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La historia y los secretos que guarda el lugar con más humo en Pekín

Autor: David Alejandro Lopez Bermudez

Durante los primeros cuatro meses y medio que viví acá, escuché hablar sobre él. Intenté ir al menos unas siete veces durante el otoño e invierno, pero siempre tenía restricciones para ingresar o estaba cerrado por la pandemia. Se lo escuché mencionar a varias personas. “¿Cómo no vas a poder ir?”, me cuestionaban.

(Ingrese al especial: China: viaje a las entrañas del dragón rojo)

Un día de febrero, cuando apenas se consolidaba la reactivación progresiva en Pekín, decidí rodar en bicicleta con un colega árabe. Es uno de los medios de transporte más efectivos de la capital china. Atravesamos un hutonglos callejones y barrios grises que se construyeron en la antigüedad y están en el centro de la ciudad—. Después de unos 750 metros, vimos a lo lejos que salía humo blanco de un lugar. Eran fumarolas detrás de unas paredes oscuras.

Pedaleamos a toda velocidad. Esquivamos carros y personas en las estrechas calles. Llegamos de frente a una estructura sujetada por cuatro pilares rojos oscuros, casi vinotinto, incrustados en construcciones rectangulares grises de concreto. Arriba tiene una especie de tableta de rutilantes azulejos. Cada séptimo dibujo azul o rojo, hay un par de dragones dorados enfrentados.

Esas piezas están resguardadas por un techo dorado de cadera —así se les llama a los tejados construidos durante las dinastías Ming y Qing—, con míticas bestias sobre sus aristas. En la antigüedad, los chinos creían que esos animales los ayudaban a hacerle frente a los demonios y los alejaban del fuego. No todos los edificios los tienen. Solo están en los edificios reales. Siempre comienza con un ser inmortal sobre una criatura y después hasta 10 bestias, que van desde un 龙 (long o dragón) a un 行什 (hángshí o guardián inmortal). También hay 凤 (fèng o fénix), 狮子 (shizi o león) y 斗牛 (douniú o toro maligno). Los edificios con más criaturas denotan edificios de mayor rango y lujo. Este tenía seis.

(Lea: China pasó de cuarentenas y pruebas covid diarias a una vida sin tapabocas)

Fachada del Templo Lama, en Pekín

Entrada del Templo Lama, en Pekín (China)

Foto:

David López. EL TIEMPO

En medio de todo el armazón hay un letrero con cuatro caracteres en chino tradicional. Entonces, le pregunto a una mujer de unos 67 años que transitaba por allí. Me señala un mediano cartel que está sobre un muro rojo que forma parte de una especie de cerca del lugar. Traduce: Palacio de la paz y la armonía.

Hay fila para entrar. Las personas dejaron el miedo por el covid y las restricciones y se agolparon a los sitios turísticos como antes. Algunos aún usan tapabocas. Al pasar la estructura y los puntos de control de tiquetes, nos movimos por un sendero rodeado de árboles. Es llamado el camino imperial. Llegamos hasta la puerta Zhaotai. Justo antes de atravesarla, hay una especie de casa al lado derecho. La multitud entraba y salía con un manojo de incienso café claro. “Es tibetano y se agrupan de a cinco o diez”, me aclara una joven de unos 27 años y de nombre Celine.

—¿Por qué compran eso?
—Porque lo usan para rezar.
—¿En este palacio?
—El palacio es el 雍和宮 o Yonghegong, o el Templo Lama, que es para los budistas.

Bestias chinas sobre tejado de templos en Pekín

Bestias chinas sobre tejado de templo budista en Pekín

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David López. EL TIEMPO

Vestigios de una casa imperial

Una vez atravesamos esa puerta, entramos a un gran patio, como una especie de recibidor, donde todo queda en un silencio sepulcral. Hay turistas pero murmuran. Hay un quiosco a la derecha y otro a la izquierda; el primero destinado para un tambor gigante y el segundo para una campana. Ambos están cercados. Justo adelante hay dos pabellones rojos y dos grandes leones de bronce, que sostienen con su pata derecha una bola. En la mitad del patio hay siete reposa rodillas rojas y dos incensarios rectangulares.

Las personas toman el puñado de inciensos y los encienden. Unos hacen venias hacia los cuatro puntos cardinales. Otros se arrodillan, toman los inciensos, se los ponen sobre su frente y se hincan.

Mujer en templo budista de Pekín

Mujer en Templo Lama, en Pekín. 2023.

Foto:

David López. EL TIEMPO

Enseguida está la puerta Yonghe. Las huellas que dejaron los miembros de una familia imperial hoy son pisadas por cientos de turistas. Este palacio chino comenzó en 1694, en tiempos de la dinastía Qing. En un principio, allí residieron de forma oficial los eunucos de la bandera manchú. Después fue el palacio del hijo del emperador Kangxi, el príncipe Yong o Yin Zhen, quien también fue emperador entre 1722 y 1735. Fue conocido como un gobernante que buscaba tener mínimos gastos y empleó las fuerzas militares para preservar la dinastía.

