Cuando Ashana* envió a su hijo Jahangir* de cuatro años a la escuela, sabía que se encontraría con niños que podrían meterse con él. Todos los vecinos de su comunidad bangladesí sabían que su familia había abandonado el islam y se había convertido al cristianismo.
En Bangladés, tan sólo el 0,06% de la población es cristiana, y los conversos al cristianismo suelen ser considerados infieles, y por lo tanto tratados como ciudadanos inferiores o de segunda clase.
Aun así, Ashana no esperaba lo que pasó ese día.
Cuando su hijo entró corriendo a casa unas horas antes de que terminaran las clases, se preocupó. Ella le preguntó que por qué había vuelto tan temprano. El niño dijo que su maestra le había dado un día libre en la escuela, diciéndole que se fuera a casa porque no había espacio para él en el banco de la clase.
Si bien Jahangir estaba entusiasmado por tener un día de vacaciones (como lo estaría cualquier niño del mundo), Ashana sabía muy bien que el espacio no era el problema.
Al día siguiente, ella y su marido se reunieron con la maestra de Jahangir para preguntarle por qué enviaron a su hijo a casa por una razón tan trivial. Directa y sin remordimientos, la respuesta de la maestra les impactó aún más.
«Si vuestro hijo viene y se sienta con otros compañeros, entonces los niños musulmanes podrían abandonar la escuela», dijo la maestra. «No querrán sentarse en el mismo banco con un niño cristiano durante las clases». Por ello, la profesora pidió a Jahangir que abandonara el centro escolar, ya que conocía sus antecedentes familiares y que se habían convertido al cristianismo.
«Los niños musulmanes (…) no querrán sentarse en el mismo banco con un niño cristiano»
Lejos de ser un caso aislado
Desafortunadamente, historias como esta son bastante habituales en Bangladés y en otros lugares del mundo donde seguir a Jesús puede ser una decisión arriesgada. Para muchos jóvenes cristianos de este país sudasiático, especialmente niños de familias que abandonaron el islam por Jesús, la escuela es a menudo un lugar de dolor y persecución.
En los centros escolares, los niños cristianos pueden ser intimidados por los profesores y sus compañeros, lo que les hace perder el interés en sus estudios y abandonarlos. Muchos de ellos sienten que deben ocultar su fe, y suelen crecer sin abrazar plenamente su identidad como seguidores de Jesús en ningún momento debido a la persecución que han ido experimentando desde el principio.
Sin el apoyo de su entorno ni conocimientos sobre cómo afrontar los problemas en la escuela, los padres de niños cristianos perseguidos como Ashana y su marido tienen pocos recursos con los que ayudar a sus hijos.
Los consejos que reciben suelen carecer de utilidad o soluciones: «No pienses en eso» o «Porque somos cristianos, [la persecución] sucederá y debemos soportarla». Pero cuando ya no eres tú, sino que es tu hijo el que es discriminado y privado de algo tan valioso como la educación, «resistir» es una tarea difícil. Ashana lo sabe muy bien.
Nuestros colaboradores locales han estado acompañando a la familia de Jahangir tras este incidente, animándolos y orando con ellos. Ahora, nos piden que oremos con ellos también y seamos sus «compañeros en las aflicciones» (2 Corintios 1:7).
*Nombres cambiados por motivos de seguridad.
80 €
Podrían dar un año de educación a un niño perseguido, abriéndole las puertas a un futuro mejor.
Mantente al día
Recibe las últimas noticias en tu móvil. Suscríbete a nuestro canal de Telegram.
