«La cultura secular puede describirse como un producto del cristianismo, como una “herejía cristiana” o como “un hijo no deseado” de la Iglesia, un hijo rebelde y emancipador», ha sostenido el sacerdote y filósofo Tomas Halik, autor del libro La tarde del cristianismo, el 23 de abril en una jornada organizada por la Fundación Pablo VI sobre el pensamiento social cristiano. «¿Logrará el cristianismo maduro del futuro contemplar la cultura secular desde la perspectiva del padre sabio y generoso, en lugar de a través del prisma del hermano celoso?», se ha preguntado este reputado teólogo ante los asistentes.
Tomas Halik, quien es también profesor de Sociología en la Universidad Carolina de Praga, ha citado durante su intervención a Benedicto XVI, quien lamentó durante un viaje a Portugal en 2010 que «en estos siglos de dialéctica entre Ilustración, laicismo y fe, siempre hubo personas que intentaron tender puentes y crear un diálogo, pero, desgraciadamente, la tendencia predominante fue la oposición y la exclusión mutua». Entonces, Joseph Ratzinger dijo, tal y como ha recordado este martes Halik, que «hoy vemos que esta misma dialéctica representa una oportunidad y que necesitamos desarrollar una síntesis y un diálogo profundo y con visión de futuro».
El filósofo ha apuntado que «durante unos dos siglos, el cristianismo ha vivido en simbiosis con la modernidad europea», en parte porque esta era «la única cultura de la historia de la humanidad que parece secular». Aunque, a su juicio, esa no es explicación suficiente para tal mestizaje. Más bien, ha definido la cultura europea como «un cierto sincretismo entre cristianismo y secularidad, un humanismo secular».
Halik ha abordado también «los intentos de cristianizar la Europa postcristiana de hoy, como el proyecto de «nueva evangelización» promovido por Juan Pablo II». En su opinión, una misión así es especialmente difícil porque «el cristianismo no puede abordar la misión de la modernidad actual del modo en que el padre Ricci [el jesuita italiano que evangelizó China en el siglo XVII] inculturó el cristianismo en las culturas asiáticas». Con todo, ha valorado que «aunque los componentes cristiano y laico de la cultura europea nunca podrán fusionarse plenamente» y «siempre habrá tensión entre ellos», comparte con Benedicto XVI «la convicción de la necesidad de su compatibilidad dinámica».
El teólogo ha rescatado otra de las intervenciones de Joseph Ratzinger, en este caso cuando solo era cardenal, con Jürgen Habermas en la Academia Católica de Munich. En aquella ocasión, ambos convinieron que «el humanismo secular y el cristianismo se necesitan mutuamente como correctivo a la unilateralidad». Es una intuición que, como este sacerdote ha recordado, Juan Pablo II ya señalaba en la encíclica Fides et ratio. Resumida por Halik, consiste en que «la creencia sin la razón es peligrosa y la racionalidad sin los valores éticos y espirituales que se derivan de la creencia es también unilateral y, por tanto, peligrosa».
El pensador checo ha advertido, tomando como ejemplo la actual «corrección política» y el «multiculturalismo», que «si el componente cristiano desapareciera de la cultura europea, esa cultura no se volvería atea, sino seudorreligiosa». Por tanto, ha emplazado a los cristianos a «defender el carácter laico del componente secular de la cultura europea y criticar la tendencia del secularismo a convertirse en religión».
Finalmente, ha pedido a los creyentes «no agotarse peleándose por los símbolos externos y visibles del cristianismo, como las cruces en las paredes de los edificios públicos». «Deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en cultivar la mentalidad y el lenguaje de la fe para que el cristianismo pueda ser más fácilmente escuchado y comprendido, principalmente a través de una voz creíble y competente en el debate sobre las cuestiones morales», ha valorado. Finalmente, ha señalado esta como «la forma más necesaria de que los cristianos estén presentes en la vida pública europea».