(Lea: El hombre que pedía limosna con un código QR en una calle principal de Pekín)

Según señalan los registros históricos, cuando Yongzheng fue ratificado como emperador, este lugar quedó funcionando por unos años como parte de la residencia, aunque él se trasladó a la Ciudad Prohibida. Varias salas fueron dispuestas en ese entonces como templo de los lamas —maestros espirituales— de los Gelug, la cuarta escuela del budismo tibetano.

Al entrar está el llamado ‘pasillo de la armonía’. Fue construido en el año 33 del reinado del emperador Kangxi. Fue determinado como el ‘pasillo de los reyes celestiales’. El lugar permanece intacto. Para el noveno año del gobierno de Qianlong (1744), quien sucedió a Yongzheng, este lugar fue entregado para la lamasería —la práctica de los monjes tibetanos y mongoles que aspiran a convertirse en lama—.

En ese espacio hay una estatua gigante de un monje budista rodeado de los cuatro reyes celestiales, que son cuatro dioses budistas o devas, en referencia a los puntos cardinales del planeta.

Personas rezando en templo budista de Pekín

Personas rezando en Templo Lama de Pekín

Foto:

David López. EL TIEMPO

Los símbolos budistas

Después hay otro patio con un quiosco en la mitad, un sitio de oración. A la derecha, veo algo que me llama la atención: dos mujeres tocando un rodillo de oro con letras chinas doradas incrustadas. Está puesto sobre un marco rojo. Lo tocan. Le dan vueltas. Murmuran. Me detengo a verlas. Espero a que se alejen y les pregunto en un chino básico: “¿Qué es eso?” Me miran y notan que soy extranjero. Se ponen nerviosas y se van. Quizás no me entendieron, quizás no querían responder.

En ese instante, llega un hombre con una túnica budista. Es un monje. Tiene gafas y en la mano izquierda carga un yapa mala —como una especie de rosario católico con 108 cuentas—. No se suelen ver muchos cuando hay turistas en el lugar. Lleva puestos un par de tenis negros que contrastan con el atuendo. Se acerca a otro rodillo de oro. Me acerco y le hago la misma pregunta que les hice a las mujeres. Habla inglés.

—Es un tambor o rueda de oración.
—¿Y qué es lo que dice afuera?
—Es un mantra.
—¿Cómo funciona?
—Mientras se le va dando vuelta a la rueda en sentido de las manecillas del reloj, que es el mismo sentido en el que está escrito el mantra, se va haciendo una plegaria.
—¿Con qué objetivo?
—Con estas ruedas una persona puede obtener karma bueno, que puede ser sabiduría, y descargar o purificar el karma malo. Son una ayuda visual para repetir un mantra, como el Om mani padme hum (el más conocido).

Monje budista tibetano en Templo Lama, en Pekín

Monje budista tibetano en Templo Lama, en Pekín. 2023

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David López. EL TIEMPO

Se despide y se va. En ese momento un fuerte viento hace sonar una campana diminuta. Está en la punta del asta de una bandera amarilla angosta que tiene inscripciones y dibujos, como el de un caballo. Hay más incensarios rectangulares y cilíndricos. Más gente quemando sus puñados de incienso tibetano.

Al avanzar por el palacio, se llega a otro gran salón, el de Falun. Fue construido en el noveno año del gobierno del emperador Qianlong, en 1744, y ha funcionado como lugar para los rituales budistas. Está diseñado con el estilo tibetano y tiene la estatua de Tsongkhapa, el fundador de la corte budista de Gelug.

El budismo entró a China a través de monjes de la India que se desplazaban por la Ruta de la Seda en tiempos de la dinastía Han, la segunda imperial del gigante asiático que comenzó en el año 206 a. C. hasta el 220 d. C. Según los historiadores, la religión se demoró al menos un siglo en consolidarse en el país, y los principios del confucianismo y taoísmo.

¿Qué religiones hay en China?

Contrario a lo que se pudiera pensar, la Constitución de China establece que hay “libertad de credo”. En un país de 1.400 millones de habitantes, la diversidad de religiones es imperante. Estimaciones oficiales dan cuenta que para el 2020, al menos 200 millones de personas tenían alguna creencia y había unas 5.000 organizaciones religiosas a nivel nacional o territorial.

Sin embargo, lo cierto es que hay tres religiones con más seguidores: budismo, taoísmo y confucianismo. La primera está dividida en tres grandes ramas: el budismo en idioma han, el budismo en idioma tibetano —como el descrito en esta crónica— y el budismo Hinayana o en idioma pali. Se estima que un poco más de 8 millones de personas profesan el budismo tibetano y el país cuenta con más de 13.000 monasterios budistas.

