En su libro Rejuvenece Comiendo (Hestia, Editorial Pinolia), la farmacéutica y nutricionista, además de divulgadora, María José Cachafeiro, aborda la relación entre la alimentación y la salud, y explica cómo se puede cambiar plato a plato.

Publicado por Rubén García Díaz
Periodista especializado en parenting, infancia y crianza
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La relación de la alimentación (y del descanso) con la salud es una cuestión más que demostrada por la ciencia, especialmente en lo que llevamos de siglo. Es, quizá, una de las pocas áreas de actuación durante la crianza de los hijos en las que no cabe lugar a las interpretaciones: potenciar hábitos alimentarios saludables en los hijos desde pequeños es uno de los mejores legados que podemos dejarles como padres. Y esto es posible a partir del conocimiento.
En su libro Rejuvenece Comiendo (Hestia, Editorial Pinolia), la farmacéutica y nutricionista, además de divulgadora, María José Cachafeiro, aborda la relación entre la alimentación y la salud de una forma amena y divertida partiendo de la evidencia científica. Lo hace, como ella misma dice, como una “invitación a transformar tu vida plato a plato”.
El libro tiene un enfoque para un público adulto amplio, pero buena parte de su contenido es perfectamente aplicable a la infancia. Es el caso del llamado eje intestino-cerebro-piel, al que la autora le dedica un capítulo completo de Rejuvene comiendo.

El eje intestino-cerebro-piel: en qué consiste
Existe una relación estrecha entre el intestino, el cerebro y la piel conocido como eje intestino-cerebro-piel. Este concepto es clave para comprender la salud infantil desde un enfoque integral, ya que un intestino saludable no solo favorece la digestión, sino que también tiene un impacto directo en el desarrollo neurológico y en la apariencia de la piel.
María José Cachafeiro explica en el libro Rejuvenece comiendo cómo el estado del microbioma intestinal puede influir en el desarrollo neurológico, el estado emocional e incluso en la salud cutánea de adultos y también de niños, niñas y adolescentes. “Estas tres partes de tu organismo, aparentemente diferentes y separadas en el espacio, están profundamente interconectadas. Cada una influye en la salud de las otras”, señala Cachafeiro.
Y es que la microbiota intestinal juega un papel clave en el bienestar general. Un desequilibrio en las bacterias intestinales puede reflejarse en trastornos digestivos, dificultades de concentración, alteraciones en el estado de ánimo y problemas cutáneos como eccema o acné.
Como adultos, comprender esta conexión desde la infancia puede ser esencial para prevenir problemas de salud a largo plazo en nuestros hijos e hijas, y fortalecer su sistema inmunológico desde los primeros años de vida… y de paso, a partir de fomentar hábitos alimentarios saludables en nuestros peques, hacerlo también con nosotros y nosotras mismas.

El intestino: la base de un sistema equilibrado
El intestino es considerado el “segundo cerebro” debido a la cantidad de conexiones nerviosas que posee y su comunicación constante con el sistema nervioso central. No en vano, por ejemplo, científicos han descubierto el papel del intestino de los bebés y la lactancia materna en la prevención de la hipertensión infantil y adulta.
Sin ir más lejos, un microbioma intestinal saludable —con independencia de la edad, si bien los hábitos saludables en materia de alimentación es mejor introducirlos cuanto antes— contribuye a una mejor absorción de nutrientes, regula la producción de neurotransmisores como la serotonina y refuerza la respuesta inmune.
En Rejuvenece comiendo, María José Cachafeiro expone algunos de los factores que pueden alterar el equilibrio del intestino en cualquier etapa de la vida:
- Dieta rica en azúcares y ultraprocesados, que favorece el crecimiento de bacterias perjudiciales. A esto hay que añadir el impacto de los ultraprocesados en cuestiones como el rendimiento escolar.
- Estrés y alteraciones del sueño, que impactan negativamente en la microbiota porque “dormir bien es uno de los secretos mejor guardados para una piel saludable y un cuerpo equilibrado”, dice la autora.
Promover una dieta variada y rica en fibra, junto con alimentos fermentados como yogur y kéfir, puede contribuir a mantener una microbiota equilibrada y prevenir problemas intestinales que podrían repercutir en otras áreas de la salud, tanto de los niños como de los adultos.
Además, también cabe tener en cuenta al respecto que, si bien un estudio ha advertido de que el tipo de parto influye más que la lactancia en la resistencia a los antibióticos, el uso excesivo estos puede reducir la diversidad microbiana.

La conexión con el cerebro: cómo influye en el desarrollo emocional
La relación entre el intestino y el cerebro es bidireccional: lo que sucede en el sistema digestivo afecta el comportamiento y las emociones, y viceversa. En niños y niñas, también en adolescentes, esto puede traducirse en dificultades de concentración, irritabilidad o trastornos del sueño cuando la microbiota está alterada.
En el libro Rejuvenece comiendo, María José Cachafeiro destaca la importancia de ciertos nutrientes para el desarrollo neurológico infantil. Nutrientes como los ácidos grasos Omega-3, presentes en pescados azules y frutos secos y semillas. “Son grasas esenciales para mantener la integridad de tus células y para reducir la inflamación”, apunta la autora.
Fomentar una alimentación equilibrada puede tener un impacto positivo en la regulación emocional de pequeños y mayores, favoreciendo la reducción de episodios de ansiedad o hiperactividad relacionados con la alimentación.

El impacto en la piel: cómo el intestino puede reflejarse en la apariencia
Leyendo Rejuvene comiendo aprenderás que la inflamación crónica causada por una mala alimentación o el estrés puede desencadenar reacciones adversas en la piel de los niños. Piel que es más que una barrera física que nos protege del exterior, ya que “también tiene su propia comunidad de microorganismos, conocida como dermobiota, que actúa como primera línea de defensa frente a patógenos”, expone la autora.
La piel se comunica con el cerebro y el intestino a través de mecanismos del cuerpo humano como el nervio vago, el sistema inmunitario o las señales inflamatorias. Y esto explica, entre otras cosas, que existan problemas cutáneos como el eccema, la dermatitis o el acné que también pueden estar relacionados con desequilibrios en la microbiota intestinal.
En este sentido, María José Cachafeiro apunta algunas estrategias en el libro para mejorar la salud cutánea a partir de la alimentación. Por ejemplo, reduciendo el consumo de lácteos y azúcares en niños con piel sensible o tendencia al acné que tengan brotes después de tomar este tipo de alimentos.
Otro consejo en esta línea es la introducción de probióticos y prebióticos en la alimentación para fortalecer la barrera intestinal y reducir la inflamación, así como la hidratación adecuada, ya que la piel es un reflejo del equilibrio interno del cuerpo.

En conclusión, crear hábitos alimenticios saludables desde la infancia puede marcar una gran diferencia en la prevención de problemas dermatológicos y en la promoción de una piel sana y resistente. Tal como señala María José Cachafeiro en su libro Rejuvenece comiendo, pequeñas modificaciones en la dieta y el estilo de vida pueden marcar una gran diferencia en la salud. De los niños, niñas y adolescentes, por supuesto. Pero también en la tuya.