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El pensamiento materialista: Wang Chong. Cuando Europa descubre China

Autor: Rafael Granero Chulbi

Publicamos el tercer reportaje de la serie ‘Pensamiento chino’ de Rafael Granero tras la primera y segunda entrega:
‘Las tres escuelas hegemónicas: confucianismo, taoísmo y budismo zen’
‘De los ideogramas a las escuelas alternativas: moísmo, sofismo y legalismo’.


  1. Wang Chong, el materialista (2)
  2. Historia de un modernización truncada
  3. Cuando Europa descubre, sorprendida, China

Wang Chong, el materialista (2)

El filósofo, meteorólogo, astrónomo, naturalista, escritor y matemático Wang Chong (¿27-97? d. C.) es una auténtica rara avis en el pensamiento chino antiguo. Partiendo del confucianismo, abogó por una doctrina estrictamente naturalista, escéptica y materialista, contraria a las supersticiones y basada en la experiencia como único método de conocimiento.

Nacido en el seno de una familia de campesinos humildes, en Shangyu (actualmente Zhejiang), quedó huérfano a corta edad. Al parecer, gran parte de su formación debió ser autodidacta, ya que, según cuenta él mismo, desde los ocho años solía leer con avidez en una librería. Ejerció un cargo administrativo de categoría inferior en la capital, pero se retiró pronto y pasó la mayor parte de su vida en su localidad de origen consagrado al estudio y la escritura. La leyenda dice que murió en la más absoluta pobreza.

No perteneció a ninguna otra escuela, y aunque él mismo reconoce la importancia del pensamiento de Xun Zi, cuyos ecos podemos ver en sus escritos, ni tuvo maestros ni dejó discípulos agrupados bajo una escuela, y aunque con posterioridad unos pocos pensadores de otras escuelas, particularmente confucianos y taoístas, fueron estudiosos de sus teorías, éstas se fueron diluyendo hasta su total desaparición del corpus hegemónico del pensamiento chino.

Las teorías de Wang Chong nunca gozaron de gran popularidad en la China imperial, aunque con el advenimiento del pensamiento racionalista del comunismo su figura concitó mayor atención que en épocas anteriores. Escribió cuatro obras, de las que sólo el Lunheng (Discursos o Ensayos Críticos, conjunto de múltiples ensayos sobre diferentes temas) se conserva. Al contrario que otras obras filosóficas chinas, más dadas a las elipsis, las ambigüedades y las metáforas, el Lunheng destaca por su estilo sobrio y por un lenguaje claro y conciso.

– “El cielo (Tian), como la tierra (Di), no es una entidad metafísica, sino una sustancia material, al igual que la tierra”. (Ziran, Sobre la espontaneidad) (Por este concepto de la materialidad de lo existente, Wang Chong suele ser comparado con Lucrecio, 99-55 a. C., que también sostenía la materialidad del cielo y la tierra y proponía una filosofía natural)

– “El hombre vive gracias al qi vital. Cuando muere, su qi vital se apaga: lo que mantiene al qi vital es la sangre en las arterias; con la muerte, la sangre en las arterias se acaba y consecuentemente el qi vital deja de actuar; el cuerpo decae y se transforma en tierra y barro ¿Qué hay aquí que se vuelva un ser espiritual? […] Los muertos no se vuelven fantasmas, no son conscientes y no pueden hacerle daño a los demás […] El que no existe, no puede padecer” (Lunsi, Sobre la muerte)

Argumentó que muchas de las creencias populares y supersticiones eran falsas y que la gente debería confiar en la razón y la evidencia en lugar de depositar su fe en la tradición y la superstición:

– “Hay quienes dicen que cuando las personas ven fantasmas significa que su visión y su sueño están alterados. Si durante el día se cansan y su fuerza vital está agotada, desean dormir por la noche. Mientras duermen, su visión se distorsiona y su espíritu imagina ver personas y cosas” (Ting Gui, Sobre fantasmas)

– “Puesto que no hay fantasmas y espíritus que reciban esos sacrificios, las personas inteligentes no deberían realizarlos” (Jiechu, Sobre exorcismos)