Por su parte, el taoísmo data del siglo segundo después de Cristo. En un comienzo funcionó como sistema filosófico y estaba dividido en varias comunidades. Ahora solo prevalecen las de la corriente Quanzhendao y Zhengyidao. Hay un poco más de 1.500 templos taoístas.

La doctrina del confucianismo está basada en los postulados del pensador chino Confucio que están reunidas en un libro llamado Lun Yü (o conversaciones). Ideas como que todos los humanos nacen buenos y que el caos proviene de características externas y el mal relacionamiento en la sociedad, así como principios y normas morales que establecen cinco relaciones sociales han trascendido por más de dos mil años en el país y en Asia. Varias de sus premisas son abordadas por líderes políticos chinos.

Jóvenes rezando en Templo Lama de Pekín

Jóvenes rezando en Templo Lama de Pekín. 2023

Foto:

David López. EL TIEMPO

Pero también hay musulmanes, sobre todo sunitas. El islamismo llegó a China hacia el siglo VII proveniente de Arabia y sus miembros, en gran parte, pertenecen a etnias como la hui, kirguiza, kazaka, uzbeka y uigur. Sobre esta última ha habido denuncias desde Occidente y de la ONU sobre supuestos “campamentos de reeducación” y presunta violación de derechos humanos. Algo que el propio gobierno del presidente Xi Jinping ha negado de forma tajante.

En Pekín y en varias de las grandes ciudades hay seguidores católicos y cristianos. El catolicismo fue introducido de forma masiva después de la Guerra del Opio de 1840. Hay unos 5 millones de creyentes, según cifras oficiales, y más de 5.000 iglesias. Por su parte, el protestantismo llegó a la sociedad china en el siglo XIX. Durante la revolución cultural entre la década de los 60 y 70 del siglo XX fue suspendida, pero después se estableció de forma oficial.

No obstante, hay un amplio número de personas que profesan la religión tradicional Han, también conocida como shenismo o tradicional china. Es politeista y se basa en cuatro conceptos teológicos 天 (Tian o la fuente de la moral), 氣 (qi o la energía que mueve el universo), 敬 祖 (jingzu o la adoración de antepasados) y 報應 (bao ying o reciprocidad moral). De esta doctrina sale el famoso concepto dual del Yin y yang ((陰陽), que describe el orden del universo.

Figura en entrada del Templo Lama en Pekín

León de bronce en entrada del Templo Lama en Pekín

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David López. EL TIEMPO

Un monumento histórico

En la última parte del Templo Lama está el Wanfuge, una estructura imponente también destinada para la oración. Las estructuras chinas son preservadas a un nivel de detalle cautivador. Y este lugar no es diferente. En 1949, este lugar fue declarado monumento nacional. No en vano recibe millones de personas cada año y es el más importante de su tipo en China.

En esa sala, hay cuatro jóvenes sonriendo. Tres están arrodillados, uno se mueve hacia adelante y hacia atrás. Se me viene un pensamiento a la cabeza: eso que me parece curioso, esta sensación de extrañeza, debe ser la misma que ven los extranjeros cuando llegan a Colombia, el llamado ‘país del Sagrado Corazón de Jesús’, cuando son testigos de plegarias católicas. Me acerco al único que estaba de pie.

Estatua de adoración en Templo Lama, de Pekín

Estatua de adoración en Templo Lama, de Pekín

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David López. EL TIEMPO

—¿Por qué está sonriendo?
—Siempre quisimos venir a ver este lugar. Mis abuelos nunca pudieron y era una obligación.
—¿Es budista?
—No.
—¿Qué tan religiosos son los chinos?
—El concepto de religión acá es diferente al que ustedes pueden tener. Hay mucho pragmatismo y postulados filosóficos que no obligan a ser seguidor de alguna deidad. Si bien hay fanáticos y religiosos, no es algo que se vea tan común. Y todos mantienen una postura privada al respecto.

La salida es por la parte posterior del lugar. Todo está encerrado por muros grises, los mismos que vi mientras iba rodando en bicicleta por un hutong. El humo es de los incensarios que están activos cada día y se pronuncian por esta época de fin de invierno y comienzos de primavera. La mística de cada objeto, cada pared y cada edificio es provocada por la historia que guarda y el valor simbólico que le otorgan los visitantes. No es solo un atractivo turístico, es la cuna de una de las religiones prevalentes de China y uno de los santuarios más soberbios del país.

*Esta es la tercera crónica de una serie especial sobre #VivirEnChina, que usted puede ver en este enlace.

DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ
Enviado especial de EL TIEMPO
Pekín (China)
berdav@eltiempo.com
En redes: @lopez03david

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