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Defender la Semana Santa para que Cristo reine en las Españas

Autor: La Esperanza
Procesión de la Peregrinación del Silencio (Valladolid, España) / El Norte de Castilla.

Durante la Semana Santa solemos escuchar con frecuencia a personas que comentan, de forma despectiva, la gran afluencia de gentes que no suelen pisar la iglesia durante la mayor parte del año a las procesiones y actos litúrgicos que tienen lugar en estos días.

Mientras pensaba en ello, recordaba una oportuna reflexión del profesor Miguel Ayuso en una tertulia del programa de televisión «Lágrimas en la lluvia» que hace años dirigía Juan Manuel de Prada, en un debate sobre la secularización de la sociedad. Precisamente hablando sobre el fenómeno del cristianismo sociológico, «esa gente que vibra con la Virgen de Triana y frecuenta poco la iglesia más allá de esos días», afirma el gran maestro que «lejos de ser combatido, debe ser mimado, purificado en la media que la Iglesia pueda acceder a esos ámbitos sociales». Y a continuación lo remataba diciendo que «sin apoyo cultural y social no puede existir un pueblo cristiano, puede haber individuos heroicos cristianos en el seno de un proceso de secularización que los arrolla y los lleva a posiciones cada vez más numantinas». ¡Exacto! Pueden existir individuos católicos, pero no un pueblo católico, una civilización católica, y eso es lo que queremos y por lo que luchamos los carlistas, por el Reinado Social de Cristo, por la restauración de la civilización católica en los pueblos de la Hispanidad. No nos contentamos con que nos dejen rezar en nuestras casas, ni siquiera en los templos, sino que queremos tomar para Cristo Rey todos y cada uno de los rincones de nuestra sociedad, todas las realidades terrenas, las instituciones, las costumbres, las familias, la sociedad entera para la Verdad, el Bien y la Belleza.

Esta es, precisamente, la clave de toda esta cuestión que subyace en el fondo de las grandes manifestaciones populares que inundan durante estos días las calles y plazas de todos los rincones de España y una gran multitud de pueblos vinculados por historia y cultura a ella. Pues justamente en esa comunidad de pueblos que han vivido bajo el armazón político de la Monarquía Católica al servicio de la Cristiandad, es donde se ha formado esa particular forma de manifestación publica de la fe católica en sus diversas formas y es donde han perdurado hasta nuestros días.

No debemos caer en la trampa de los enemigos de la Religión, pues ellos saben muy bien que para rematar su obra revolucionaria y lograr el triunfo completo sobre los restos de la vieja civilización cristiana allí donde todavía se mantiene aunque sea de forma débil e incluso decadente, deben borrar todo rastro del cristianismo en la sociedad, en sus costumbres y tradiciones, desterrando de los lugares públicos cualquiera de esas manifestaciones, que en el mejor de los casos debe quedar restringido a las iglesias y al ámbito privado de cada uno.

Soldados de Cristo de Budía (Guadalajara, España) / Turismo Diputación de Guadalajara

Quienes critican, desde una supuesta ortodoxia religiosa, el cristianismo social y popular que durante estos días inunda las calles y lugares de culto, se equivocan profundamente. No dudo de sus buenas intenciones, pero deben darse cuenta de que hacen el juego al enemigo.

Eso no quiere decir que no debamos poner el foco en aquellos aspectos de la Semana Santa y todo aquello que la rodea que deba ser reformado o purificado, tal como decía Miguel Ayuso en su intervención. Y aquí es donde debemos interpelar a quienes tienen sobre sus espaldas la gran responsabilidad de guiar al pueblo por el camino de Dios, a los prelados y sacerdotes de la Iglesia en primer lugar, y a todos aquellos que ocupan los primeros lugares en las cofradías y hermandades que dan vida a la Semana Santa. Pues de ellos depende, en gran medida, que las grandes manifestaciones de religiosidad popular que inundan las calles no caigan en saco roto, que todo ese caudal no sea desperdiciado y que de todo ello se pueda obtener algún fruto. Y ellos deben cuidar con gran celo y atención que las procesiones que organizan y custodian lleguen a la calle como lo que son y deben ser y no sean deformadas ni se conviertan en actos externos sin sentido religioso alguno. Precisamente algo que me ha cautivado siempre de la vida cofrade es que la mayoría de sus miembros, en muchos casos familias enteras, mantienen esa conciencia de ser un eslabón en la cadena de muchas generaciones y sienten esa responsabilidad de transmitir a las futuras generaciones lo que han recibido de sus mayores. Y como muchas personas de toda edad y condición, en muchos casos con una práctica religiosa casi inexistente, se mantienen ligados a la Religión católica gracias a la labor de las cofradías, sin las cuales seguramente habrían abandonado por completo esa vinculación. Por estos caminos, por mucho que se hayan podido torcer o deformar en muchos casos por la falta de fe de nuestro pueblo y la nefasta deriva de una gran parte de las autoridades eclesiásticas, la Providencia nos bendice y nos deja una puerta abierta para que muchos puedan en nuestros tiempos descubrir las realidades sobrenaturales que nos conducen a Dios.

La Semana Santa es un enorme tesoro que tenemos los españoles junto con nuestros hermanos repartidos por el orbe con los que tenemos unos lazos de sangre, de cultura, de historia y de fe que nos mantienen unidos, y debemos ser conscientes de ello y defenderlo en la medida de nuestras fuerzas, pues constituye un baluarte y un refugio para el pueblo cristiano y un signo de esperanza para la lucha por la reconquista social y política del cristianismo en nuestros pueblos.

Es hermoso contemplar la multitud de pueblos tan diversos y distintos entre sí que mantienen una misma tradición con múltiples formas de expresar la pasión y muerte salvadora de Cristo, que nos muestran el auténtico ser de las Españas y nos enseñan el camino que debemos recorrer en el futuro si queremos recuperar de nuevo la unidad y la grandeza de esos pueblos para que Cristo y María reinen sobre nosotros.

Acudamos pues a las procesiones como buenos españoles, apoyando esa gran manifestación pública de fe para que mantener vivo el ideal de la Santa Causa de Dios, Patria y Rey, y coger fuerzas para continuar la lucha en medio de todas las dificultades que nos rodean en el día a día con el que nos enfrentamos los carlistas.

Diego Luis BañoCírculo Cultural Antonio Molle Lazo de Madrid.

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