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Migración en las Américas: Un sueño que puede volverse mortal

Autor: IPS Agencia de Noticias

MONTEVIDEO – El tapón del Darién es un tramo de selva que abarca la frontera entre Colombia y Panamá, la única sección faltante de la Carretera Panamericana que se extiende desde Alaska hasta el sur de Argentina. Por una buena razón, solía considerarse impenetrable. Pero en 2023, una cifra récord de 520 000 personas lo cruzaron en dirección norte, entre ellas muchos niños. Muchos han perdido la vida intentando atravesarlo.

La gente también se lanza cada vez más al mar. Se ha abierto una nueva ruta de tráfico de personas a través del mar Caribe vía las Bahamas.

Un número cada vez mayor de emigrantes desesperados -la mayoría procedentes de Haití, país asolado por el conflicto, pero también de países más lejanos- la utilizan para intentar llegar a Florida. También es arriesgado. En noviembre de 2023, al menos 30 personas murieron cuando una embarcación procedente de Haití volcó frente a las Bahamas.

El patrón es claro: como también ocurre en Europa, cuando se cierran las rutas más seguras, la gente empieza a tomar rutas más arriesgadas. Millones de personas de países de América Latina y el Caribe huyen del autoritarismo, la inseguridad, la violencia, la pobreza y los desastres climáticos.

La mayoría permanece en otros países de la región que suelen presentar menos desafíos a los migrantes que llegan, pero también ofrecen oportunidades limitadas. Por ello, Estados Unidos sigue siendo un fuerte imán migratorio. El endurecimiento de sus políticas de inmigración es la razón principal por la que la gente se adentra en la jungla y se echa al mar.

Tendencias dinámicas

De los asombrosos 7,7 millones de venezolanos que han abandonado su país desde 2017 (una cifra superior a la de sirios o ucranianos desplazados), casi tres millones se han quedado en Colombia, cerca de 1,5 millones en Perú, cerca de medio millón en Brasil y Ecuador, y cientos de miles en otros países de la región.

La autora, Inés M. Pousadela

Los países latinoamericanos de acogida son relativamente hospitalarios. A diferencia de muchos países del Norte global, los políticos no suelen avivar la xenofobia ni denigrar a los inmigrantes para obtener beneficios políticos, y los Estados no suelen rechazar a las personas en las fronteras ni deportarlas, sino que intentan ofrecerles vías para la residencia legal.

En general, han sido lo suficientemente pragmáticos como para encontrar un equilibrio entre la apertura y la entrada ordenada. Como resultado, un alto porcentaje de inmigrantes venezolanos ha adquirido algún tipo de estatus legal en los países de acogida.

Pero los Estados de acogida no han previsto una integración a largo plazo. Se enfrentan a retos típicos del Sur Global, como altos niveles de desigualdad y muchas necesidades sociales insatisfechas.

Por eso, entre los que se desplazan a Estados Unidos hay muchos haitianos, nicaragüenses y venezolanos que ya vivían en otros países. En su mayoría se ven impulsados por la falta de oportunidades, aunque en el caso de los haitianos las barreras lingüísticas y la discriminación racial también son motivadores importantes.

Aunque Estados Unidos ha endurecido sus políticas migratorias, su porosa frontera sur – la más larga entre el Norte y el Sur globales- sigue invitando a muchos. En su año fiscal 2022, las autoridades estadounidenses tuvieron la cifra récord de 2,4 millones de encuentros con migrantes no autorizados en la frontera.

Muchos habían recorrido un largo camino, tras cruzar el tapón del Darién y luego dirigirse a través de América Central y México.

Viajes peligrosos

Las personas lo hacen corriendo grandes riesgos. Según el Proyecto Migrantes Desaparecidos de las Naciones Unidas, al menos 1275 personas murieron o desaparecieron durante la migración en las Américas en 2023.

No está claro cuántas personas han perecido hasta ahora en la brecha del Darién. En muchos casos, las muertes no se denuncian y los cuerpos nunca se recuperan. La travesía puede durar entre tres y quince días. Al cruzar ríos y montañas, la gente sufre las inclemencias de la selva y el mal tiempo.

Según Médicos Sin Fronteras (MSF), gran parte del peligro se debe a que el Darién es una de las regiones más húmedas del mundo y carece de infraestructuras adecuadas. La gente puede resbalar y caer fácilmente en sus empinados senderos o ahogarse en los caudalosos ríos. Los guías contratados pueden dejar a la gente tirada.

Los que no pueden seguir el ritmo pueden desorientarse y perderse. La dificultad del terreno obliga a muchos a dejar sus provisiones por el camino, incluidos alimentos y agua potable. Los migrantes también suelen cruzarse con grupos criminales locales que les roban, secuestran o violan.

En diciembre de 2023, MSF registró un aumento de siete veces en los incidentes mensuales de violencia sexual. Pero a pesar de los peligros, el número de personas que cruzaron en 2023 casi se duplicó en comparación con 2022.

