Convencida desde siempre de que iba a envejecer sola, Ana Martín se siente bien con la vida que eligió para sí misma. A sus 77 años, disfruta de mantenerse activa y con la capacidad para ir de un lado a otro en plenitud de sus facultades físicas, y eso la mantiene feliz.
A pesar de ser una primera actriz y poseedora de una amplia trayectoria reconocida, no se sienta a esperar oportunidades. A su entender, sin importar la edad, hay que salir a tocar puertas: “y no (solamente) en lo mío, en cualquier trabajo. Si eres médico, si eres arquitecto, tienes que tocar puertas”, respondió con humildad al ser entrevistada en el funeral de Ernesto Gómez Cruz.
En teoría, ella tendría que recibir libretos para elegir en cuál proyecto participar y en cuál no. Pero en la práctica va a la caza de telenovelas, películas o series en las cuales pueda audicionar en caso de que las historias incluyan personajes con sus características. Independientemente de que tenga 60 años dentro de la actuación, encuentra en esa dinámica un estímulo para mantenerse ocupada.
Y no únicamente por eso. Así como siente un profundo amor y respeto por su trabajo, se ve obligada a mantenerse vigente para generar ingresos debido a que vive sola.
Al igual que Rosita Pelayo, quien consideró como heredera a Herminia Gómez (su cuidadora por más de 35 años), Ana Martin vela por el bienestar de quienes han formado parte de su vida en el plano laboral y piensa en ellos a futuro: “Eso ni lo discuto. Con la gente que ha trabajado conmigo tantos años es indiscutible. Es no sólo el cariño, sino el trabajo, y yo respeto el trabajo de cada quien”.
Sin embargo, más allá de la primaria necesidad por obtener recursos económicos, la actuación representa un romance duradero y fiel. Si bien es cierto que no se casó con una persona, sí lo hizo con su profesión. Una vida dedicada a los escenarios, los foros y los sets que la tienen llena y satisfecha. No se arrepiente para nada de haberse entregado por completo a su trabajo: “Sí me casé. ¿Con quién? Con mi carrera. Son 60 años sin parar de trabajar. ¡Padrísimo!”.
El público también tiene un apartado en su corazón. Y ese idilio con la audiencia tiene una conexión muy particular a través de las redes sociales, donde comparte fotos de su juventud que son muy comentadas y le han ganado nuevos seguidores. Para las nuevas generaciones que la ubican como una abuelita en películas y telenovelas fue una sorpresa ver la belleza juvenil que fue en su momento. Se sorprendieron al descubrir que fue un símbolo de la rebeldía y la libertad.
En tanto, generaciones de antaño celebraron que se sumara a la interacción en redes sociales mediante fotos que los hizo viajar en el tiempo para recordar el aporte significativo que su moda y estilo impusieron en un periodo decisivo para el auge de propuestas femeninas frescas en el rubro actoral de México.
Junto a actrices como Isela Vega, Fanny Cano y Meche Carreño, Ana Martín fue una de las celebridades percibidas como “rebeldes” por los cambios que hicieron para dar un giro a estereotipos de personajes y tramas que colocaban a las mujeres en situaciones de sumisión, recato y obediencia a las normas sociales establecidas.
Mientras que Vega y Carreño extendieron ese mensaje con el desnudo total para mostrar que el cuerpo es extensión de interpretación, Cano y Martín optaron por atuendos cortos y sensuales para transmitir desde la personalidad de la vestimenta una postura contra los prejuicios de antaño.
Esa rebeldía continúa conservándola, al igual que su espíritu de libertad, que no de libertinaje, tal como ella precisa. La diferencia es que ahora la ejemplifica como una mujer de la tercera edad que siendo una figura del cine, el teatro y la televisión mexicana va a tocar puertas para que le den empleo,
Una razón para hacerlo es porque de esa manera dignifica a su profesión y, sobre todo, alimenta algo que no ha perdido, su hambre de actuar: “con tocar puertas no pasa nada. Si tienes dignidad y puedes trabajar, órale”.