– “Preparar sacrificios es correcto, pero la creencia de que los espíritus pueden ser afectados por ello es erróneo […] los muertos no tienen conciencia y no pueden comer ni beber” (Siyi, Sacrificios para muertos)

– “Un pájaro sin linaje es un fénix, un animal que no pertenece a ninguna especie es un unicornio, un hombre no es sabio gracias a sus ancestros […] El que ha tenido éxito no es necesariamente el más sabio ni el pobre más estúpido. Con suerte se tiene todo, sin suerte, todo se pierde […] Si el éxito fuera la medida del talento y la virtud, los grandes señores que dominan una ciudad y viven del producto de la tierra serían todos hombre sabios como Confucio o Mo Di.” (Ziji, Autobiografía)

Su método naturalista empleaba empirismo y razón, con una mirada escéptica sobre la tradición, por lo que divergía de muchas de las enseñanzas de Confucio y Mencio. Su racionalismo le llevó a negar con rotundidad que hubiese una relación directa de causa-efecto entre las conductas humanas y los fenómenos de la naturaleza, una creencia muy asentada en la mentalidad del país. Según Wang Chong, la naturaleza posee sus propias leyes, basadas en principios físicos, y por tanto sus manifestaciones (terremotos, lluvias) son espontáneas: “Su criterio para llegar a la verdad, en todas las cosas, es el de encontrar ejemplos en hechos reales para apoyar sobre ellos cualquier teoría, y también el de emplear el intelecto para interpretar lo que los sentidos señalan […] Los desastres naturales, sostenía, no son consecuencia de la conducta humana sino hechos fortuitos, desencadenados por desequilibrios entre el yin y el yang.” (Flora Botton Beja).

En la China comunista Wang Chong fue recuperado por Mao Zedong, que lo elogió en distintas ocasiones por su espíritu crítico y su compromiso con la verdad, señalando que sus ideas eran relevantes para la lucha contra el imperialismo y el feudalismo, y es considerado como un “rebelde contra las ideas de clase terrateniente”, porque “usaba un arma ideológica del materialismo para criticar implacablemente el apriorismo idealista”, pero se le criticaba que “[aunque] su tendencia esencial es el materialismo [, éste está] entremezclado con un fatalismo naturalista”.

Al analizar el pensamiento de Wang Chong, no debemos caer en la prolepsis ni en la exigencia de una total coherencia al juzgar sus aportaciones, pues, por ejemplo, y a pesar de todo, aceptaba de manera matizada ciertas creencias de su época o se negaba con terquedad a reconocer algún descubrimiento, tan sólo porque venía de un pensador confuciano. Era materialista, escéptico y experimentador, pero no era, no podía ser, ni cartesiano, con un método que le permitiera ver la verdad de la realidad con ideas “claras y distintas”, ni mucho menos un científico moderno.

Lo que sin duda le distingue de otros pensadores, filósofos o intelectuales anteriores, contemporáneos y posteriores es la sensatez de sus afirmaciones; su oposición a la superstición y el mito; su radical ateísmo, argumentando la no existencia de dioses o espíritus y fantasmas; su apuesta por el subjetivismo y por la verdad, no como algo objetivo e inamovible, sino como una cuestión de perspectiva y experiencia; una epistemología basada en la observación, la experimentación y la razón; la exigencia de una naturaleza gobernada por leyes naturales y de que los fenómenos naturales debían ser explicados por la ciencia y la observación; la naturalización de la medicina, exigiendo a los médicos que se basaran en la observación y la experiencia para diagnosticar y tratar enfermedades en lugar de en la teoría y la especulación.

Obviamente recibió muchas, y a veces muy duras, críticas de pensadores de otras escuelas. Los filósofos confucianos criticaron su enfoque ateo y escéptico y argumentaron que la tradición y la superstición eran importantes para la cohesión social y la estabilidad; los taoístas criticaban su razón materialista y empírica y argumentaban que la espiritualidad y la mística eran importantes para la búsqueda de la iluminación y la armonía con la naturaleza.

