Nueva York, París, Londres, Berlín, Tokio. Estas son algunas de las maratones más importantes del mundo que tienen lugar anualmente. Pero no son las más innovadoras. En ese sentido, China se lleva el primer puesto al anunciar la primera media maratón en la que competirán humanos y robots por los puestos en el podio.
La carrera se desarrollará en abril en la ciudad de Pekín, específicamente en el Área de Desarrollo Económico y Tecnológico del distrito de Daxing, conocida como Beijing E-Town. La competencia convoca a 12.000 participantes, entre ellos tanto humanos como robots de más de 20 empresas diferentes.
Pero no es tan sencillo. No cualquier robot puede participar: hay ciertos requisitos. Por un lado, es imprescindible que los robots tengan una apariencia humanoide. Además, deben tener una estatura de entre 0.45 y 2 metros. También es esencial que las tecnologías posean una estructura mecánica capaz de caminar y correr sobre dos piernas. Parece una aclaración obvia, pero no lo es. Algunos robots podrían venir con ruedas, lo que dejaría a los humanos en completa desventaja.
Si bien esta es la primera vez que se organiza una carrera en la que los corredores compiten formalmente con robots, el año pasado, en la media maratón de Pekín, “Tiangong” —un robot humanoide— se unió a los humanos en el último tramo de la carrera y cruzó la meta final como una pequeña prueba piloto de lo que veremos en la próxima edición.
La gran pregunta de esta era es: ¿cuándo la tecnología superará a los humanos? De acuerdo con un estudio desarrollado por investigadores especializados en inteligencia artificial, hay una alta probabilidad de que la inteligencia a nivel humano en las máquinas esté presente dentro de los próximos 40 años. Y lo que resta responder es: ¿qué les pasará a los humanos?
Ya son varios los ejemplos en los que el alumno superó al maestro. Uno de los casos más famosos fue en 1997, cuando Deep Blue, una máquina desarrollada por IBM que podía analizar 200 millones de posiciones por segundo usando computación bruta, le ganó en un partido de ajedrez a Garry Kasparov, un histórico jugador ruso. El match, que se jugó en la ciudad de Nueva York, fue una revancha de una disputa que ya se había dado en 1996, cuando Kasparov había derrotado a la tecnología.
Siguiendo esta línea, las máquinas también les ganaron a los humanos en el Go. La tecnología AlphaGo, desarrollada por Google DeepMind, enfrentó al campeón mundial surcoreano Lee Sedol en una competencia de cinco partidas. El resultado terminó en una victoria de cuatro partidas contra una derrota a favor de la máquina, dejando en evidencia su claro potencial intelectual.
Más recientemente, en 2018, el robot Curly les ganó a un equipo surcoreano en una competencia de curling, un deporte que consiste en lanzar una piedra de 20 kilos y llevarla lo más cerca posible del objetivo marcado en el suelo. La tecnología fue desarrollada por un grupo de investigadores de la Universidad de Corea del Sur y del Instituto de Tecnología de Berlín y arrasó: ganó tres de los cuatro partidos que se jugaron.
En este contexto, Eduardo Levy Yeyati, autor del libro Automatizados, reflexionó en una entrevista para RED/ACCIÓN que estamos en una época en la que hay que redefinir la relación que tenemos con las tecnologías y entender el valor que agregamos a medida que estas se van sofisticando y empiezan a ocupar lugares importantes en nuestro ecosistema. “No es la máquina en lugar del hombre, es el hombre como interfaz con la máquina y el hombre habilitado por la máquina. No tiene ningún sentido competir con la máquina; hay que amigarse”, manifestó.
Pero imaginar un contexto en el que veamos competencias de robots en vez de competencias de seres humanos es difícil de imaginar. “Hay algo esencialmente humano que se pierde cuando los atletas robots practican deportes”, escribió en un artículo Michael Cheng, especialista en IA y filosofía. “Obtenemos un valor de entretenimiento sustancial, o incluso aprendemos más, viendo a alguien que se confunde. El hecho de que los humanos cometan errores es una característica, no un defecto”, agregó.
Hay ciertos aspectos que la máquina nunca va a poder alcanzar simplemente por el hecho de que es una máquina, aunque intente luchar contra esa naturaleza e imitar al ser humano de la manera más fiel posible. “Hay una transferencia, un relacionamiento, una intimidad que la máquina no puede reemplazar, al menos por muchos años más”, aseguró Levy Yetati.
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