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OPINIÓN | Soy un estudiante judío en Yale. Esto es lo nadie entiende de las protestas

Autor: CNN
Alumna explica por qué participa en las protestas propalestinos 2:42

(CNN) — La semana pasada me senté en la plaza Beinecke de la Universidad de Yale para dirigir a unos 50 compañeros de clase en nigunim (melodías sin palabras de la tradición jasídica judía) y otras canciones y oraciones judías. Como es habitual cuando canto nigunim, ese día me fui a casa sintiéndome espiritualmente rejuvenecido, pero, a diferencia de lo habitual, la mayoría de los que cantaban conmigo ese día no eran judíos.

Esto se debía a que estudiantes judíos y no judíos, inspirados por las protestas contra el apartheid en la plaza Beinecke décadas antes, se habían reunido en una sentada de una semana para exigir que Yale desinvirtiera la parte de su dotación invertida en acciones de contratistas militares, que fabrican las armas que Israel utiliza actualmente en su guerra contra Hamas en Gaza. Los estudiantes protestaban en el marco de la coalición Occupy Beinecke, que incluye a Yale Jews for Ceasefire, un grupo de estudiantes judíos dedicados a luchar por un cese del fuego en Gaza, así como por una paz sostenible y la igualdad en la región.

A la luz de las detenciones de estudiantes el lunes por la mañana -junto con detenciones similares en Columbia la semana pasada- los enfrentamientos en el campus y las preocupaciones en torno al antisemitismo vuelven a ser noticia.

No niego que en los últimos meses se haya producido un aumento alarmante y lamentable del antisemitismo, incluidos varios casos de antisemitismo en Yale y en New Haven. El otoño pasado, el post de una profesora en X (antes Twitter) en el que parecía elogiar el atentado de Hamas del 7 de octubre provocó una petición para que fuera despedida.

He tenido innumerables conversaciones dolorosas con amigos cercanos tratando de explicarles cómo su retórica ha minimizado a veces la matanza y la toma de rehenes de judíos israelíes y cómo ese lenguaje perjudica a sus compañeros judíos, yo incluido.

Pero cuando la gente ve que detienen a manifestantes propalestinos al mismo tiempo que el presidente Joe Biden y otros advierten sobre un aumento del antisemitismo en los campus universitarios, aplican el mismo marco desgastado -activistas propalestinos supuestamente antisemitas enfrentados a activistas judíos proisraelíes- a Yale. Como estudiante de cuarto año de Yale, esta caracterización me resulta profundamente frustrante, ya que no podría estar más lejos de la realidad. En todo momento me he encontrado con una comunidad de activistas y organizadores deseosos de escuchar, dispuestos a aprender y comprometidos con la inclusión de voces y perspectivas judías.

Por ejemplo, como parte del difícil trabajo de construir un entorno de protesta pluralista, la coalición ha escuchado las voces judías en la toma de decisiones colectiva sobre el lenguaje a utilizar, acordando en última instancia no dirigir cánticos como “Sólo hay una solución: revolución Intifada”, que hizo que algunos estudiantes judíos se sintieran inseguros. Aunque este cántico se ha escuchado en el campus de Yale, no fue aprobado ni iniciado por los organizadores de la protesta como resultado de este diálogo en curso.

El semestre pasado, encendí velas de Janucá frente a la casa del presidente de Yale, Peter Salovey, cada noche de la fiesta, seguidas de cantos y rezos comunitarios hasta que las velas terminaron de arder. Exigíamos que Yale pidiera un cese del fuego inmediato en Gaza y se comprometiera a proteger la libertad de expresión en el campus después de que la Universidad de Columbia prohibiera los grupos de estudiantes propalestinos. Este semestre, los estudiantes se han reunido semanalmente los viernes por la tarde en Beinecke Plaza mientras compañeros judíos dirigían aún más cantos y oraciones en protesta por la guerra en Gaza.

A lo largo de esta semana, grandes grupos de estudiantes de muchas confesiones se unieron con frecuencia para cantar «Mi Shebeirach», la oración judía por la curación, y «Olam Chesed Yibaneh», que llama a construir un mundo donde impere la compasión. La noche del sábado pasado, los estudiantes guiaron a los reunidos en la havdalah, que marca el final del Shabat. Y el lunes por la noche, estudiantes y residentes de New Haven colaboraron para dirigir a la comunidad en un seder de Pascua, todo ello en el campus de Yale.

Estas experiencias han sido muy significativas para mí, no sólo a nivel político, sino también fundamentalmente espiritual. Volver a ver las protestas de Yale envueltas en acusaciones de antisemitismo niega esta experiencia e invalida el judaísmo de quienes piden el fin de la violencia en Gaza.

De hecho, el movimiento Yale Jews for Ceasefire existe gracias a nuestros valores judíos, no a pesar de ellos. En la cuestión de la desinversión, por ejemplo, el Talmud nos enseña que no podemos vender armas a quienes sospechamos que las utilizan con fines criminales. Por lo tanto, tenemos el deber de interrumpir la fabricación y venta de armas militares que matan a otros, incluidas las que matan a palestinos.

Más de un millón de personas en Gaza están al borde de la hambruna, según un reciente informe de la ONU, y los trabajadores humanitarios siguen conmocionados después de que siete trabajadores de World Central Kitchen murieran en un ataque aéreo israelí a principios de este mes.

Precisamente en la Pascua judía, los judíos nos sentimos obligados a sentir el sufrimiento de los oprimidos. Comemos hierbas amargas para recordar la amargura de la esclavitud en Egipto y mojamos perejil en agua salada para simbolizar las lágrimas de nuestros antepasados. La historia de la opresión es demasiado familiar para el pueblo judío, y es nuestro deber combatir la opresión en todas sus formas, tanto para los judíos como para los no judíos.

También enseñamos la historia de Najshon, que dio los primeros pasos valientes en el tormentoso Mar Rojo cuando el pueblo judío huía de Egipto. No sabía lo que pasaría, pero tenía fe en que llegaría al otro lado. Al dar un paso al frente en un momento precario, se convirtió en líder de su pueblo, convenciéndolo de que siguiera sus pasos -literalmente- hacia lo desconocido.

Nuestro presente es un momento precario para el pueblo judío, plagado de desacuerdos sobre lo que significan para nosotros nuestros valores judíos. Pero Najshon nos enseña que cuando tenemos el valor de liderar, podemos animar a otros a avanzar con nosotros hacia un mundo libre de opresión y violencia. En Yale, organizadores de todos los credos siguen construyendo una comunidad dedicada a avanzar en colaboración con los estudiantes judíos, no en oposición a ellos.

Nota del editor: Ian Berlin es miembro de la promoción de 2024 de Yale y se especializa en ética, política y economía. Las opiniones expresadas en este artículo son suyas. Lee más opiniones en CNN.

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