Por todo ello, por la búsqueda inmisericorde de una explicación no espiritualista ni transcendental de la vida, por siempre promover una explicación naturalista y mecanicista del mundo y de los seres humanos y por su crítica a la superstición y el mito en la cultura china, su pensamiento chocó con el confucianismo, con el taoísmo y con el budismo zen, y sus ideas, sin discípulos, rápidamente languidecieron hasta su completa desaparición del corpus del pensamiento chino, hegemónico en los siguientes dos mil años.

estatua_china
Libre recreación por el autor de una estatua china.

Historia de un modernización truncada

El proyecto de modernización que la emperatriz viuda Cixi desarrolló al lo largo de un decenio (1898-1908) cobra ahora toda su enorme dimensión y muestra la ingente tarea que exigía. Es a la luz de esta historia de la filosofía china que podemos entender por qué el despotismo de la emperatriz viuda Cixi, aunque fue cruel incluyendo muertes por decreto -y por ello criminales- o, como en la guerra de los boxers, acciones e inacciones por razón de estado, pero con consecuencias trágicas, ante el reto de hacer ¿avanzar? ¿progresar? en todo caso, modernizar una sociedad aún en el medioevo a finales del s XIX, de liberarla de un pensamiento burocrático y anquilosado como era el neo-confucianismo, si eso era lo que se quería, su férrea voluntad, aunque cruel, era el único instrumento: cambiar la sociedad desde arriba, desde el poder, desde la ley.

En parejo a lo que ocurrió con los legalistas, la emperatriz viuda Cixi tuvo muy fuertes adversarios, enconó a todas las capas de la sociedad, puso a los manchúes, minoría étnica a la que pertenecía, contra los mayoritarios han y, tras su muerte, a falta de una fuerza de voluntad como la suya, a falta de resultados que pudieran calmar los ánimos, y a pesar del crecimiento económico e industrial que sus cambios propició, el mundo chino estalló.

El resto, hasta hoy, ya lo conocemos, guerras, revolución y el confucianismo vuelve:

En la década siguiente, ya en plena Revolución Cultural (1966-1976), Mao lanzó la campaña «crítica contra Lin Biao y contra Confucio» (en chino, pi Lin pi Kong yundong) y la campaña general de prohibición y destrucción total de todo lo confuciano: libros, estatuas, templos, ceremonias y creencias. Pero, tras la muerte del Gran Timonel en 1976, la suerte de Confucio y el confucianismo cambió de nuevo y fue rehabilitado oficialmente. Y así, especialmente a partir de 1984, el gobierno chino ha venido homenajeando la figura del gran maestro confuciano hasta hoy día. Pongamos solamente un puñado de ejemplos que así lo demuestran. Entre 1995 y 2009, altos cargos del Partido Comunista y del gobierno, como Li Ruihuan o Jia Qingling, han asistido a las celebraciones oficiales del nacimiento de Confucio. En 2004 se fundó el Instituto Confucio en Pekín, que es el órgano gubernamental para la enseñanza del chino y para la difusión de la cultura china en el exterior, que en 2019 contaba con quinientos treinta centros repartidos por todos los continentes. En 2016, por terminar, el gobierno creó el Centro para el Estudio de los Clásicos, una gran institución dedicada a la investigación y la difusión del pensamiento tradicional chino y, muy especialmente, del pensamiento confuciano; y en ese mismo año, el Ministerio de Educación lanzó una serie de libros de texto para alumnos desde el jardín de infancia hasta la educación superior con lecturas de libros clásicos chinos, muy especialmente de la tradición confuciana, para inculcar en todo el país esa moral confuciana que el gobierno trasladó a la ley […] «hay que gobernar con la ley en una mano y la moral en la otra, implementando el sistema de valores socialistas fundamentales así como la moral tradicional de China». Llama la atención la mención explícita que se hace de la necesidad de inculcar en la sociedad una moral tradicional basada en el confucianismo. Cuando el presidente Xi Jinping visitó Grecia en 2014, le dijo al presidente A. Samaras: «vuestra democracia es la democracia de la antigua Grecia y la antigua Roma. Es vuestra tradición. Nosotros tenemos la nuestra». El mismo año, el 24 de septiembre, en la ciudad natal de Confucio, el presidente chino pronunció un discurso para conmemorar el 2576 (sic) nacimiento del maestro lleno de elogios hacia el pensamiento moral de éste y con un claro propósito: inculcar o, diríamos nosotros, revitalizar y despertar la ética confuciana en la sociedad china de hoy junto al amor por el Partido Comunista, produciendo así lo que todos los últimos presidentes chinos han venido denominando un «socialismo con características chinas»” (Textos escogidos, Confucio, edición y traducción de Gabriel García-Noblejas Sánchez-Cendal y Carmen Torres Marín)

