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Se estrena Algo viejo, algo nuevo, algo prestado: el juego de la vida | Cine y series | La Voz del Interior

Autor: Javier Mattio

La clandestinidad, el duelo y el clan mafioso se entrelazan de manera tan insospechada como fascinante en Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, tercer filme de Hernán Rosselli que se estrena en el espacio Incaa de Unquillo (en algunas semanas llegará también al Hugo del Carril).

El filme, que se presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes y ganó el premio a mejor película en Ficunam, retoma la ilegalidad conurbana de la extraordinaria Mauro (2014) y el registro encontrado de Casa del teatro (2018) disolviendo documental y ficción para contar la historia singular de los Felpeto.

Esta familia típica del sur de Buenos Aires le abrió a Rosselli el acceso a sus viejas grabaciones amateur filmadas por Hugo, el padre, que conservaban intacta una vida barrial idílica. Con estas cintas más la actuación frente a cámara de los Felpeto el realizador armó una narración en la que se reflejan sus propias vivencias suburbanas en combinación con el imaginario del hampa de Hollywood, situando el accionar de los protagonistas en el mundo vagamente marginal de la quiniela clandestina.

Así, Maribel Felpeto afronta la sucesión de su padre (en la realidad Hugo, que actúa su muerte, sigue vivo) a la vez que su madre Alejandra toma las riendas del negocio de apuestas haciendo valer su poder matriarcal en una zona pesadamente disputada. Si bien la violencia no falta, Rosselli prefiere dejar el sensacionalismo para los noticieros de fondo y filma los rituales de un conurbano íntimo, sensible, contemplativo, entre jornadas en pileta, asados y fiestas navideñas.

Unos disparos al aire, un auto prendido fuego o un apriete casero son suficientes para sugerir un universo que el espectador completa por su cuenta, entre la realidad del cine y el cine de la realidad (por allí se cuela un afiche de la espectacular Caracortada de De Palma). Finalmente, la mixtura de pantallas, cámaras de vigilancia, videojuegos y redes sociales da cuenta de un omnipresente avance digital del capital que confina al cine a una práctica nostálgica semejante a la antigua quiniela, desplazada por las tragamonedas y la apuesta online.

¿Cómo se gesta una película así de compleja? “Estaba estrenando Casa del teatro, un documental que también utiliza material de archivo para contar el pasado del actor Oscar Brizuela, cuando Maribel Felpeto, una actriz y artista visual que es amiga mía del barrio de hace años, se acercó y me mostró unos VHS que el padre había filmado hasta cuando ella tuvo 15, 16 años”, cuenta Rosselli.

“Lo primero que me asombró del material fue ver la Buenos Aires de cuando yo era chico, la vida pública de la vuelta de la democracia con las visitas al Ital Park, al Zoológico de Cutini y a Mundo Marino, y algo de la Buenos Aires previa al menemismo que era medio montevideana, como de pueblo chico –sigue–. Además, no eran películas familiares, sino que tenían una puesta en escena, era el trabajo de un cineasta amateur. Alejandra, la madre de Maribel, era muy bella de joven y con un aura a estrella de cine parecida a Jane Birkin, y Hugo la filmaba todo el tiempo. Era un material increíble, había ahí desde un videoclip a un documental testimonial, yo que trabajo con montajistas vi un tesoro”.

Y completa: “A la vez yo conocía bien el mundo de las quinielas porque cuando mis viejos se separaron mi vieja empezó a trabajar computando apuestas para el ‘chino’ Sabella, un banquero del juego muy conocido en mi barrio. El sistema de la quiniela necesita de la complicidad de mujeres vulnerables que han quedado separadas o viudas. Mi vieja entró en esa lógica, se había separado, era universitaria, entonces dirigía el búnker y venía todo tipo de gente a casa. Fue inspirándome en esa experiencia personal que les dije a los Felpeto ‘hagamos nuestra versión de El padrino 2, Buenos muchachos o Érase una vez en América, ¿ustedes se animarían a actuar?’. Empezamos a ensayar en el verano de 2020 y después nos agarró la pandemia. Eso me permitió empezar a editar y a escribir con bastante velocidad, y una o dos veces por semana iba a la vecindad a ensayar con ellos. Con el tiempo fui aumentando la dificultad de las escenas, y al final resultó increíble lo que Maribel y Alejandra habían logrado como actrices”.

“Algo viejo, algo nuevo, algo prestado”, de Hernán Rosselli.

Actividad desalmada

¿De qué forma trabajaste el límite entre realidad y ficción con los actores?

−La voz en off narra cosas que les sucedieron a los Felpeto y cosas que no, los Felpeto por ejemplo, no tienen nada que ver con el mundo de la quiniela. El padre vive, de hecho estuvo en el estreno ahora en Mar del Plata, pero hay algo en mi historia por parte de madre que es que vengo de una familia de suicidas y los Felpeto también, el hermano de Hugo murió así. Llegamos a discutir entre todos que la muerte de Hugo fuera esa, Alejandra tenía sus reparos, pero él me dijo “lo hacemos”. Para mí era importante porque no es lo mismo que cualquier muerte, un suicidio deja un montón de preguntas, más que si se tratara de un crimen sin resolver, hay algo existencial muy fuerte en la herida que deja. Y a la vez se conecta con la quiniela, que es una actividad desalmada, 24/7. A la noche, cuando uno termina de trabajar, hay un montón de diligencias, hay que dirigir a la gente que computa las apuestas para pagar al otro día los premios. Uno gana plata, pero también esa plata por una racha de mala suerte puede esfumarse de un día para el otro y te obliga a hacer tratos con otros quinieleros, es una ruleta. Y eso produce un vacío emocional muy fuerte.

Ya habías tratado el tema del dinero en “Mauro”. ¿Qué te interesa de él?

−El dinero es una especie de ente nacional. Hay algo especial en el vínculo del argentino con la plata en los últimos 20, 25 años, o desde la época de la dictadura, en relación con la inflación. El dinero acá tiene cualidades mágicas que hacen que uno deje de pensar en él como un medio para el intercambio de bienes, con la inflación ese objeto se desnaturaliza en seguida porque uno sabe que con eso antes compraba esto y ahora ya no. Esa devaluación hace que todos vivamos una realidad metanarrativa como en El estanciero, estamos jugando una ficción en la que todo el tiempo estás perdiendo plata y tu sueldo vale cada vez menos. Yo charlando con los quinieleros les preguntaba “¿qué pasa ahora con la pandemia?, supongo que habrá bajado el juego”, y ellos me decían que no, que en los momentos de crisis es cuando la gente más juega. Las crisis cíclicas de la Argentina hacen que a la gente no le quede otra que el sálvese quien pueda, jugarle a un numerito al final del día y ver qué puede llegar a pasar.

Para ver “Algo viejo, algo nuevo, algo prestado”

Argentina, 2024. Guion y dirección: Hernán Rosselli. Con: Maribel Felpeto, Juliana Simões Risso, Alejandra Cánepa y Leandro Menéndez. Duración: 100 minutos. En espacio Incaa Cine Teatro Rivadavia (Av. San Martín 1505, Unquillo), el jueves 5, sábado 7, domingo 8 y miércoles 10 de diciembre, a las 21.

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