El tapón del Darién es solo la puerta de entrada a  América Central, el inicio de un viaje mucho más largo.

Los peligros no cesan. Muchos acaban quedándose en algún lugar de México, pero otros siguen marchando hacia el norte y se enfrentan a muchos peligros al intentar llegar a Estados Unidos: ahogarse o morir de calor y deshidratación en el desierto durante el día, o de hipotermia por la noche.

También han muerto asfixiados en operaciones fallidas de tráfico de migrantes. A menudo son chantajeados por los traficantes y sufren abusos contra los derechos humanos, incluida violencia letal, por parte de agentes de la Patrulla Fronteriza.
Políticas estadounidenses

A principios de 2021, el gobierno del presidente Joe Biden introdujo varios cambios en las políticas de inmigración estadounidenses, como la revocación de la prohibición de viajar a países africanos y de mayoría musulmana, el restablecimiento del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia y la concesión del Estatus de Protección Temporal a los venezolanos residentes en Estados Unidos, entre otras medidas.

Pero no fue hasta mayo de 2023 cuando la administración Biden levantó definitivamente el Título 42, una orden de salud pública que, amparándose en la pandemia de la covid-19, la administración d Donald Trump (2017-2021) utilizó para expulsar inmediatamente a quienes fueran sorprendidos cruzando la frontera, sin derecho a solicitar asilo.

Al mismo tiempo, sin embargo, el gobierno dictó varias normas nuevas que se conocieron como el «asylum ban (prohibición de asilo)».

Antes de presentarse en la frontera, las personas deben concertar una cita con una aplicación para teléfonos inteligentes o tener pruebas de que han solicitado asilo en los países que han atravesado de camino a Estados Unidos y no lo han conseguido. Si no cumplen estos requisitos, se presume automáticamente que no reúnen los requisitos para el asilo y pueden ser objeto de expulsión acelerada.

La sociedad civil señala que es muy difícil conseguir una cita. La aplicación falla con frecuencia y muchos inmigrantes carecen de teléfonos inteligentes, wifi adecuado o plan de datos. Se enfrentan a barreras lingüísticas y educativas y son explotados por personas que fingen ayudar.

Las barreras a la solicitud de asilo han aumentado hasta el punto de que sus defensores consideran que violan el principio de no devolución de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, según el cual las personas no pueden ser devueltas a un país en el que se enfrentan a graves amenazas para su vida o su libertad.

Política electoral

La presión se intensifica a medida que se acercan las elecciones presidenciales de noviembre de 2024 en Estados Unidos.

Los gobernadores republicanos de estados sureños como Texas han hecho alarde de enviar en autobús a los inmigrantes recién llegados a ciudades lejanas gobernadas por demócratas, abandonándolos allí sin ningún apoyo, tratándolos como peones en un juego político.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Los republicanos del Congreso legislativo también han retrasado repetidamente su apoyo a Ucrania a menos que se promulguen a cambio nuevas medidas de control fronterizo.

En octubre de 2023, Biden anunció planes para reforzar la frontera sur y reanudar los vuelos de deportación a Venezuela, que habían estado en pausa.

Pero nadie ha caído más bajo que Trump, quien recientemente dijo en un mitin que «los inmigrantes están envenenando la sangre de nuestro país», un uso directo de la retórica supremacista blanca. Sus comentarios son cada vez más deshumanizadores: se ha referido repetidamente a los inmigrantes como «animales».

En su discurso sobre el Estado de la Unión de 2023, el presidente Biden respondió directamente a Trump, afirmando que se negaba a «demonizar a los inmigrantes».

Pero al mismo tiempo instó a los republicanos a aprobar un proyecto de ley de inmigración bipartidista que actualmente están bloqueando, que endurecería aún más las normas de asilo, ampliaría la financiación de las operaciones fronterizas y daría al presidente autoridad para facultar a los agentes fronterizos a deportar sumariamente a los migrantes durante los picos de inmigración ilegal.

El proyecto de ley sigue siendo rechazado por los republicanos más duros, que consideran que no es lo bastante estricto.

Para los inmigrantes y solicitantes de asilo, las perspectivas son sombrías. En lo que respecta a sus derechos, la campaña electoral es una carrera a la baja. Una victoria de Trump solo podría traer más malas noticias, pero es poco probable que una victoria de Biden traiga grandes avances.

Resultados electorales aparte, la gente seguirá echándose al mar o aventurándose por la selva, las alambradas y el desierto. Los políticos deben reconocer esta realidad y comprometerse a defender los derechos humanos de todos los que se esfuerzan por encontrar un futuro en Estados Unidos.

Inés M. Pousadela es especialista sénior en Investigación de Civicus, codirectora y redactora de Civicus Lens y coautora del Informe sobre el Estado de la Sociedad Civil de la organización.

T: MF / ED: EG

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