Confucio, como un wang-chongniano pájaro sin linaje, está tocado por la suerte, y con él se cumple que “Con suerte se tiene todo, sin suerte, todo se pierde”.

pintura_china
Libre recreación por el autor de una pintura china.

Cuando Europa descubre, sorprendida, China

A partir del siglo XVI, cuando los relatos de los primeros misioneros católicos llegan al Viejo Mundo, algunos intelectuales europeos observaron con admiración el sistema educativo chino y su modelo de administración pública. Así nació el mito de un país gobernado por intelectuales, ensalzado por filósofos europeos de renombre, que da origen al pensamiento sinófilo que identifica en China algunos de los ideales modernos de la época.” David Martínez Robles, La lengua china, historia, signo y contexto

Los misioneros jesuitas fueron los primeros que trajeron a Europa la idea que moístas y legalistas habían defendido: la necesidad de que agentes racionales gobernaran instituciones racionales basadas en leyes racionales.

Las crónicas que los jesuitas enviaban en sus viajes por China mostraban su fascinación por lo que veían: instituciones gobernadas por una elite culta que era meritocrática, y no aristocrática, y que ése, la meritocracia por el estudio, era el camino para ascender. Todo ello era inaudito en Europa, y bien podía articular un discurso y una estrategia para atacar las sociedades aristocráticas y estamentales (Michael Puett, El camí). El deslumbramiento que tal mirada sobre China, que obviaba otras realidades, produjo entre los pensadores europeos de la época, con Voltaire a la cabeza, llevó a muchos de ellos a interesarse por la historia, la naturaleza y el pensamiento chino.

Y acabaron viendo en China una utopía realizada, que existe, que funciona, esto es, la imagen inversa del antiguo régimen, de la sociedad estamental contra la que combaten. La ironía radicaba en que se estaban formando una imagen en base a lo que los jesuitas, sus acérrimos enemigos ideológicos, les trasladaban, imagen a su vez tomada de la que los propios gobernantes chinos, la propia clase dominante china tenía de sí misma, una elite, no olvidemos, confuciana. Al llegar a través de los jesuitas esa imagen de China aún se dio una segunda contaminación, pues al juzgar al confucianismo una suerte de monoteísmo protocristianismo, consideraron al budismo y al taoísmo ideas corruptoras del confucianismo y obstáculos para la posibilidad de que éste pudiera ser compatible con el cristianismo, razón por la que esas escuelas fueron tratadas negativamente y ninguneadas en sus crónicas y relatos, excepto para ser consideradas perversas o depravadas (Gerardo López Sastre, El mundo chino visto por el pensamiento ilustrado).

Además de Voltaire, que en los dos capítulos dedicados a China de su Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones afirma casi seducido que “Oriente se lo ha dado todo a Occidente […] los judíos, y tras ellos los cristianos, lo han tomado todo de las demás naciones […] La China es, sin duda, la nación más antigua del mundo, y la que ha conservado su forma de gobierno durante más tiempo […] Durante este tiempo, ha producido una civilización rica y sofisticada. La gente está unida por un fuerte sentido de comunidad y un compromiso con el orden y la armonía.” (Capítulo 1), “tiene una filosofía y una religión únicas. El confucianismo, el taoísmo y el budismo son las principales religiones […] La China es una potencia económica y militar. Tiene una gran población y una economía próspera.” (Capítulo 2), estudiaron a -y publicaron sobre- China Rousseau, Diderot, Lecrec y también Leibnitz (con su entusiasta Novissima Sinica, donde escribe que, dada la lasitud moral en aquel momento imperante en Europa, “casi creo necesario que nos sean enviados misioneros chinos para enseñarnos la finalidad y la práctica de la teología natural”) o Goethe (muy influido por su admiración por Rousseau, e incluso llegó a aprender unos pocos ideogramas chinos) entre otros.

