A más de 5.000 kilómetros de distancia, este domingo (a las 18:00, por DAZN y Esport 3), la Champions League de fútbol sala coronará a un equipo español. Este viernes, tanto el Palma futsal como el Barça ganaron en sus primeros partidos de una Final Four totalmente ibérica, pero que se celebra en Ereván (Armenia). El conjunto balear, vigente campeón, se impuso al Benfica en los penaltis tras un 4-4; el equipo azulgrana, que persigue su quinto título continental (con él, igualaría al Movistar Inter como el que más), superó al Sporting CP por 5-4. En total, 17 goles en unas cinco horas. Dos odas a este deporte. Un déjà vú que se echaba de menos. No es la primera vez que el Viejo Continente acogerá una final totalmente española: en 2020, el Barça se impuso a ElPozo para alzar su tercera corona. La historia se repite. Pase lo que pase, el fútbol sala nacional celebrará. En semifinales, ya lo hizo. A lo grande.
En el partido que enfrentó a Barça y Sporting, el espectáculo se podía atisbar desde la previa. Sobre el parqué de ese lejano Ereván, al que la expedición española llegó tras unas 10 horas de viaje, chocaban dos de las grandes potencias mundiales del fútbol sala. El conjunto azulgrana y el portugués, sin ir más lejos, son los dos únicos equipos que han accedido diez veces a la Final Four de la Champions. En el partido por el título de 2021, el equipo luso venció al español; en el de 2022, el último cetro del conjunto azulgrana, el resultado se invirtió. Con otros dos enfrentamientos en semifinales, ambos con victoria catalana (2012 y 2015), las camisetas se reconocían en unos primeros minutos trepidantes, spoiler de todo lo que estaba por venir. Muchos jugadores eran distintos, pero la historia les conectaba con todos esos duelos pasados. Y estaban a la altura de las expectativas.
Lo hacían desde el respeto, pero sin miedo. Sufrían y disfrutaban al mismo tiempo. Y desde el pitido inicial, cuando Tomás Paçó, a los 54 segundos de partido, empaló una volea preciosa para estrenar el marcador. Catela, inspiradísimo, era el primero en acudir a la llamada de socorro. Tras un caño a Taynan y cruzarse prácticamente toda la pista, probaba a Rafagnin. Eran los preliminares. Poco después, en el minuto nueve, se desataba la locura. Se iniciaba una orgía de goles que parecía no tener fin. En el lado azulgrana, con Catela como denominador común. En cuestión de segundos, Touré, con ayuda de Rafa Félix, empataba el partido tirando de picaresca (sacó de banda con la intención de que el jugador del Sporting se metiera en propia) y Adolfo, aprovechando una asistencia del mencionado Catela, adelantaba al Barça por primera vez (2-1).
Matheus decide con una obra de arte
Fue la dinámica de un partido que se escurría de todas las manos. Zicky Té, culminando una contra perfecta, volvió a igualar. Hugo Neves, de penalti, recuperó la ventaja para el Sporting. Antonio Pérez, tras una jugada maravillosa de Catela, con ruleta incluida, dejaba un efervescente 3-3 al descanso. Tras la reanudación, continuó la fiesta. Del partido, en general, y de Catela, en particular, que tardó un minuto en perforar la portería portuguesa. Tras bailar y un recorte en seco. Con música, parando el tiempo. Estaba en todas las partes. Tatinho, en un córner, puso el último empate del día y Matheus Rodrigues, con el mejor gol de los 17 que contabilizó la jornada, decidió definitivamente. Recibió y, al mismo tiempo, pisó la pelota con la izquierda para chutar con la derecha. En su movimiento, desafió a la física. Ahora, el Barça, como el Palma, desafía a la historia, que será española por tercer año consecutivo.
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