con una de las grandes obras maestras de este siglo, Camino a la perdición, y con un papel opuesto a todo cuanto había hecho con anterioridad. Seis años más tarde, Newman falleció en su granja de Connecticut. Tenía 83 años y, si existe el cielo, es de esperar que el diablo no le pusiera ningún impedimento cuando Newman regresó a la que siempre había sido su casa.

Paul Newman en 'Camino a la perdición'
Paul Newman en ‘Camino a la perdición’
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