Hubieron también detractores, como Montesquieu, que puso en duda la benevolencia del emperador chino y denunció la depravación de su despotismo, un tardío Rousseau, que, en la línea de su utopía del buen salvaje, finalmente decía ¿para qué envanecerse de ese sistema tan estricto de formación, si las ciencias aprendidas, obligatorias para alcanzar los mas elevados puestos del Estado, no han sido capaces de “proteger al reino contra la sumisión de bárbaros, ignorantes y rudos”?, Herder, quien llamativamente dice que “China es una momia embalsamada, eso sí, envuelta en seda […] gobernada por instituciones inalterables […] su vitalidad es equivalente a la de la circulación interna de una marmota en invierno” o Hegel, quien consideraba que China era una sociedad que en nada había cambiado, y que si la historia es la marcha de la libertad, China estaba en la retaguardia y nada tenía que aportar al proceso civilizador, opinión que Marx heredó e hizo suya (ob. cit.).

Pero de alguna manera y a pesar de todo, tal y como nos recuerda el filósofo Gerardo López Sastre en su conferencia, el acercamiento fue interesado: “Los filósofos de la Ilustración estudiaron el pensamiento chino y vieron en este país la utopía realizada. Instrumentalizaron la filosofía oriental para rebatir las pretensiones de la Iglesia de poseer la única verdad. Voltaire llega a afirmar que Oriente se lo ha dado todo a Occidente.

Con todo, el pensamiento chino sí era en parte novedoso e influyó de alguna manera en dos sentidos, por una parte con la muy confuciana racionalización de la burocracia y el uso de la meritocracia como camino hacia las más altas instituciones, ideas bienvenidas por la Ilustración; por otra, con el misticismo y la espiritualidad del budismo y el retorno a la naturaleza del taoísmo, en oposición al excesivo ritual y jerarquía del confucianismo, en el Romanticismo.

En el siguiente y último articulo reflexionaremos sobre la convergencia de las bases de la espiritualidad y el canto a la naturaleza del Romanticismo y del pensamiento chino y sobre la condición de la mujer en la sociedad y en el pensamiento clásico y contemporáneo chino.


Bibliografía

Confucio en 90 minutos, Paul Strathern, Ediciones Akal, 2014.
Cixí, la emperatriz La concubina que creó la China moderna, Jung Chang, Editorial Taurus, 2014.
Dijo el Buda…, Osho, editorial Kairós, 2006.
El Arte de la Guerra, Sun Tzu, Versión de Thomas Cleary, Random House, 2012.
El camí Una introducció a la filosofia oriental, Michael Puett, Editorial Ático de los Libros, 2020.
El Gran Estado China y el mundo, Timothy Brook, Alianza Editorial, 2021.
El gran sueño de China. Tecno-Socialismo y capitalismo de estado, Claudio F. González, Editorial Tecnos, 2021.
El libro de las religiones, Jostein Gaarder et altri, Editorial Siruela, 2013.
El monje y el filósofo, Jean-François Revel y Matthieu Ricard, editorial Urano, 2016.
El sendero del Tao, Osho, editorial Kairós, 2003.
Historia de la filosofía china, Wolfgang Bauer, editorial Herder, 2009.
Historia de las creencias y las ideas religiosas II, Mircea Eliade, editorial Paidos Ibérica, 2019.
La lengua china: historia, signo y contexto Una aproximación sociocultural, David Martínez Robles, Editorial UOC S.L., 2011.
La sociedad china contemporánea, Leïla Choukroune, Editorial UOC S.L., 2016.
Mirar y pensar la belleza, François Cheng, Editorial Gustavo Gili, 2021.
Mitología China. La luz de Oriente, Javier Tapia, Plutón Ediciones, 2020.
Religiones del mundo. Una introducción indispensable, Gerald R McDermott, Editorial Grupo Nelson, 2013.
Sapiens. De animales a dioses, de Yuval Noah Harari, Editorial Debate, 2014.
Tao Te Ching, Lao Tse, traducción de Gabriel García-Noblejas, Alianza Editorial, 2017.
Tao Te Ching. Los libros del Tao, Lao-Tse, edición y traducción de Iñaki Preciado Idoeta, Editorial Trotta, 2012.
Textos escogidos, Confucio, edición y traducción de Gabriel García-Noblejas Sánchez-Cendal y Carmen Torres Marín, Alianza Editorial, 2021.
Trece teorías de la naturaleza humana Confucianismo, Hinduismo, Budismo, Platón, Aristóteles, La Biblia, Kant, Marx, Freud, Sartre, Teorías darwinianas, Teoría feminista, Leslie Stevenson, Ediciones Cátedra, 2018.

