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Obispos estadounidenses sobre inmigración – Arlington Catholic Herald

Autor: Ana Lucia Batista

United States Conference of Catholic Bishops.

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“Como sus pastores, su miedo resuena en nuestros corazones y hacemos propio su dolor. Cuenten con el compromiso de todos nosotros para estar junto a ustedes en esta hora desafiante”, dijo el Arzobispo Timothy P. Broglio, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB por sus siglas en ingles), al abordar el aumento de las acciones de control migratorio.

Ofreció esta reflexión en nombre de los obispos de los Estados Unidos y reconoció que, si bien las acciones de las fuerzas del orden para preservar el orden y garantizar la seguridad comunitaria son necesarias para el bien común, no podemos cerrar los oídos a la ansiedad y el temor que viven las comunidades.

La reflexión del Arzobispo Broglio es la siguiente:

Justo antes de la apertura de la asamblea especial de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, me parece oportuno dar voz a una profunda preocupación que está en el corazón de los pastores de la iglesia en nuestro país.

Cuando habló este pasado fin de semana a los jóvenes de Chicago, el Papa León XIV nos recordó que en el corazón de la fe cristiana está la invitación a compartir la comunión de vida y amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la primera comunidad fundada totalmente en el amor. El Santo Padre también nos desafió a ser un signo de esperanza haciendo del mundo un lugar mejor.

Considerando el mensaje del Papa León, nadie puede hacerse el sordo ante los clamores palpables de ansiedad y temor que se escuchan en comunidades de todo el país tras el aumento de acciones de control migratorio.

Las acciones de las fuerzas del orden dirigidas a preservar el orden y garantizar la seguridad comunitaria son necesarias para el bien común. Sin embargo, los esfuerzos actuales van mucho más allá de aquellos con antecedentes penales. En el contexto de un sistema migratorio gravemente deficiente, el arresto masivo y la expulsión de nuestros vecinos, amigos y familiares solo por su condición migratoria, especialmente de forma arbitraria o sin debido proceso, representan una profunda crisis social ante la cual ninguna persona de buena voluntad puede permanecer en silencio. La situación está lejos de la comunión de vida y amor por la que esta nación de inmigrantes debería esforzarse.

Las numerosas acciones de protesta en todo el país reflejan los sentimientos morales de muchos estadounidenses de que la aplicación de la ley por sí sola no puede ser la solución para abordar los desafíos migratorios de nuestra nación. Si bien la protesta y el disentimiento pueden ser una expresión legítima de participación democrática, la violencia nunca es aceptable. Al mismo tiempo, conviene recordar la advertencia del Papa Francisco de que “sin iguales oportunidades, las distintas formas de agresión y conflicto hallarán un terreno fértil para crecer y eventualmente estallarán” (Evangelii gaudium, 59).

La falta crónica de oportunidades para obtener un estatus legal para nuestros hermanos y hermanas inmigrantes, junto con la creciente negación del debido proceso, lesionan la dignidad humana y constituyen un factor considerable en la descomposición del estado de derecho. Asimismo, las acusaciones infundadas contra los proveedores de servicios católicos, que cada día se empeñan en brindar apoyo y cuidados críticos a los más vulnerables, contribuyen a las tensiones sociales y a un clima creciente de miedo.

En nombre de mis hermanos obispos, quiero asegurar a todos los afectados por acciones que desgarran el tejido de nuestras comunidades la solidaridad de sus pastores. Como sus pastores, su miedo resuena en nuestros corazones y hacemos propio su dolor. Cuenten con el compromiso de todos nosotros para estar junto a ustedes en esta hora desafiante.

Reconozco a quienes, en nuestros servicios e iniciativas comunitarias católicas, trabajan por el bien común curando las heridas de los afligidos. Que quienes, motivados por la urgencia del momento actual, se empeñan en buscar soluciones justas y humanas a estos desafíos migratorios sepan que cuentan con la cooperación y la buena voluntad de los obispos católicos de nuestro país.

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