Hasta 1859, cuando Darwin publicó El Origen de las Especies, la humanidad creía ser cualitativamente diferente del resto de los animales. Un ser único y especial, dotado del don de la posible inmortalidad y creado a la imagen y semejanza de una deidad. Ese era el saber oficial de occidente y fue esa la formación que recibió Charles siendo estudiante de teología. Pero la llegada de primates desde África causaba gran sensación en la Inglaterra colonial. Al punto que cuando le fueron presentados a la reina, esta pidió que les cubrieran el pubis.
Pero aun así el ser humano en su afán de considerarse especial mantuvo durante un siglo la idea de que era el único capaz de elaborar herramientas. El Homo faber estuvo detrás del pensamiento de los siglos XIX y buena parte del siglo XX. Pero se derrumbó por la investigación de una bióloga que acaba de festejar sus 90 años y que sigue felizmente activa, Jane Goodall, que descubrió en 1960 en las selvas de África que los chimpancés usaban herramientas para capturar hormigas que se escondían en huecos a los que sus dedos no podían llegar. La exclusividad de la fabricación caía.
La medicina podría haberse considerado como algo exclusivamente humano. Pero resulta que tampoco.
En el extremo norte de Sumatra (Indonesia) han observado por primera vez a un orangután macho usar hojas de Fibraurea tinctoria que había masticado y se lo aplicó sobre una herida en su rostro. El tratamiento dio resultado, la cicatriz desapareció dos meses después aplicando una planta que la población local también utiliza medicinalmente.
El orangután en cuestión es uno de los 7.500 que sobreviven a la tala de las selvas para plantar palmas aceiteras.
La investigación publicada esta semana surge de observaciones realizadas hace dos años. El animal lastimado masticó las hojas de esta enredadera, aplicó primero el jugo y luego protegió la herida con las hojas masticadas.
Estas observaciones podrían considerarse solo una curiosidad, pero tienen implicancias bastante mayores. La planta también es usada medicinalmente por la población local, lo que muestra que funciona. Así como otras estrategias aplicadas por este orangután, que valen también para cuando nos toca enfermarnos
“Curiosamente, Rakus también descansó más de lo habitual mientras estuvo herido”, dijo a El País Isabelle Laumer, investigadora del Instituto Max Planck de Conducta Animal (Alemania) y primera autora del estudio. “El sueño afecta positivamente a la cicatrización de heridas, ya que durante el mismo aumentan la liberación de la hormona del crecimiento, la síntesis de proteínas y la división celular”, según reporta el diario El país de Madrid.
El hallazgo confirma que la medicina entre nuestros parientes cercanos existe. En efecto, hace unos años, otro grupo de investigadores anunció haber observado cómo varias hembras y un macho de orangutanes de Borneo (Pongo pygmaeus) usaban hojas de un arbusto, el Dracaena cantleyi, para, mezcladas con saliva, restregarla por la piel. El análisis farmacológico de esta planta mostró que contiene un inhibidor de la producción de citoquinas, teniendo así propiedades antiinflamatorias y analgésicas. “Utilizaron plantas con propiedades médicas, pero no se observaron heridas ni afecciones de la piel en el cuerpo de los orangutanes; es posible que estos orangutanes hayan usado las plantas para tratar el dolor”, explicó a El País Caroline Schuppli, también del Instituto Max Planck de Conducta Animal. “Nuestra observación es el primer caso documentado de tratamiento de heridas por parte de un animal salvaje con una planta con propiedades medicinales”, destacó la investigadora principal de este caso a El País.
En tiempos de Darwin se pensaba que los animales en más parecidos a máquinas sin sentimientos lo que habilitaba a la crueldad. Algo que es difícil de entender en el presente, dado que cualquiera que tiene un perro entiende que tienen sentimientos sofisticados, alegría, tristeza, celos, ansiedad, enojo y claro la proverbial amistad que tanto disfrutaba Darwin y que también celebra Jane Goodall, que celebró su cumpleaños 90 con 90 canes que llevaron sus amistades.
El uso de plantas como medicinas ya no solo tiene miles de años acompañándonos como humanos, sino que probablemente llevan millones de años acompañándonos como primates que somos. La propia Goodall ha descubierto en las heces de los chimpancés restos de vegetales que no hacen un aporte nutricional, sino que desparasitan.
Esto, en un plano más filosófico es una demostración de la utilidad de plantas y sustancias en el uso médico, al menos entre especies muy parecidas como las que integramos la familia de los primates.
La arrogancia del pasado de pretendernos cualitativamente diferentes al resto de los animales ha ido cambiando a una postura basada en ciencia por la cual las diferencias son bastante más graduales. En otras épocas también se pensaba que el lenguaje era algo exclusivamente humano, algo también descartado porque desde las aves a las ballenas son múltiples los lenguajes que permiten intercambiar información a distintas especies.
Por supuesto que hay diferencias y que hay actividades exclusivamente humanas. Algunas de ellas pueden ser motivo de orgullo como el arte, la música o el conocimiento que tenemos de las leyes de la física, la química, la biología.
También hemos sido la única especie que ha prohibido plantas que a algunas personas les resultan medicinales. Algo que a los orangutanes les resultaría una rareza del Homo sapiens.
El estudio sobre la medicina de los orangutanes se encuentra en
https://www.nature.com/articles/s41598-024-58988-7