Todos los libros arriba indicados están disponibles en la red de bibliotecas públicas eBiblio, y en concreto a través de la red catalana asociada a eBiblio, Biblioteques Públicas de Catalunya.


Webgrafía

(último acceso a todas las webs, 24 de octubre de 2023)

https://www.academia.edu/43922768/Eurasia_Aproximaciones_a_nuevas_configuraciones_glocales, CONFUCIANISMO, GÉNERO Y NOCIONES COMUNES SOBRE LA MUJER EN CHINA, Mariana Escalante, Universidad Nacional Autónoma de México.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2747035, El concepto de “Bildung” en el primer romanticismo alemán, Diego Sánchez Meca, Dpto. de Filosofía, UNED
https://uned-p-dls2.teltek.es/downloads/475/28644.m4a, El mundo chino visto por el pensamiento ilustrado. Diderot, Montesquieu, Voltaire, Ilustración Enciclopedia, China, Confucio, Jesuitas, Marco Polo, deísmo, taoísmo, budismo, Kant, Leibniz, Pierre Bayle, Rousseau, Herder, Hegel, Marx, David Hume. Serie: Filosofía en Radio 3 (10-12-2010) María Teresa Román López and Gerardo López Sastre | | CanalUNED
https://ddd.uab.cat/pub/poncom/2011/257457/convivium_a2011n24p195.pdf, El pensamiento de la Bildung: De la mística medieval a Philipp Otto Runge, Carles Rius Santamaría, Convivium 23: 49-72 (2010), © Departament de Filosofia Teorètica i Pràctica. Facultat de Filosofia Universitat de Barcelona. ISSN: 0010-8235
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4015986, Las influencias orientales en el pensamiento occidental: de la Ilustración al idealismo postkantiano, Gabriel Terol Rojo, Universidad de Valencia
https://www.youtube.com/watch?v=41n_RzZRZUQ, Wang Chong: Un filósofo confuciano poco ortodoxo, Flora Botton Beja en la conferencia inaugural del I Congreso Internacional de Estudios Filosóficos Chinos.

Con el fin de no sobrecargar los artículos de notas, los textos extraídos de los libros que servirían como citas están disponibles aquí: https://tinyurl.com/CitasPensChino.


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(2) Si no se indica lo contrario, todas las citas de este capítulo pertenecen a la intervención de la profesora Flora Botton Beja, Wang Chong: Un filósofo confuciano poco ortodoxo, en la conferencia inaugural del I Congreso Internacional de Estudios Filosóficos Chinos. Flora Botton Beja es profesora-investigadora en el área de China del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México. Tiene una maestría en filosofía del México City College, una maestría en Estudios Orientales de El Colegio de México, estudios de posgrado en la School of Oriental and African Studies de la Universidad de Londres y completó estudios de doctorado en la Universidad de Michigan.  En todos los casos se especializó en el área de China.

Es autora de: China: su historia y cultura hasta 1800, Ensayos sobre China: Una antología y Bajo un mismo techo: La familia tradicional en China y sus crisis (con Romer Cornejo) y coautora de La dinastía Han. Coordinó la Historia Mínima de China de la cual escribió varios capítulos. Es además autora de muchos artículos y capítulos de libros sobre historia, filosofía, religión, educación, familia, sociedad y mujeres en China que han sido publicados en México, Estados Unidos, España, Argentina, Costa Rica y China.

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