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Ser católico, ¿el nuevo punk? La contracultura o la identidad, motivos del auge de jóvenes conversos

Autor: Jose Maria Carrera Hurtado
José María Carrera Hurtado

Desde hace días, un flujo incesante de noticias, blogs, comentarios y opiniones en medios hablan de un aparente renacimiento de la fe y la práctica religiosa en las nuevas generaciones.

Las noticias se vinculaban con una vigilia pascual celebrada hace ya más de dos meses, en la que no pocas iglesias mostraron un año más incrementos en fieles y bautismos. En Francia, uno de los países con más conversiones, se reportaban cerca de 18.000 nuevos católicos este año, 7.400 de ellos de entre 11 y 17 años. Lejos de ser un fenómeno local, este aumento de conversiones con jóvenes como mayor segmento demográfico de las mismas también se reportan en diócesis como Los Ángeles, con 5500 nuevos católicos.

El New York Post ha llegado a registrar titulares como “Los jóvenes se convierten en masa al catolicismo”. Aunque habría que contextualizar las cifras de fieles reales, también parecen darse conversiones proporcionalmente destacables en otros países como Austria, donde se ha registrado un incremento del 85% de bautismos. Conversiones que también crecen en países como Bélgica, Canadá, Suecia e incluso Mongolia o Kosovo, según se lee en Word on Fire.

En Reino Unido ocurre algo similar. Según un reciente estudio realizado por la Sociedad Bíblica, en tan solo seis años ha habido un crecimiento relevante en el número de personas que van a la iglesia; los cristianos practican su religión con mayor énfasis; más jóvenes descubren la fe y más personas leen la Biblia.

Uno de los datos más reveladores del estudio británico es el crecimiento de los católicos en el porcentaje de jóvenes que acuden a los templos. Entre los jóvenes que declaran ir a una iglesia al menos una vez al mes, un 20% se identificaron como anglicanos -en 2018 el porcentaje era del 30%-, el 18% son pentecostales y los católicos ascienden al 41%.

La efervescencia mediática en torno a la renovación de la práctica religiosa por los jóvenes de todo el mundo se ha incrementado con la reciente clausura de la peregrinación París-Chartres. Desde hace más de cuatro décadas, miles de jóvenes de todo el mundo peregrinan cada año entre las catedrales francesas de París y Chartres, habiendo alcanzado este 2025 cifras récord de hasta 19.000 peregrinos que siguen la celebración de los sacramentos bajo el rito conocido como “tradicional”. De nuevo, la peregrinación también ha traspasado fronteras y los que acuden a la versión argentina (a Luján) o española (a Covadonga, en pocas semanas) también se cuentan por miles de inscritos.

Medios como The Free Press han salido en búsqueda de algunos de esos jóvenes y, sobre todo, de los motivos que llevan a la prensa a explicar por qué la práctica religiosa está creciendo.

En su artículo Cómo el catolicismo se ha puesto de moda, Madeleine Kearns ha hablado con algunos de los conversos que pasaron a formar parte de la Iglesia en la vigilia pascual de este 2025 y que no habían sido educados en la fe.

Los entrevistados por Kearns tenían dos aspectos en común: la mayoría pertenecía a la Generación Z -nacidos entre 1996 y 2010, aproximadamente- y destacaban como una de las razones centrales de su decisión que la religión “satisfacía su deseo de trascendencia mejor que cualquier otra cosa”.

Belleza, arte y simbolismo

Una de las entrevistadas es Jane, una joven de 22 años criada en el norte de Virginia al margen de la religión, pero con mucha afinidad por los elementos estéticos del catolicismo. Fue bautizada tras ocho meses de formación, en la iglesia de San José en Manhattan.

Siendo niña, confesó quedar cautivada por representaciones religiosas en la gran pantalla, citando como ejemplo la icónica escena del bautismo de la película El Padrino. Más tarde, en la adolescencia, la joven se sentía fascinada por la arquitectura y las vidrieras de las iglesias antiguas, especialmente por la cantidad de detalles y simbolismo.

En la Universidad, el arte continuó siendo su principal nexo con una Iglesia a la que nunca había pertenecido. En concreto, fue en Penn State donde tuvo su primer contacto con la religión también con las composiciones litúrgicas gregorianas o las realizadas por Mozart y Verdi.

Estaba acabando sus estudios cuando comenzó a sentirse inexplicablemente atraída por la posibilidad de ver una misa en la catedral de San Patricio de Nueva York.

“Había estado en San Patricio una vez, hacía cinco años, y nunca había visitado su página web. Nunca había visto una misa”, cuenta la joven.

Entonces buscó en Google, dio con los horarios y fue a ver su primera misa. “Sentí de inmediato una sensación de paz”, cuenta. Poco después empezó a ir a la capilla del campus, donde rezaba y pedía claridad para saber hacia donde debía dirigir su futuro.

Mis oraciones fueron escuchadas”, dijo al ser aceptada para el posgrado en la Universidad de Nueva York.

Contracultura, identidad, hermandad

Darnell, otro de los entrevistados, tiene 21 años y estudia en la Universidad de Oakland en Michigan. Confesó a Kearns que su conversión tuvo mucho de “contracultura” al principio y que, tras un tiempo, esta dejó paso también a una espiritualidad profunda.

Una de las cosas que más le atrajo en un primer momento fue que el catolicismo “no te avergonzaba por ser hombre”, al tiempo que fomentaba lo que para él era una sana “hermandad en Cristo”. “Es esa identidad y la disciplina lo que está atrayendo a tantos jóvenes al catolicismo”, comenta el joven.

