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Marco Rubio y la política de la paz por la fuerza   | El futuro Secretario de Estado de Estados Unidos

Autor: Gustavo Veiga

En el decálogo de política exterior que aplicará Marco Rubio, el nuevo secretario de Estado de EE.UU, no hay lugar para las sutilezas. Es un halcón y no se molesta en disimularlo. Lo dijo hace poco: “Bajo el liderazgo del presidente Trump, ofreceremos paz a través de la fuerza”. No al revés, como indicaría un principio de Gandhi o Mandela sobre el poder de la paz. Hispano, hijo de cubanos, el senador republicano es un producto político genuino de Florida. La Florida ultraconservadora que regurgita el ideario más reaccionario sobre la guerra cultural, los ataques a China, Rusia y sus aliados y, a partir de ahora, la que verá con agrado un control más agresivo sobre América Latina. Habrá palos para Cuba y Venezuela como relaciones complacientes con presidentes de extrema derecha: Milei y Bukele pueden ser dos ejemplos.

Igual que en el tango Volver – “yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno” – se vislumbra lo que vendrá a partir del 20 de enero, cuando Donald Trump comience su segunda presidencia. La política exterior de Estados Unidos será guiada por un latino de mano dura, antiguo adversario en la interna republicana del magnate que lo nombró y ahora su principal funcionario. Pasó de llamarlo “estafador” y “peligroso” a alinearse con él. Incluso se lo mencionó como candidato a ser su vicepresidente.

Robert Evan Ellis es especialista en América Latina y profesor del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del ejército de Estados Unidos. Asesoró al ex secretario de Estado Mike Pompeo sobre temas de Venezuela. El mismo día en que ganó Trump posteó un artículo en X sobre “cómo contener la dictadura de Maduro y el daño que puede causar al albergar amenazas extra-hemisféricas, grupos terroristas y actividades criminales”. Un mes después, acaba de presagiar en el Nuevo Herald, un diario de Miami, que se verá “una ola de sanciones introducidas por el equipo de Trump que van a ser mucho más fuertes que las adoptadas bajo el presidente Biden”.

Su opinión no es la de un outsider. Se trata de alguien que trabajó para la Secretaría de Estado durante el primer gobierno del republicano (2017-2021).

Rubio, de 53 años, nació en Miami y es hijo de inmigrantes cubanos. Le gusta hablar demasiado y no mide a menudo sus palabras. Cualquier archivo lo confirma. Además de que le interesa América Latina – la base de su electorado como senador proviene de ahí – tiene un problema extra con la política migratoria. Ambiguo, contradictorio, cuando confrontó en el pasado con su ahora jefe, dijo en el debate de las primarias republicanas de 2016: “Si Donald Trump construye su muro de la misma forma que construyó la Torre Trump, usará a trabajadores inmigrantes ilegales para hacerlo”.

Aquella denuncia hoy se transformó en una celebración de la política antinmigrante por venir, en armonía con la dialéctica xenófoba del presidente electo. Rubio habla de “invasiones” provenientes de México. Una retórica al revés de la historia. Fue el vecino del sur el invadido en distintas oleadas durante el siglo XIX que le cercenaron el 55 por ciento de su territorio. Los antiguos ejércitos de EE.UU se confunden ahora con indocumentados hambrientos que provienen de casi todo el continente.

Rubio ve peligros en todas partes. Su teoría de paz a la fuerza tiene como blanco a un enemigo que comparte con la ultraderecha. Propuso en un texto de puño y letra de 2021 que “la forma definitiva de detener la actual revolución cultural marxista entre nuestra élite corporativa es reemplazarlos con una nueva generación de líderes empresariales que se consideren estadounidenses, no ciudadanos del mundo”. Su visión alcanza a los CEOS de las multinacionales que hagan negocios con China, Rusia u otras naciones que no se alineen con el cuestionado orden mundial que intenta mantener Estados Unidos.

Inmigrantes, comunistas, hombres de negocios de mirada globalista, son como fantasmas que danzan alrededor del futuro secretario de Estado. Porque según él –continúa el texto del 2021 – “la batalla contra el marxismo cultural no se ganará si nos basamos en un anticuado ‘conservadurismo del Wall Street Journal’”.

Un perfil de su agenda social como senador que ahora quedará en otras manos, no difiere demasiado de su pensamiento en política exterior, el área que manejará desde enero. Desde el Congreso al que llegó en 2010 y donde es vice de la comisión de Inteligencia, se opuso a la reforma sobre el sistema de Salud que impulsaba Obama, a cualquier amnistía para los inmigrantes sin papeles y a la Ley de Reinversión y Recuperación de Estados Unidos de 2009 posterior a la recesión de las hipotecas subprime. Es además defensor de la libre portación de armas y antiabortista. Este es el político que tendrá más influencia en el gabinete de Trump, del que también dijo en el pasado que no se le podían confiar “secretos nucleares”.

El nuevo presidente olvidó esas antiguas ofensas y ahora destaca sus cualidades: “Marco es un líder muy respetado y una voz muy poderosa en favor de la libertad. Será un fuerte defensor de nuestra nación, un verdadero amigo de nuestros aliados y un guerrero valiente que nunca se rendirá ante nuestros adversarios”, escribió en un comunicado hace unos días.

Pero como Estados Unidos tiene más intereses que amigos, tal vez aparezcan algunas dificultades con la política hacia Venezuela. Según un artículo del Wall Street Journal, empresarios del mercado petrolero le han sugerido a Trump que mantenga el libre flujo del crudo con el país sudamericano. A cambio se le pediría al presidente Nicolás Maduro que frene el éxodo de venezolanos hacia EE.UU. El analista Ellis aportó ese dato durante un encuentro de la organización VenAmérica con sede Weston, Florida: “Hay ciertas personas con interés en transacciones de petróleo que le están diciendo a Trump que debemos levantar las sanciones. Son un pequeño grupo que van a jugar golf con él en Mar-a-Lago, y que le susurran eso en el oído”.

La integración del gabinete en la secretaría de Estado alimenta especulaciones en sentido contrario. Venezuela es el objetivo primario para Rubio, Carlos Trujillo, su futuro subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental y Mike Waltz, otro congresista que será asesor de Seguridad Nacional. El nombramiento de este último proporciona un dato clave. En agosto pasado, le envió una carta al Comité Noruego del Premio Nobel para apoyar la nominación de María Corina Machado al Nobel de la Paz. Venezuela les importa más por el petróleo que por dudosas invocaciones a la democracia que no avala la historia de EE.UU.

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