Las virtudes cristianas, al igual que las doctrinas cristianas, se vuelven amenazadoras cuando se las saca de contexto. “Un texto, fuera de contexto, se convierte en un pretexto”.
Por Donald DeMarco | National Catholic Register, NCR
Una escuela secundaria en Canadá canceló a comienzos de 2023 el Día de la Madre (así como el Día del Padre) porque no es “inclusivo”. La celebración del Día de la Madre en Canadá se remonta a 1915, solo siete años después de que fuera fundada en Estados Unidos por la maestra de escuela Anna Jarvis como un homenaje especial a su difunta madre. Cuando el presidente Woodrow Wilson lo convirtió en un día festivo oficial en 1914, introdujo el apóstrofe para que, en el Día de la Madre, cada familia honrara a su única madre. Al hacerlo, sin duda sin pensarlo, se aseguró de que el Día de la Madre no fuera “inclusivo”.
La noción de madre es a la vez personal y específica. No es un enigma. No incluye nada que no sea madre. Y, sin embargo, los poderes fácticos han decidido cancelar algo porque no es lo que no es. Usar este método de cancelar algo porque no es lo que no es, por extensión lógica, justificaría cancelar cualquier cosa que no sea lo que no es. Y como nada no es lo que no es, entonces, empleando esta violación del principio de no contradicción, todo debe ser cancelado.
Dostoievski afirmaba que la estupidez humana es “estupenda”. Sin embargo, cancelar el Día de la Madre porque no es inclusivo (lo que nunca pretendió ser), supera la estupidez. Debe haber otra explicación de por qué la gente, especialmente los que se dedican a la educación, gobernarían de una manera tan descabellada. Durante más de 100 años en América del Norte, la gente celebró el Día de la Madre exactamente por lo que representa: una forma de honrar y celebrar a la madre.
Durante más de 100 años en América del Norte, la gente celebró el Día de la Madre exactamente por lo que representa: una forma de honrar y celebrar a la madre.
La estrategia inclusiva es esencialmente poco realista: si se utiliza, inevitablemente será contraproducente. Un responsable de marketing de Bud Light decidió ser más “inclusivo” y autorizó a un controvertido activista transgénero a aparecer en una de sus latas de cerveza. El resultado fue catastrófico. La empresa perdió más de cinco mil millones de dólares en ventas en pocos días y sufrió una caída general del consumo del 26%. Al ser más “inclusiva”, Anheuser-Busch perdió y, por lo tanto, “excluyó” a un buen porcentaje de sus leales bebedores de cerveza. Mientras tanto, otras dos marcas de cerveza, Coors y Miller, han disfrutado de aumentos de ventas del 20,5 y 21%, respectivamente. La estrategia “inclusiva” de Bud Light funcionó muy bien para sus competidores.
¿Cómo podemos empezar a entender esta historia de amor equivocada con la palabra “inclusivo”, que ahora es pandémica? Un punto de partida es el cristianismo, no el cristianismo en su conjunto, sino considerado de manera fragmentaria. A medida que el cristianismo declina como religión y como filosofía, fragmentos de su antigua integridad conservan su atractivo en la esfera pública. Las últimas palabras que Cristo dirigió a sus apóstoles ofrecen la imagen definitiva de la inclusión: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mateo 28:20). ¿Qué podría ser más inclusivo?
Pues bien, seleccionar un fragmento del cristianismo, mientras se rechaza el resto, no será efectivo. Se puede comparar con una calculadora a la que le faltan los números 6 y 8. No importa cuán bajo sea el precio de venta de la calculadora, nadie la compraría, ya que es defectuosa y poco confiable. Hoy en día, la gente busca la justicia como un fin, pero no acepta la justicia como un medio para ese fin.
Con respecto a la misericordia y la justicia, como explicó Santo Tomás de Aquino, “la misericordia sin justicia es la madre de la disolución” y “la justicia sin misericordia es crueldad“. La misericordia corona la justicia, no lo reemplaza. Así que las virtudes se necesitan mutuamente, de la misma manera que las diversas partes del cristianismo se necesitan mutuamente. El cristianismo es efectivo cuando está completo, en su plena cohesión y unicidad. La ausencia de perdón conduce a la desesperación; la ausencia de humildad conduce al orgullo. Como nos informa San Pablo: “Si hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tuviera caridad, vendría a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe” (1 Corintios 13, 1).
En su libro Ortodoxia, G. K. Chesterton señaló sabiamente: “Cuando se rompe un esquema religioso (como se hizo añicos el cristianismo en la Reforma), no son simplemente los vicios los que, de hecho, se sueltan… también las virtudes se sueltan, y vagan más salvajemente, y las virtudes hacen cosas más terribles“. Así, el mundo actual está lleno de viejas virtudes, truncadas para apelar al sentimiento popular. Aisladas de toda la red de virtudes, deambulan solas y causan caos.
La inclusión no puede estar sola, como tampoco puede hacerlo la “diversidad”. Deben estar asociados a factores como la unidad, la distintividad y el sentido común. Una persona puede pensar que está siendo progresista al ser inclusiva y tratar de incluirlo todo, pero es como la persona que ha comprado la calculadora defectuosa y no tiene en cuenta los números que faltan.
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Fuente: A Little Bit of Christianity Is a Dangerous Thing
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