Criado en una familia culturalmente cristiana, no estableció una relación formal con su fe hasta que, al final de su adolescencia quiso profundizar y practicar por sí mismo. Ya en la universidad, empezó a acompañar a su novia cristiana no confesional a si iglesia, lo que decepcionó su expectativa de trascendencia. “Fue más como un concierto que estar ahí para Dios”, pensó.

Si búsqueda continuó por redes. Empezó a seguir a un obispo cristiano ortodoxo en YouTube y estaba considerando dar el paso de la conversión cuando apareció un evangelizador católico en la universidad, Brendan, que le invitó a uno de los apostolados universitarios. Hoy, al joven le gusta pensar que los católicos le “conquistaron” primero.

Si a Jane le atrajo el arte y lo estético, a Darnell le cautivó la contemplación. “Desde la primera misa a la que fui, entrabas y te quedabas en silencio”, celebró el joven. También la devoción que favorece la práctica cristiana al adorar al Santísimo. Y en último término, la facilidad con la que, como católico, podía conformar o adentrarse en una comunidad, como la que fraguó con otros universitarios con los que rezaba.

“Teníamos misa todos los días, y a las 6 de la mañana rezábamos el Rosario”, relató antes de hablar de la misa: “Nunca olvidaré cuando uno de los sacerdotes caminaba por los pasillos, era una sala enorme y la gente lloraba, hacía reverencias y la atmósfera era increíble. Entonces lo supe. Esto es exactamente lo que estaba buscando”.

La “cercanía radical” a Cristo

Para Youchiro, una joven de 28 años criada en un hogar sintoísta-budista de Nueva York, el acercamiento comenzó debido a la imagen del Dios cercano que transmitía la Iglesia, muy distinto a la figura distante que representaba en el sintoísmo-budismo. También su familia veía la religión como una tradición cultural, dejando en la joven un vacío que quería llenar con algo más que costumbres.

“Dios literalmente nació como hombre y caminó sobre esta tierra, y ha experimentado todas las dificultades que nosotros, los humanos, hemos experimentado”, comentó tras su conversión al hablar de la “cercanía radical” de Jesucristo a su Iglesia.

El Dios cristiano no solo era cercano. También era humano y sufriente, lo que ayudó a la joven a comprender el sentido de episodios de su vida que, de otra forma, no podría comprender. Mientras, también veía como sus conocidos la invitaban a misa sin mayor intención que buscar su propio bien, sabiendo que siempre la apreciarían se convirtiese o no.

Pero si algo terminó por cautivar a la joven neoyorquina fue la que el catolicismo “no era ideológico”.

“Realmente me atrajo un enfoque mucho más dedicado a Dios. Quería ir a la iglesia no porque quisiese una comunidad, ya tenía muchos amigos. Quería a Dios”, recuerda la joven. Por su pasado sintoísta, percibió muy pronto la “inmediatez” lo que no solo fue “realmente único”, sino también su argumento definitivo para abrazar la fe.

Solidez, firmeza y refugio

También hay quienes se convierten -o regresan a la fe- debido a la solidez que ofrece la Iglesia frente a la liquidez o el “todo vale” posmoderno. Ejemplo de ello es Catherine Sullivan, una joven que con poco más de 21 años ha tenido tiempo de practicar su fe de forma comprometida, abandonarla tras un desengaño doctrinal y volver a practicarla de forma militante.

Precisamente escribió hace unas semanas una reflexión en The Catholic Herald en torno a Lo que la jerarquía de la Iglesia no comprende sobre los jóvenes católicos.

Sullivan, que en otro tiempo fue invitada a servicios ecuménicos y a reuniones sinodales por igual, ha escuchado en numerosas ocasiones que la juventud busca “una Iglesia más inclusiva, abierta y tolerante”, pero considera en base a su experiencia que se trata de parámetros empleados “por quienes buscan alterar las enseñanzas católicas en torno a la sexualidad, el género o el papel de la mujer”.

Y eso, dice, no es lo que los jóvenes piden a la Iglesia. Especialmente aquellos que parecen estar acudiendo a la misa tradicional o a una vida de fe anclada en la ortodoxia y fidelidad a la doctrina.

“Como católica de 21 años, puedo decir que no quiero que la Iglesia modere su postura en nada solo porque a algunos católicos liberales en una reunión sinodal no les guste que la gente se sienta mal cuando se señala el pecado. Volví al catolicismo a los diecisiete años debido a la postura de la Iglesia Católica sobre la ética sexual, el aborto, la pornografía, el divorcio, la anticoncepción, etc”, comenta. Lejos de alejarla, admite que aunque “duras”, fueron esos los argumentos y explicaciones los que la convencieron de que la católica “debía ser la verdadera Iglesia”.

“Los jóvenes católicos quieren que la Iglesia sea un refugio, un santuario donde puedan resguardarse de la constante embestida de las ideas liberales que enfrentan en la universidad, en el trabajo, en Internet, en los medios e incluso en sus propios círculos familiares y de amigos. Lo que la jerarquía eclesiástica no entiende de los jóvenes católicos es precisamente eso: que quieren ser católicos”.

Algo a lo que dedicar la vida

Charles Gallagher, párroco de la Inmaculada Concepción en Washington D. C., fue preguntado por los siete bautizos en su parroquia este año, seis de ellos hombres. Mencionó que, entre las razones de su conversión, decían buscar respuesta a preguntas directamente relacionadas con la virtud y el crecimiento personal, como la forma de ser mejores líderes, de tomar las riendas de sus vidas, superar adicciones e incluso dar los primeros pasos en una relación.

“Los hombres de entre 25 y 30 años quieren algo a lo que dedicar [su vida] por completo, y eso lo ven en el catolicismo”, subrayó. 

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